La UCR y el Frente Renovador confían en que la detención del empresario Lázaro Báez permita apuntar hacia Cristina Kirchner. Hubo un fuerte hermetismo en la gobernación y en el FPV.

RÍO GALLEGOS.- La detención del empresario Lázaro Báez es un golpe al centro del poder kirchnerista, pero sobre todo sacará a la luz los fructíferos vínculos que el empresario tejió con la familia Kirchner a partir de innumerables operaciones comerciales, transacciones inmobiliarias, alquileres cruzados y propiedades comunes que hoy están siendo investigados.

Si bien el impacto político y económico aquí se empezará a percibir con el correr de los días, las imágenes de ese futuro se proyectaron a fin de diciembre cuando cientos de trabajadores de Austral Construcciones se volcaron a las rutas para reclamar por sus sueldos. Desde entonces, la empresa más favorecida con la obra pública en la Patagonia entró en una cadena imparable de despidos y cesación de pagos. En sus épocas doradas, Báez empleó a más de 3600 personas sólo en la constructora.

Hoy la constructora está parada y sin trabajadores. Pero además se respira una profunda incertidumbre entre los cientos de personas que trabajan en las múltiples actividades del Grupo Austral: estaciones de servicio, oficinas comerciales, panaderías, ferreterías, estancias, chacras, medios de comunicación, transporte, venta de autos, representaciones de firmas comerciales, productoras de eventos, por nombrar los rubros más conocidos. Nadie sabe a ciencia cierta si el emporio de negocios podrá sostenerse con Báez alejado del calor del poder.

Un dato lo refleja la empresa de cocina de producción, que ante la debacle económica pasó a ser administrada por sus empleados. Allí preparaban las viandas para los obreros de las empresas. Acosada por deudas y con la cadena de producción cortada, algunos empleados fueron despedidos y otros continúan con una producción en escala, pero mucho menor. Mientras el partido gobernante cayó ayer en un profundo mutismo a partir de la hora de detención de Báez, la oposición política se hizo oír. Para el diputado nacional Eduardo Costa (Cambiemos), la detención es un buen paso: «Fue una lucha de muchos años, mostrando lo que muchos querían ocultar, denunciando a los que se robaban el futuro de nuestros hijos y se hacían ricos con los sueños del pueblo», aseguró.

Para Costa, quien fue tres veces candidato a gobernador, «ahora falta que sigan avanzando, para que todos los responsables sean llevados ante la justicia», dijo, en clara referencia a Cristina Kirchner. También el radical aseguró que Báez y sus socios «hicieron negocios con los sobreprecios de la obra pública, nada de eso hubiera sido posible sin la complicidad de funcionarios kirchneristas», aseguró.

Según el legislador radical, después de 12 años de kirchnerismo, aquí quedaron «funcionarios millonarios, una provincia destruida, vaciada y fundida, y ahora por fin varios detenidos. Eso nos dejó en Santa Cruz la década ganada».

En Santa Cruz, una provincia donde no hay ningún político procesado por corrupción, la imagen de Báez parece llegada casi desde otro país. La detención, en una misma semana, de un ex ministro de Educación, -por Ricardo Jaime- y del más poderoso empresario de la obra pública de la provincia es, por lo menos, una imagen inédita. Segundos de televisión mostraron lo que no vieron en 24 años los jueces del poder.

Anoche, José Blassioto, diputado del Frente Renovador, leyó la noticia con un dejo de esperanza: «Ojalá que sea el paso inicial en la búsqueda no sólo de justicia, sino que también les dé valentía a muchos jueces federales que tienen en sus manos procesos de corrupción y que se pueda demostrar que robar no es lo mismo que no robar».

Sin embargo, la adrenalina que transmitían las imágenes de televisión que repetían hasta el infinito el momento de la detención no se condecían con lo que ocurría en las calles de la ciudad, donde el empresario montó su emporio económico de la mano del kirchnerismo.

A las 19, la vida de esta ciudad seguía su ritmo. La ex presidenta Cristina Kirchner estaba en su chalet -ahora investigado- de la calle Mascarello. A pocas cuadras, la custodia de Báez se mostraba inalterable y el movimiento de camionetas frente a la casa era mínimo.

Fuente: La Nación