La semana política estuvo atravesada por los cortocircuitos en la coalición gobernante y los chispazos se hicieron sentir en el plano local. La visita del presidente Fernández a Salta evidenció apoyos y fracturas en el marco de la ruptura del diálogo del albertismo con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En la antesala de la guerra antiinflacionaria y en paralelo al tratamiento definitivo del acuerdo de entendimiento con el FMI, el presidente Alberto Fernández concretó su segunda visita a la provincia de Salta. La primera había desembocado en un inesperado revuelo tras el ingreso de militantes al pórtico del hotel Sheraton, pese a las restricciones propias de la pandemia. La agenda de su segundo arribo estuvo colmada por el acto de entrega de casas construidas por el IPV y financiadas por Nación a través del programa Reconstruir. 

«Confío que el Senado nos acompañe con su voto y podamos dar un paso más. Mañana tendremos un horizonte más despejado en esa materia», destacó el presidente en Salta, justo en el momento en que comenzaban las alocuciones en la cámara alta. El mensaje, más orientado a la tropa propia que a los ajenos, tuvo su fundamento en la fractura expuesta del frente de gobierno que, incluso, personajes de la dirigencia local reconocieron.

Entre las ausencias más llamativas estuvo la de Emiliano Estrada, uno de los dos votos negativos que el acuerdo con el FMI cosechó entre los diputados salteños. A diferencia de su compañera Verónica Lía Caliva, que rechazó el acuerdo en línea con los planteos de las organizaciones sociales, el economista ligado a La Cámpora desestimó el proyecto oficial en un gesto de lealtad y alineamiento con Máximo Kirchner. El joven dirigente, ungido por Wado de Pedro como el nexo entre el saenzismo y el Frente de Todos en aras de «garantizarle votos a Alberto», dio las primeras muestras de su real filiación.

La exhibición de trapitos, al parecer, no fue del agrado del diputado mandato cumplido por Rivadavia Jesús Ramón «rana» Villa, que entre el regocijo y la algarabía por la llegada del presidente deslizó que «no era momento para hacer pública la división del Frente de Todos».

Nora la opositora

Para las 7 de la tarde del jueves ya estaba en conocimiento de todos que entre los tres senadores por Salta habría un voto negativo y que (al igual que en diputados) provendría del oficialismo. Nora del Valle Giménez se convirtió así en la primera legisladora del kirchnerismo en anticipar su rechazo al entendimiento con el FMI en el senado. “Quiero adelantar mi voto negativo, pero que nadie se confunda. No voto en contra de mi Gobierno, no voto en contra de mi presidente ni de usted como vicepresidenta, no voto en contra del Frente de Todos, al que pertenezco y estoy muy orgullosa de representar. Voto en contra de la deuda ilegítima que dejó Mauricio Macri y voto en contra del Fondo Monetario Internacional, que una vez más, como desde 1956, vuelve a imponer las condiciones para repetir los ciclos de endeudamiento, crisis social, valorización financiera y fuga de capitales”, se excusó Giménez. 

A pesar de los matices, la postura de Giménez se enmarca en la ruptura del diálogo entre el presidente y su vice, Cristina Fernández de Kirchner, reconocido por la portavoz oficial Gabriela Cerruti. Aunque el pasado no la ubica en un espacio ideológico claro, desde su asunción en la cámara alta, la exfuncionaria urtubeycista se referenció indiscutiblemente en la figura de la presidenta del senado. Independientemente de la voluntad de Giménez, Caliva o Estrada, la posibilidad de cerrar la fractura en la coalición oficial de gobierno está y seguirá estando en manos de sus máximos referentes, hoy enemistados. 

Los favores se agradecen…

Donde no hubo grietas ni disonancia alguna fue en la legislatura provincial, donde se aprobó por unanimidad una escandalosa condonación de impuestos a productores tabacaleros del COPROTAB. Atrás quedaron los pataleos del ministro de Economía Roberto Dib Ashur en relación a la caída de la recaudación y a los miles de millones de pesos de déficit que la provincia debe afrontar.

Entre los defensores a ultranza de la eximición impositiva apareció el ministro de Producción, Martín de los Ríos, que en una entrevista con una radio local enumeró las bonanzas derivadas de no cobrar impuestos. En el universo paralelo del funcionario del PRO saenzista, reducir la carga impositiva de cualquier actividad redunda en «mayor recaudación», dado su carácter de «incentivo a la producción». Un argumento tan parecido a la «lluvia de inversiones» que asusta.

Restó preguntarle al ministro De los Ríos si el gobierno que integra estaría dispuesto a afrontar y defender una eximición similar en otras áreas de la producción como el comercio o los servicios; aunque claro está, para la tradición macrista, los «sectores productivos» son aquellos que extraen cosas de la tierra. Un concepto más cercano a la fisiocracia del S. XVIII que al liberalismo moderno. 

También restó preguntarle cómo es que hasta ahora -siguiendo su lógica- no se disolvió la Dirección General de Rentas; ya que esto, presuntamente impactaría en el desarrollo productivo de la provincia en su conjunto, como así también en la recaudación. El secreto para ser una potencia regional podría estar encapsulado en la mente de un emponchado funcionario a quien nadie escuchó.

Viejos carteles nuevos

En la actividad proselitista nada se descarta y todo se recicla. El axioma vale para las promesas, las ideas, los candidatos y también para los soportes materiales de la campaña. Aunque en muchos casos la información impresa en la cartelería política quede absolutamente desactualizada, son muchos los ejemplos de publicidad gráfica callejera que perduran mucho más que los propios candidatos en sus cargos.

Así lo evidenciaron esta semana los vecinos de barrio Grand Bourg que vieron como después de varios meses se retiró de la esquina de Durand y Alvarez Thomas una gigantografía del candidato Nicolás Avellaneda, derrotado en la interna de Juntos por el Cambio en septiembre pasado. Para sorpresa de los testigos, en su lugar no se colocó publicidad privada, mucho menos cartelería de gestión. En reemplazo de Avellaneda apareció nada menos que Juan Esteban Romero, quien ya es diputado y, naturalmente, no precisa de artilugios publicitarios más allá de los que pueda ejercer desde su rol de legislador que, por cierto, no viene siendo muy vistoso. Todo eso llevó a los vecinos a preguntarse: ¿Qué estrategia se está fraguando detrás? ¿El romerato intenta abrir el camino a una eventual candidatura nacional en 2023?