Colegios históricos como el Belgrano y el Bachillerato Humanista poseen la mayor cantidad de egresados que luego se convierten en funcionarios con altos cargos en el Gobierno Provincial. El reciente incidente ocurrido en uno de ellos con un alumno acusado de violento y misógino disparó la inquietud: ¿cómo piensan los líderes del futuro? (por Andrea Sztychmasjter)
La educación Católica Apostólica Romana impartida tanto en instituciones públicas como en privadas, en organismos y diversas fundaciones se ve claramente en nuestra provincia. Sin ir más lejos, en los propios medios de comunicación locales se hace difusión (muchas veces entre líneas) de los preceptos básicos de esta mayoritaria religión. Lo importante de debatir es el hecho de por qué en base a éstos preceptos, se analizan muchos de los temas de la sociedad.
Tanto el colegio Belgrano como el Bachillerato Humanista (ambos ubicados en pleno centro salteño, con cuotas que oscilan entre los 500 y 800 pesos mensuales, “incluyendo subsidios del gobierno”), son considerados tanto por sus propios alumnos como por la realidad misma como instituciones formadoras de “líderes”. Esto se debe al alto porcentaje de funcionarios egresados de éstos dos colegios.
Un alumno egresado hace unos años del Bachillerato Humanista relata que en ese colegio dictan”desde materias tales como ‘Orientación Institucional’, en donde te enseñan a manejar instituciones y empresas, hasta el manejo del propio Estado. Lo que sí, salís de ahí sin ningún tipo de conciencia social, sin saber qué le pasa a las personas que tenés al lado”. Además, cuenta que allí “te meten la visión de la Iglesia, y la mirada política neoliberalista, de que tenés que salir del colegio, casarte, tener hijos, acrecentar y acumular tu nivel económico”. Esa enseñanza no deja afuera la idea de que lo que te sobre sea compartido con los pobres. Hacer beneficencia, algo que la Iglesia nos tiene acostumbrados.
El paralelismo entre los jóvenes que cursan actualmente los últimos años de estos colegios con los que ya egresaron y ocupan lugares importantes en la toma de decisiones sobre nuestra provincia es crucial y hasta un tanto inevitable, ya que, si no cambia mucho el panorama, serán estos mismos jóvenes los encargados del manejo de Salta en unos cuantos años.
Sale a la luz, irremediablemete, el fuerte impacto en los alumnos de estos dos colegios y la relación que poseen con la enseñanza (ultra) católica, y ése es el punto de partida hacia donde se redireccionan indiscutiblemente sus opiniones al respecto de otras temáticas de la sociedad misma; política, salud, derechos humanos, economía.
La religión que nos condena
Las culturas conllevan procesos sociales complejos y muy enraizados que se van transmitiendo a través de los tiempos. Si bien se producen cambios, esos cambios son lentos y muy paulatinos como para derribar estructuras tan firmes, y que al final de cuentas son las que van moldeando nuestra visión de las cosas. Esto es un claro ejemplo de lo que pasa en Salta, provincia que acapara con sus “ideas católicas” tanto a los habitantes de Capital como los del interior salteño y a partir de la cuál, claro está, se gobierna.
El principal mandatario provincial, Juan Manuel Urtubey, alumno egresado del Bachillerato Humanista, en últimas declaraciones vertidas acerca del fallo de la Corte Suprema con respecto al aborto no punible en casos de violación, manifestó que en la provincia norteña “será obligatoria la autorización judicial” para permitir su realización (ver nota de tapa). Sin tener en cuenta cuestiones como la complejidad que implica para muchas mujeres llegar a hacerlo, el tiempo que llevaría obtener una resolución, la falta de información y de recursos para acceder a un abogado, entre otras cosas y el incumplimiento del código penal.
Cuando se les preguntó a los alumnos de los últimos años de estos dos colegios, qué pensaban acerca de cuestiones como el aborto y el matrimonio homosexual, se vio claramente una postura muy radical al respecto, parecida a la de nuestro gobernador. “Estoy en contra del aborto, porque el feto no tiene la culpa, ni siquiera, en casos de violación”, manifestó una alumna del Belgrano. “En el curso hablamos y están todos en desacuerdo con el aborto, en último término se entrega al bebé en adopción porque sé que las niñas y mujeres violadas pueden ser abordadas psicológica o psiquiátricamente”, también “estoy en contra del matrimonio homosexual, porque rompe con lo que es el concepto de familia”, agregó la misma joven.
Los demás alumnos consultados manifestaron lo mismo; estar en contra del aborto y del matrimonio igualitario. En sólo un caso se manifestó estar a favor del matrimonio homosexual por considerarlo un verdadero acto de amor que el Estado debe aceptar, “pero cambiándole la nomenclatura, no debería llamarse matrimonio”, sostuvo.
Realidades ajenas
A estos colegios asisten chicos de las clases alta y media de nuestra provincia. Se da mucho énfasis en materias como Religión, Doctrina Social de la Iglesia y Ciencias Políticas.
Los alumnos consultados, en su gran mayoría habitantes del afamado barrio privado “El Tipal”, realizan viajes por toda Europa; los egresados de este año del Bachillerato se irán a Roma. Realidades ajenas al común de los salteños.
Mientras que en algunas provincias de Argentina se avanza en cuestiones importantes como los derechos humanos, la aplicación del fallo de la Corte Suprema del artículo 86, en Salta todavía se ve un estancamiento arraigado a la característica conservadora de nuestros gobernantes y de los mismos habitantes salteños. El claro ejemplo de la ley de educación provincial que sigue manteniendo como obligatoria -como lo es desde 1886 en Salta- la enseñanza de religión en la primaria y que destaca a la Iglesia Católica como responsable fundamental en la educación, es una de las tantas disposiciones obtusas en la provincia.
Entre tanto los alumnos que concurren a estos colegios contemplan una realidad paralela a la misma realidad existente. Afirmaciones como “si los pobres quieren plata que laburen y dejen de rascarse” o “el gobierno no tiene por qué no dejarte comprar dólares”, dejan en evidencia la mirada política y social de quienes concurren a estos colegios.
Si bien es cierto que se hace un importante hincapié en los contenidos académicos que se brindan y en la metodología de estudio, esto no llega de la manera que debería llegar a los jóvenes para un verdadero involucramiento social. “Del colegio salís con conocimiento en ciertas cuestiones; por ejemplo tenemos varios idiomas, latín y griego”. Por otro lado, la aceptación indiscutible de las leyes de la Iglesia Católica: “lo que está bien y mal que hagas en tu vida” comentó un alumno “y para qué cuestionarse, si lo que dice la Iglesia está bien” sentenció.
Lo que no se cuestiona, de ninguna manera, es la fe de la gente, el motor que eligen algunos para llevar adelante sus vidas. Lo que no podemos dejar de decir ni aceptar es la relación intrínseca de la religión con las tomas de decisión gubernamentales; que como ciudadanos nos tendría que involucrar a todos por igual, seamos o no practicantes de determinada creencia.
Es un dato, no menor, que hace ya varios años, estos dos colegios, sean las instituciones educativas a nivel provincial que albergan, instruyen y posteriormente instalan en el gobierno salteño a su alumnado. El fuerte poder de la Iglesia Católica en nuestra provincia, la dependencia absoluta de estos colegios a su doctrina, el alto nivel económico de las familias de quienes asisten y la vehemente relación entre el gobierno y la religión católica; son en Salta disparadores directos para entender el por qué de quienes llegan luego a ocupar determinados cargos en el gobierno provincial.