La carrera electoral apresuró la interna del endeble armado del PRO salteño. La fractura de Juntos por el Cambio se expande por todo el país y se expresa a nivel local en una disputa que tiene de un lado a Andrés Suriani y Alberto Castillo, y del otro, a Martín Grande, Virginia Cornejo y Gladys “Pichona” Moisés. Dimes y diretes de un sello roto en demasiados pedazos, todos pequeños. (Leo Paredes)

Como si fuera un jarrón chino algunos dirigentes intentan pegar sus partes y salir al mercado. Según el cuento, a ese jarrón solo lo querían los mercaderes cuyo objetivo era  sacar partido de alguna  de sus grietas. Otros solo querían  algunas piezas como si se tratara de un desguace. La ficción es realidad en esta fuerza política.

La estrategia política nunca está exenta de ambiciones personales que las contaminan, y el PRO se debate entre dirigentes que tras diez meses de gobierno provincial han cruzado lanzas con el gobernador, y otros que consideran necesario otorgar prioridad a los intereses locales en medio de una crisis extraordinaria como la originada por la pandemia del COVID-19.

Martín Grande, Virginia Cornejo, José Gauffin y Gladys Pichona Moisés, con amnesia inducida por la necesidad de renovar bancas, se muestran críticos para con Gustavo Sáenz y han encontrado la excusa en la reconstitución del PJ salteño con algunos funcionarios de la cercanía del mandatario, y alguna cordialidad necesaria con Alberto Fernández, de quien dependen los recursos que puedan llegar a la provincia.

 

En 2017 Moisés ingresó como diputada por el departamento Metán luego de una funesta gestión como Delegada de la UGL XII del PAMI. Eso sí, con la ayuda de un frente en el que Sáenz traccionaba mostrando ya su proyecto gubernativo. Pero el 2019 mostró la realidad del PRO en el sur salteño, en donde no alcanzó resultados que les otorgaran alguna representación municipal. Ello además de que Moisés fue candidata a senadora nacional en segundo término en una mesa en donde se le exigió a Juan Carlos Romero que la contemplara como compañera de fórmula y en la que quedó relegada. En esos tiempos ninguna crítica se le escuchó a la legisladora.

En el caso de Virginia Cornejo, tampoco se advierten los votos legitimantes ni medición estadística que le otorgue peso electoral. Siempre de la mano de Ricardo Gómez Diez y Luis García Salado logró ocupar cargos relevantes. Cuando ya se encontraba casi jubilada la presentaron para que ocupara una banca en el Concejo Deliberante en un acuerdo en el que Gustavo Sáenz era el candidato a Intendente de la Ciudad de Salta y le derramó sus votos.

Luego de su paso sin pena ni gloria por la Avenida República del Líbano, en la misma mesa en la que ungieron a Moisés, fue avalada a nivel nacional por su padrino y por Roberto Ulloa e ingresó en el Congreso Nacional, en donde todavía no se conoce de que desplegara alguna actitud en beneficio de sus comprovincianos. Luego de renunciar al Partido Propuesta Salteña que preside García Salado, se dispone a culminar su carrera política en el PRO en donde carece de afiliación.

Otro de los que no es afiliado es José Gauffin, quien abandonó el interbloque de concejales hace apenas dos semanas, esgrimiendo repugnancia hacia el mismo peronismo con el que compartió candidato hace apenas un año.

Sin embargo, el problema mayor de este sector –por sus apetencias- es el de Martín Grande. Mientras sus socios buscan renovar bancas provinciales o municipales colgados de los votos naturales de la centroderecha que hoy cuestiona hasta la cuarentena dispuesta por todos los gobiernos, el empresario-periodista quiere renovar su banca nacional.

De allí que radicaliza posiciones, convoca a marchas, pide la baja del dólar cargando la bandera argentina y despotrica sin solución de continuidad contra el gobernador al que ayudó a elegir. Su problema es que necesita cautivar a más de 100.000 salteños y ya ha elegido el saco donde colgar su pequeña figura.

En 2017 logró la banca a regañadientes de Bettina Romero que no olvidó hasta ahora las acusaciones de corrupción que ha ventilado Grande contra su padre. En estos tiempos de debilidades de todos, pareciera que nadie quiere jugar del lado de Grande, ni de quienes instauraron la traición como moneda en el espacio de la centroderecha.

No son explicables tantos cambios sino por la sola ambición personal de estos dirigentes huérfanos de espacios donde la rosca personal es condimento y el apoyo popular un complemento. Nada ha cambiado en Sáenz pero sí en sus ex socios cuyas necesidades van a competir en las legislativas y necesitan copar un partido que por la grieta mantiene expectativas en el departamento más importante de la provincia.

Sin embargo, esta semana Andrés Suriani generó el quiebre que no solamente se concentra en el PRO sino en el frente Juntos por el Cambio. Dijo con claridad que en Salta apoyan al gobierno y enterró el bisturí en la dirigencia de los globos amarillos. Es que la mayoría de los partidos que conformaron la alianza provincial y nacional comparten a nivel local un espacio de convivencia con el gobernador.

Salta nos Une del romerismo, el Partido Conservador Popular de Guillermo Durand Cornejo, el Partido Propuesta Salteña que preside García Salado, y disidentes de otras expresiones afines como la UCR y el mismo PRO mantienen la voluntad de comulgar en la alianza que los llevó al gobierno provincial en noviembre pasado.

Alberto Castillo y Martín de los Ríos son sus aliados más importantes, y han comenzado a cosechar los apoyos tanto nacionales como provinciales. Es que mientras el ala dura que conspira se recuesta en Patricia Bullrich, desde el sector de Rodriguez Larreta, Monzó y Frigerio interpretan que no existen motivos para desafiar electoralmente a un gobernador que antes fue socio político y nunca abrió herida alguna. Es más, ya está firme la decisión de dividir las elecciones y nada impide la libertad de acción que ya en 2019 autorizó Sáenz para su heterogéneo tinglado político.

Quizás la paradoja es que, como en los tiempos más crudos del conservadurismo, algunos prospectos de candidatos como Martín Grande a veces concitan adhesión más allá de su perfil y porque pueden lograr el aval de otra minoría en Buenos Aires. Se trata de estar parados en el lugar más conveniente, y en el momento justo. El futuro también puede mostrar la otra cara de esa moneda y enviar a los oportunistas a su casa.