Se conocieron finalmente las obras que Nación e intendencia capitalina prometen ejecutar en Floresta, zona este de la ciudad. En el listado no aparece obras de agua corriente que desde hace 40 años falta en la llamada Floresta alta.
Los convenios para mejoras de infraestructura ya fueron firmados por el intendente Gustavo Sáenz, quien representara al municipio como encargado de gestionar los fondos mientras la Nación deberá controlar. Según se informó las obras tomaron un tiempo promedio de 2 años y medio y en 20 días llegaría el primer desembolsó. Según se informa, la Municipalidad tendrá que administrar alrededor de 200 millones para concretar los diferentes proyectos.
El listado promocionado para el barrio Floresta es el siguiente: Red Vehicular y peatonal; Desagues Pluviales; Playón Polideportivo; plazas y espacios verdes además de instalar contenedores de residuos, señalización urbana, paradas de colectivo, muro de contención y planes sociales. Todos aspectos muy similares a los que gozara el Barrio Bicentenario y Gauchito Gil salvo una diferencia crucial: en estos dos últimos se incluye “abastecimiento de agua y sus respectivas conexiones domiciliarias”.
Justamente eso es lo que falta desde hace 40 años en la llamada Floresta Alta cuyos residentes se proveen del elemental elemento vía camiones “aguateros” que llenan tachos que los vecinos usan para el vivir cotidiano. Escena que se produce semanalmente en un escenario que está a sólo quince minutos del centro de la cuidad. Situación que los obliga también a recurrir a grifos comunitarios que cuentan con el servicio durante un par de horas diarias. Recalquemos acá que hay trabajos universitarios que hace años que describen con precisión esa situación. Un extracto del mismo fue publicado en este medio en el año 2010. Llevaba por título “Cinco siglos igual” y era de autoría de José González Romano, actualmente antropólogo egresado de la Universidad de Salta.
Allí se puede leer que además de ubicarse geográficamente en las márgenes del ejido urbano, también vive al margen en cuanto al acceso a servicios públicos se refiere. La forma del barrio es particular: tiene unas veinte cuadras de largo, por tres cuadras de ancho, aunque la mayor de las particularidades es que crece “para arriba”, en el sentido de que las casas se van levantando en las laderas de los cerros. Debido a que el poblamiento del sector fue paulatino, hay sectores de la barriada que tienen 40 años de antigüedad.
El barrio esta subdivido en tres sectores y muchos pobladores hacen uso de esta categorización para identificar a los mismos: Floresta Sur, Floresta Centro y Floresta Norte. A su vez, también cuenta con una parte “alta”, y una “baja”. La parte más antigua tiene más de cinco décadas y se encuentra en la parte sur, desde donde comenzó el proceso de urbanización que fue extendiéndose hacia el norte y desde “abajo” hacia “arriba”.
En Floresta, además, existen loteos, asentamiento y villa. Esta última se distingue por tener viviendas construidas en su mayoría en terrenos fiscales o privados, ser construcciones muy precarias, con poco o ningún ordenamiento espacial y calles interiores frecuentemente angostas. Los asentamientos son formas nuevas de construcción que viene desde la década del 80.
¿Qué es lo que caracteriza a estas formas de habitabilidad? Que comparten entre sí una situación precaria de tenencia de la tierra. Los loteos económicos son barrios que surgieron a partir de la subdivisión masiva de tierras de uso rural y que se vendieron en cuotas a plazos.
Las diferencias hacia el interior del barrio se expresan también en con otras categorías: Floresta vieja – Floresta nueva. Floresta baja – Floresta alta. En “Floresta baja” muchos de los terrenos están escriturados, lo que supone algunas ventajas evidentes: las casas cuentan con cloacas, luz, agua corriente y desde el año 2.007 con agua durante todo el día. A medida que uno “sube” en dirección al cerro, se adentra en el “asentamiento”. Allí sus moradores están en una situación irregular con respecto al dominio de las tierras. Esta situación explica, al decir de los organismos oficiales, que esa parte de la barriada no cuente con agua corriente y que para proveerse de ella deba recurrir a los grifos comunitarios y también a los camiones. Son esos los lugares en donde cotidianamente se ven a hombres, mujeres, niños y ancianos con baldes y tachos que usan para reunir agua, algo que sólo pueden hacerlo durante dos horas por día porque luego se corta el servicio. Esa situación propia de siglos anteriores, explica otra no menos antigua: que cada tantos días pase el camión “aguatero” que llenan tachos de 200 litros que los vecinos utilizan para lavar ropa, utensilios y regar sus huertas familiares.