El arzobispo Mario Antonio Cargnello se refirió a los casos locales de abuso sexual infantil. Las respuestas fueron excusas y evasivas. El planteo fue «pedir perdón» y mostrar que tiene intenciones de denunciar pero que el “concordato” no se lo permite.
En los últimos meses la Iglesia Católica fue sacudida por fuertes denuncias que conmocionaron la opinión pública. Salta ha dado material de sobra para mostrar el nivel de corruptela en la institución. Esa Iglesia Católica que ha sido expuesta de manera inédita, a ojos vista, se ha corroído aceleradamente este año. Enredada en el encubrimiento, con un mundo penumbroso marcado por la pedofilia, el autoritarismo y los privilegios con el Estado, ha tenido que dar algunas explicaciones.
Es que estuvo en boca de todos, y sin embargo, su Arzobispo no emitía palabra alguna. Naturalmente, fue en diario El Tribuno donde rompió el silencio. El obispo ensayó respuestas inverosímiles e incluso divagó en la comparación internacional y en los planes del Vaticano para salir ileso de la entrevista concedida, la cual, dicho sea de paso, le permitió mostrar la maniobra que ensaya.
Ideología clerical
Lo primero que sorprende de las respuestas de Cargnello, es que su base es el “clericalismo” o también conocida “ideología clerical”. Esta característica se deja entrever cuando responde que “le gustaría poder derivar todas las denuncias que reciben a la Justicia civil”, pero que “los religiosos del país están limitados por el Concordato del 66”, y que “habría que modificar el acuerdo entre la Santa Sede y el Estado argentino”.
El clericalismo ha sido definido como una ideología política, que busca que los clérigos de una religión intervengan en la sociedad para tratar de favorecer sus intereses institucionales y materiales e incrementar su poder. Concretamente, es la idealización del sacerdocio y, por extensión, de la Iglesia Católica. Está vinculado a un sentido de derecho, superioridad y exclusión, y al abuso de poder.
El Papa Francisco, incluso, condenó esta ideología: “El clericalismo confunde la figura del párroco, porque no se sabe si es un cura, un sacerdote o un patrón de empresa” (Visita a la Parroquia romana de Santo Tomás Apóstol, 16-2-2014).
Una Comisión Australiana que investigó el abuso sexual infantil, concluyó en 2017, que el clericalismo “fomentó las ideas de que la Iglesia católica era autónoma y autosuficiente, y promovió la idea de que el abuso sexual infantil por parte del clero y los religiosos era un asunto que debía tratarse internamente y en secreto”.
El arzobispo que ante un requerimiento de un fiscal penal se negó a enviar expedientes canónicos sobre abuso sexual, ¿piensa que los sacerdotes católicos son distintos que el resto de los argentinos? Sí, porque la alusión al Concordato, como defensa para evitar colaborar con la Justicia, fue saldada en dos oportunidades a favor de la justicia civil.
En el caso del sacerdote Justo José Ilarraz (condenado por abuso sexual), ante el pedido judicial, el arzobispo de Paraná decidió entregar los expedientes canónicos, sin objeciones; y en Mendoza, en 2015 un caso llegó a la Suprema Corte, donde se resolvió que el derecho canónico debe interpretarse ponderando los derechos constitucionales, y que ninguna norma del derecho canónico, aun cuando esté para resguardar “el secreto” o “la buena fama de alguien”, puede prevalecer sobre los derechos constitucionales a buscar información y acceder a la verdad.
No más escándalos
El Arzobispo que de los casos de abuso sexual solo habló por comunicados, refirió que decidió denunciar al sacerdote Abel Balbi —investigado por Trata de Personas—, porque “el proceso nuestro, de cómo obrar, ha sufrido una aceleración impresionante en esta última década. El gran promotor de que hay que poner los ojos en las víctimas ha sido Benedicto XVI. Ahí aprendimos a tipificar estas cosas como delitos, porque antes se las consideraba como pecado”.
La extraña y vaga respuesta que dio Cargnello, debe ser analizada en el contexto que el mismo matutino reveló días atrás: en su edición del 30/11/18, El Tribuno informó que las denuncias contra Balbi, “tomaron una mayor dimensión luego de una carta anónima que llegó a El Tribuno”, y que “luego de tomar conocimiento de estas denuncias que agravaron el panorama, el arzobispo Mario Cargnello derivó el caso a la Justicia Federal”; luego en la entrevista del 3/12/18, el arzobispo dice: “en la carta se plantean problemas que son muchos más amplios y que nos exceden”.
¿Le tuvo miedo a más escándalos que podía revelar el Tribuno y que lo iban a dejar en evidencia? ¿Hasta dónde permitirá que la opinión pública llegue?
El abuso era pecado
Pero lo que más sorprende de las respuestas de Cargnello, es que parece olvidarse —quizá convenientemente que el abuso sexual— de niños en la Iglesia Católica no es un fenómeno reciente.
La investigación de la comisión australiana reveló que existe un considerable cuerpo de leyes canónicas y otra evidencia documental y de archivo de una larga historia de abuso sexual infantil por parte del clero y los religiosos, que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, siendo tratado explícitamente como un crimen canónico desde principios del siglo IV.
En siglos anteriores, hubo períodos en que los miembros del clero fueron despedidos del estado clerical y entregados a las autoridades civiles para ser castigados de acuerdo con la ley civil en ese momento. Sin embargo, es evidente que durante el transcurso de los siglos XIX y XX, el Vaticano se mostró cada vez menos dispuesto a entregar sacerdotes a las autoridades civiles, o despedir a los clérigos culpables de delitos graves del estado clerical.
Esta comisión analizó que algunos factores que pueden haber contribuido al abuso infantil en la Iglesia son, “el mantenimiento del secreto, la evitación del escándalo, la protección de la reputación de la iglesia y la preservación de sus activos, el clericalismo, las debilidades en la gobernabilidad y las cuestiones relacionadas con la sexualidad y el celibato obligatorio”.