Javier Cercas es un notable escritor español que entre otras obras tiene “Soldados de Salamina”, “Las leyes de la frontera”, “Anatomía de un instante”, “El vientre de la ballena”, y otros. De todos, recomiendo su lectura. El núcleo de su obra reside en la circunstancia de que gira alrededor de hechos que sucedieron, a los que se describe magistralmente al ritmo de novelas. Algunos llaman a ese estilo “novela sin ficción” o “relato real”.

 Por Alejandro Saravia*

Tiene una obra reciente, aunque no la última, que titula “El impostor” donde Cercas narra el caso de Enric Marco, que estalló en 2005 de manera escandalosa cuando se conoció la noticia de que este supuesto deportado español en el campo de concentración nazi de Flossenbürg había falsificado su historia y, de hecho, nunca había estado allí ni en ningún otro campo como prisionero.

Es de resaltar que Enric Marco había llegado a ser secretario general de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y, sobre todo, lo que en el momento de la revelación de la impostura generó más indignación y desconcierto, había llegado a presidir la agrupación de sobrevivientes y allegados de víctimas del nazismo surgida en relación con el campo en el que hubo más españoles deportados.  Toda una impostura.

Los otros días cuando escuchaba decir a Alberto Fernández, autodenominado profesor de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos Aires, que la hartantemente aludida fiesta de cumpleaños de la querida Fabiola no habría constituido una conducta típica penal porque se trataba de un delito de peligro abstracto, y que, como no había producido contagios, no se configuraba como tal delito, ahí llegué al íntimo convencimiento de que es un impostor. Tanto, que vuelvo a dudar de que sea abogado. Ya antes, en otro episodio similar, dudé también.

Claus Roxin es un abogado y jurista alemán destacado por su labor en el ámbito del Derecho Penal, Derecho Penal Internacional, Derecho Procesal Penal y Teoría del Derecho. Es uno de los penalistas de mayor influencia en discusión contemporánea del Derecho Penal de la tradición romano-germánica, lo que le ha hecho acreedor de casi una veintena de Doctorados Honoris Causa y reconocimientos académicos como la orden Raimundo Peñafort en España.

Roxin, quien además de definir los delitos de mera actividad, advierte que los “delitos de peligro abstracto son aquellos en los que se castiga una conducta típicamente peligrosa como tal, sin que en el caso concreto tenga que haberse producido un resultado de puesta en peligro”.  Son aquellos cuya descripción y contenido material se agota en la realización de una conducta, sin que se exija la producción de un resultado distinto del comportamiento mismo. La conducta en sí ya entraña un peligro, aunque no haya un resultado concreto, en este caso, un contagio. Es decir, justamente lo contrario a lo dicho, exculpándose, por el profesor de Derecho Penal de la UBA, a la sazón, presidente de los argentinos.

Ahora bien, si bien en algún momento anterior habíamos definido a Fernández como un mero cagatintas, término al que solía recurrir el presidente Alfonsín, al cual dice admirar el actual, esto es, un mero escribiente, un chupatintas, un oficinista, un dependiente, un subordinado, son todos sinónimos, que por esas cosas del destino un día de mayo de 2019 fue a un departamento de la Recoleta en busca de un conchabo y salió como candidato a presidente y, luego, como tal presidente. Pero como el hábito no hace al monje, siguió nomás como cagatintas, pero ya con humos. Con el dedo en ristre y gritos histéricos.

Pero, ojo, no es el único impostor. Es impostor aquel que acepta un cargo o una postulación sin estar preparado para desempeñar tal función. De entre los candidatos a convencionales constituyentes, prontos ya a reformar nuestra vigente Constitución, ¿cuántos están capacitados para hacerlo? No debe haber en nuestro sistema institucional tarea más delicada que esa, pero creo que sobran los dedos de las manos para contar a los que van a ir responsablemente a desempeñar tal delicada tarea. Cualquiera, sí, puede levantar una mano para votar, pero se trata de que esa mano sea precedida por un pensamiento crítico, una convicción de que de eso dependerá la fisiología de una comunidad.

Sucede otro tanto con los candidatos a diputados nacionales. Supuestamente son los representantes del pueblo de la provincia que van al Congreso Nacional con esa representación, pero resulta que algunos más que esa representación, en realidad son representantes del gobierno nacional desempeñando la función y resultan operadores del mismo en la provincia. O bien, su desempeño es tan mediocre que ni tan siquiera se les conoce la voz. Todas esas son formas de imposturas y, como resultado de ellas, nuestra provincia queda sin representación.

Los diputados y senadores provinciales son otro ejemplo. En un sistema democrático-republicano la legislatura, ambas cámaras, tienen como una de las funciones primordiales el control al poder ejecutivo. Sean oficialistas u opositores. Insisto en eso: tanto los opositores como los oficialistas tienen ese deber de controlar al poder ejecutivo. Ese es el rol de las cámaras legislativas. Por eso de ellas depende funcionalmente la Auditoría General. Pero en los hechos, y como dice un periodista y analista político nacional, todos, por la cuestión del movimientismo, del acomodo o por lo que fuere, corren siempre presurosos en ayuda del triunfador y en lugar de controlarlo buscan congraciarse con él. Y, en conclusión, el sistema no funciona. Es lo que sucede. El sistema no funciona.

Y así respecto de todos los cargos. Electivos o no. La democracia y la república son resultantes de esfuerzos responsables. Creo que en muchas personas no se percibe ni el esfuerzo ni la responsabilidad. Sólo el disfrute narcisista y hedonístico de canonjías.

 

*Ex Fiscal de Corte