Culminó el periodo legislativo en que el PO tuvo nueve de 21 concejales. La tarea de la bancada trotskista estuvo lejos de parecerse a la toma del Palacio de Invierno y se acercó más a una estudiantina. (Gonzalo Teruel)

Siempre me dio risa una copla que, aprendida de su abuela expatriada por el generalísimo Francisco Franco, canturreaba un amigo y que dice algo así como “ellos eran cuatro y nosotros ocho/ ellos eran cuatro y nosotros ocho/ vaya la cagada que les hemos dado ellos a nosotros”. Por estas horas y con una amarga sonrisa, alguien puede imaginarse a los dirigentes del Partido Obrero cantándola, claro, con un ritmo marcial y una entonación acorde a La Marsellesa.

Ocurre que, con mucha pena y sin ninguna gloria, se terminó la presencia mayoritaria del trotskismo en el Concejo Deliberante. “Ellos eran seis y nosotros nueve/ vaya la cagada que les hemos dado ellos a nosotros” cantará, tal vez, Arturo Borelli para explicar cómo el Partido Justicialista (junto a sus ocasionales aliados) neutralizó durante los últimos dos años la presencia obrera en la primera representación vecinal.

Es que, en verdad, el PO no pudo resolver ninguno de los públicos y notorios problemas de la ciudad más importante de la provincia. El repaso de los proyectos (de resolución, declaración, e información) presentados por la roja bancada confirma que más que una revolución hicieron una estudiantina. Centenares de pedidos de informes y decenas de declaraciones “políticas” ocuparon el tiempo y los esfuerzos de los concejales que en noviembre del 2013 cuando rebosaban de votos, se habían propuesto la siguiente agenda: derogación del impuestazo de Isa; eliminación de las exenciones impositiva a las grandes empresas; modificación al código de planeamiento urbano para reservar terrenos para viviendas populares; impuestazo a los grandes emprendimientos comerciales y hoteles de cinco y seis estrellas; concesión de agente financiero del municipio con la condición de que el agente se comprometa a otorgar un cupo de créditos a tasas promocionales; revisión de todos los contratos de empresas tercerizadas que le cobran al municipio más de  lo que cuesta hacer los trabajos por administración; control de gestión mediante asambleas mensuales en la totalidad de los barrios capitalinos.

Nada de eso ocurrió y los obreros dejaron pasar la oportunidad de concretar ordenanzas que modifiquen la realidad salteña. Algunos pedidos fueron bien intencionados, otros obligaron al gobierno municipal a entregar una respuesta pero la mayoría quedó en el universo del disparate y solo merece una mención especial en estas páginas.

Borelli, el jefe del bloque, por ejemplo pidió al Departamento Ejecutivo Municipal que “proporcionara estacionamiento público para bicicletas” y solicitó que instalen semáforos y reductores de velocidad en Villa Primavera. José Britos, por su parte, se ensañó y repitió 6 veces el pedido de informes y auditoría a la empresa Agrotécnica Fueguina y solicitó que la Facultad de Ingeniería de la UNSa “inspeccione el Canal de Los Manzanos”.

Rodolfo Burgos, en tanto, exigió que le informen “la cantidad de piezas rescatadas de la histórica subasta del lote de bronce de los cementerios de la Santa Cruz y San Antonio de Padua”. Sobre el tema mortuorio también trabajó Jorgelina Franco y pidió que le informen “cuál es la normativa vigente con relación a los elementos de bronce que se rescatan de los nichos y si existe un registro de ingreso y egreso”.

Mirta Hauchana, por su parte, expresó “el más enérgico repudio a la escalada represiva que ha perpetrado el gobierno de la provincia de Santiago del Estero contra periodistas, estudiantes, docentes, trabajadores y diputados de la oposición” y también rechazó “los hechos de violencia familiar protagonizados por el electo diputado nacional Alfredo Olmedo quien a su vez realizó declaraciones para justificar sus actos que legitiman las conductas machistas”.

Jorgelina Jorqui presentó varias iniciativas destinadas al ámbito artístico y cultural y pidió que se declare de “interés cultural” o de “interés municipal” el “Festival Arte Salta, Fiesta Tira Rayo”, el “Evento Krop Legends”, el estreno del documental “Cuarenta balas- Caso Fisher y Buffano”, y la obra “Circus”. También repudió el ascenso “del general César Luis Milani al grado de teniente coronel y su nombramiento como jefe del Ejército Argentino”.

Marta Martín pidió, en cambio, cosas concretas como “la creación de una Plazoleta en Pueyrredón y Pedro Arias Velázquez” y la construcción de un refugio para usuarios del transporte público y una pasarela y la colocación de semáforos y en Avda. Ragone y Ruta 26. Pero sorprendió con un insólito proyecto “que se provea de canon de riego al vivero municipal Palo Marcado ubicado en la localidad de Cerrillos”.

Cristian Pereyra firmó una única iniciativa de su autoría y solicitó que se proceda a la “señalización” de las calles Zuviría, Pueyrredón y Vicente López “desde Juan Moro de López hasta Avda. Constitución”. Por el contrario, uno de los más laboriosos, Rodrigo Tolaba, rubricó 60 iniciativas entre las que sobresale el pedido de entrega de “un botiquín, pelotas de fútbol, redes y juegos de camisetas a los equipos que integran la Liga Amateur de Fútbol Solidaridad”.

A través de casi 200 proyectos el Partido Obrero reclamó enripiado, desmalezado, limpieza, iluminación, y obras varias, en distintas barriadas de la ciudad y exigió muchísimos informes a los despachos municipales: poco, muy poco para haber tenido un bloque gigante de 9 (sobre 21) concejales. La mayoría de sus iniciativas se redujeron a  las fórmulas “Solicitar al Departamento Ejecutivo Municipal…” o “Expresar Solidaridad…” o “Declarar Rechazo…” y poco más.

Hace apenas un par de años, en 2013, Salta amenazó con permitir la llegada de la izquierda al poder pero esa aventura ya es pasado y la derecha disfruta la tranquilidad de saber que las cosas ya están, de nuevo, en su lugar y que el PO sólo tiene 3 concejales y la decepción de aquellos votantes que soñaron con una primavera troska.