Entrevista a Gabriela Crosa. La artista plástica nacida en Tartagal en 1970 presenta su muestra “Fémina 2023”, por primera vez en el hall del Centro Cultural Tartagal, hasta el sábado 6 de enero de 2024. Un total de 27 obras que dan cuenta de un proyecto a largo plazo, un estilo y una técnica característica, además de haber cosechado -en poco tiempo- muestras internacionales en México y España.

Por Mario Flores

De profesión odontóloga y estomatóloga, y desempeñándose actualmente en la salud pública, Gabriela Crosa inauguró, por primera vez, una exposición de su obra pictórica en el Centro Cultural Tartagal. Desde el 24 de diciembre de 2023 y hasta el sábado 6 de enero de 2024, estará montada la muestra titulada “Fémina 2023”, que consta de una selección de veintisiete cuadros de diverso formato, donde deja en claro una búsqueda por el color y la textura relacionados con su propio universo: su serie de rostros de mujeres ha logrado que se destaque como una de las artistas visuales con producción original más importantes de los últimos años. Nacida en Tartagal en el año 1970, y formada en la Universidad Nacional de Tucumán, expuso por primera vez en la Noche de los Museos de Salta, en 2019. A partir de entonces, y con gran ayuda de las redes culturales que se tejen a través de las redes sociales, no ha dejado de producir un total aproximado de 70 cuadros, la mayoría de los cuales se encuentran en su atelier, junto con otros objetos y artículos en donde plasmó su arte. Sus obras han estado presentes en la galería SophArtmx, en el Distrito Federal de la Ciudad de México, y en la Feria Internacional de Arte de Barcelona (FIABCN, 2022), y también en Río de Janeiro, New York y Buenos Aires, a través de la virtualidad. Esta vez, la muestra “Fémina 2023”, representa la primera exposición de la artista en el Centro Cultural Tartagal: la selección de obras expuestas recorre los principales tópicos de su carrera, haciendo hincapié en el porqué de la elección de rostros femeninos, y ubicando a toda producción artística como una base para el diálogo acerca de problemáticas sociales como la violencia de género y la situación actual de los pueblos originarios. Con una textura ya característica en sus pinturas, la muestra-viaje complementa lo fluorescente, lo pop y la exuberancia del color, con lo crítico, lo ancestral y lo actual.

¿Cómo está compuesta la muestra que puede visitarse actualmente en el Centro Cultural Tartagal? Al constar de una gran cantidad de piezas (casi treinta cuadros de distintos formatos), ¿cuáles fueron las principales motivaciones para el montaje de la exhibición?

La muestra se llama “Fémina 2023”, en homenaje a una tía abuela, pintora, que expuso en Buenos Aires en 1972 una muestra que se llamó “Fémina 1972”. Yo no la conocí, y en mi primera exposición también le hice un homenaje, cuando titulé a una muestra “Fémina 2019”. La muestra consta de casi treinta obras. La primera motivación fue mostrar mi paso por este mundo, del arte, desde el 2019 (en la Noche de los Museos de Salta) hasta la fecha. Mostrar mi inspiración, pero también esta búsqueda de la identidad a la hora de pintar: es como mostrar parte de mi historia artística. El armado de la muestra contó con muy poco tiempo, para mí fue muy estresante pero lo quise hacer porque quería exponer en el Centro Cultural Tartagal. Tanto el transporte como el montaje de la misma fue un proceso rudimentario, que contó con la ayuda de Isabel Maradona, directora del CCT; los cuadros están en caballetes, por lo que hubo arreglos de último momento que se solucionaron en vivo. El día de la inauguración fue un día antes de Navidad y mi temor era que no viniera nadie a ver la muestra, sin embargo estuvieron presentes amigos, familia, y también artistas, a quienes agradezco muchísimo. Quería dar un cierre al año 2023 de este modo.

En tu técnica característica se aprecia la textura y los trazos fuertes, que también puede llegar a ser un rasgo identitario de tu obra. ¿Hay una búsqueda de una estética definida, de algo a lo que se le pueda llamar estilo?

Desde que comencé a pintar, nunca me gustó copiarle a nadie. Sigo a muchos artistas, nacionales e internacionales, y entiendo que la técnica es la firma: ese es el sello. Es lo que busqué a la hora de pintar. Esta búsqueda fue sin querer: un día manché un bastidor al azar, con una tarjeta de crédito que uso como espátula, quería hacer un abstracto y no me salió, y arriba del mismo pinté la cara de Marilyn Monroe. El segundo cuadro fue mi rostro, el único autorretrato que tengo. Y a partir de allí, no paré. Hoy por hoy me inspira esa técnica, pintar rostros de mujeres. Utilizo, para la base, acrílicos: uso muchos colores metalizados y fluorescentes. Todas las luces, en vez de utilizar el blanco, uso fluorescencias. Arriba de esas bases “manchadas”, aplico el óleo para los rostros. Uso espátula y no pincel, sé que es algo raro e inusual. La espátula ya forma parte de mi obra, siento que es una extensión de mi mano. No busco dominar técnicas en las artes visuales, sólo deseo que el arte sea quien me domine. Porque me siento instrumento y una puerta abierta a la inspiración. “El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia y a la vergüenza” (Gilles Deleuze).


¿Crees que podés definir tu obra dentro de alguna corriente artística en particular?

Qué difícil esa pregunta… Tuve que preguntarle a una persona que sabe de arte, un profesor, qué era lo que veía y en qué categoría me encasillaba, y surgió esta denominación relacionada con el art pop. Los primeros cuadros que hice son muy pop. Es más, cuando uno comienza a recorrer la exposición (porque es un viaje, venir a una exposición de arte es emprender un viaje, un viaje histórico del artista que después se hace parte de uno, si se quiere), empieza desde la última obra que hice hasta la primera obra expuesta, que data del 2019. Es como ir desde el art pop al expresionismo abstracto. Los cuadros son bastante cargados: mucho relieve, mucho material. La mayoría son de 1,80 m, el tiempo promedio para cada uno -cuando estoy inspirada- son cinco días, o una semana. No le doy tiempo al óleo para que se seque: si se seca, no lo puedo terminar, arruiné un trabajo y perdí muchísimo material y plata. Trabajo sobre óleo fresco y aplico tanto material con la espátula que termino esculpiendo los rostros. Hay un cambio bastante significativo a la hora de expresarme.

Has afirmado que tu inspiración, en gran parte, se conecta con los pueblos originarios y la realidad del norte salteño. ¿Cómo es hacer arte desde un sitio alejado de los grandes centros urbanos, y que a la vez ese arte proponga una visión crítica?

Cuando faltan los recursos es cuando uno más se inspira y utiliza todas las herramientas para lograr expresar y materializar esa expresión. A mí me ayudó mucho el estar lejos de todo lo que veía a través de las redes. Durante el contexto de pandemia, resurgí o comencé a crear un gran número de obras desde la dificultad y la inaccesibilidad hacia todo lo que yo quería. Yo quería mostrar y que se sepa que en Tartagal, a diez mil kilómetros de las galerías más importantes o de las grandes urbes, había una persona que tenía mucho para dar. Desde esa dificultad, desperté. Con respecto a la obra “Hermana Wichí”: nace en un momento muy especial de mi vida en el cual pude tener contacto directo con los pueblos originarios, en una etapa en que transité la política: hacíamos territorio, visitábamos a la gente con nuestras propuestas, y realmente creo que miré a través de los ojos de esas mujeres. Esa mirada me traspasó, y es esa la mirada que yo quería que se refleje para que la vean otros. Es un cuadro que representa un punto de inflexión, es una obra muy fuerte para mí, por eso hablo de un antes y un después con ese cuadro. Esas mujeres tienen voces, están al frente de sus hijos, de sus hogares y familias, y no piden dádivas sino trabajo. Creo que los artistas somos comunicadores, esta es una forma de mostrar la realidad que se vive y tomar conciencia. El mensaje que uno, como artista, quiere (o puede) dar, es que no quede todo en la nada, el arte es una invitación a la reflexión, a hacernos preguntas. El arte muestra la historia y la actualidad, muestra la identidad.

A la par de tu trabajo como profesional de la salud, el universo pictórico de tu obra también se ha configurado como merchandising y emprendimientos que van desde las prendas de vestir hasta artículos de librería. ¿Cómo conviven el proceso creativo de una obra visual con esta posibilidad de acceder a la obra de un/a artista en otros objetos?

Todo tiene que ver con la creatividad. En mi experiencia, le pongo tanta energía al merchandising como a la obra original. Siento el mismo amor a la hora de vender un original que al vender una agenda: para mí es la transferencia del alma del original a la superficie de otro elemento. Además, todo lo manejo yo: cuando abro mi página me digo “acá estoy, acá me encuentro”. Me han propuesto encargos donde debía cambiar mi estilo, “pintá tal cosa” o “me podés hacer un…”, y yo no transo con eso. Porque no fluyo. En esto me escucho a mí: me gusta escucharme y, a partir de allí, fluir.

En la actualidad, ¿cómo se cotizan las obras visuales de artistas independientes? Teniendo en cuenta el proceso creativo y el tiempo de desarrollo de la obra en una colección, ¿se retribuye apropiadamente a los artistas por sus obras?

Cuando uno comienza una “carrera”, por así decirlo, en el mundo de las artes pictóricas, nos debemos preguntar: ¿a dónde queremos llegar? ¿Queremos vender nuestro arte? ¿Queremos vivir del arte? A pesar de que yo tengo una profesión, en el área de la salud y que es de lo que vivo actualmente, me propuse vivir del arte, y para ello hay que saber dónde estamos parados. Yo no sabía, subía una fotografía de una obra y me decían “me encanta, ¿cuánto vale?”, y me paralizaba. Empezaba a sumar, restar, preguntar a una amiga de Salta, calcular costos. La primera obra que vendí, fue en mi exposición del 2019, que era mi cuadro favorito, y prácticamente la regalé: hasta el día de hoy no sé dónde está esa obra, nunca pude llegar a la compradora. Entonces, en la pandemia, hice una capacitación online sobre cotización y marketing, donde aprendí a no tenerle miedo a ponerle el precio justo a una obra. También aprendí a familiarizarme con las estrategias para llegar al otro: armar un storytelling, porque detrás de cada obra hay una historia. ¿Qué quiere el cliente? El cliente no quiere un bien, un objeto, sino hacer un viaje, vivir una experiencia, y que la obra llegue a ser parte de su vida. Otra cosa que aprendí es que el arte no es aspiracional sino inspiracional, y eso me llevó a ponerle el valor a mi obra. Afortunadamente he vendido obras: he podido viajar y exponer fuera del país, pude “cruzar el charco” con la plata de las ventas de mis cuadros. Pero para eso hubo que estudiar y creer. En esta etapa de mi vida, en esto que estoy haciendo a través del arte, es en donde yo más segura me siento como mujer.

¿El papel de las redes sociales fue particularmente relevante para dar a conocer tu tarea artística? ¿Cuál es el rol actual que tiene el artista, y su obra, en los contextos de hiperinformación y caducidad?

Este es un aprendizaje diario. Estamos muy saturados y es un trabajo paralelo a la creación: el mismo tiempo que nos lleva realizar la obra, la otra mitad del tiempo se va en comercializarla. Con las redes sociales sucede igual: se muestra, hoy en día en que todo se tiene que mostrar, el proceso creativo, hay que mostrarse pintando… Lo veo en artistas que sigo, y son ¡rockstars! Suben su vida diaria no solamente pintando: suben si están tomando un café, dónde están, en qué plaza pasean, etc. Son celebrities, hablando en otros niveles, pero los sigo y los admiro como artistas. En mi caso, que soy una artista emergente, empecé subiendo cosas de mi taller, lo descontracturado y lo real, cómo estoy pintando. Y gusta: se visibiliza y se aprovecha porque es una manera de que conozcan tu producción. Yo quiero que conozcan mi arte, no mi vida privada, pero la foto en que estás vos pintando es la que más visitas tiene. Eso se ve reflejado en los números, no en la venta, pero todo va sumando. Las redes tienen un rol muy importante a la hora de crecer en esto. Hay mucho trabajo detrás de una obra: el arte me abrió muchísimas puertas. No le presto mucha atención a todo eso de los diplomas y los reconocimientos: a mí me hacen feliz otras cosas, otras situaciones. Como aquellas personas que llegan a mi casa porque quieren conocer mi obra, que han preguntado dónde están para ir a verlas, y he invitado a mucha gente a mi taller. Me hace feliz que la gente se acerque y se sienta atraída, y hagan parte de su vida esa historia que cuento detrás de la obra.