Tras el humo de las candidaturas oficiales y las escaramuzas radicales, retorna José Ibarra a la lucha por una diputación nacional. Con el guiñó del propio Sergio Massa y Gustavo Sáenz, el Secretario General de la Federación Argentina de Conductores de Taxis confía en llevarse puesto en las PASO al sojero Olmedo.   

La confianza de los seguidores de José Ibarra tiene un doble origen: la fuerte relación del taxista con el masismo duro y la cada vez más desgastada imagen de Alfredo Olmedo.

Con respecto al primer punto, los “ibarristas” saben que la candidatura del tachero es mucho más que una aventura personal por formar parte de la pata sindical a la que apostó un Sergio Massa que a nivel nacional se codea con Facundo Moyano, Alberto Roberti además del propio José Ibarra. Es más, portales como Visión Nacional aseguran que fue el hijo del poderoso Hugo Moyano el encargado de negociar la postulación de jefe de los taxistas como candidato a diputado nacional del massismo. En ese marco surge también el ya explicitado apoyo de Gustavo Sáenz al taxista no sólo porque así lo decidió Sergio Massa, sino también por razones personales a las que suele ser muy afecto el intendente electo de Salta: retribuir apoyos en tiempos difíciles y que está relacionado con los aportes de Ibarra a Sáenz cuando este disputaba a brazo partido y sin grandes apoyos económicos la intendencia salteña.

A las fortalezas propias dentro del espacio, se le suma aquello que los seguidores del “taxista” definen como desgaste de rival de turno: el sojero Alfredo Olmedo. Y es que es un secreto a voces que el massismo recibió a Olmedo en su espacio por cuestiones de conveniencia (aporte económico para la campaña presidencial y necesidad de que no se drenen votos del FR al PRO) pero genera desconfianzas en el equipo de campaña nacional que tolera en silencio los coqueteos de Olmedo con el PRO. Sin el apoyo del palacio massista, Olmedo debe lidiar además con el propio desgaste de su figura. Y es que en los últimos años sólo ha protagonizado reveses electorales a pesar de su enorme fortuna y de tener una imagen provincializada. Derrotas que propios y extraños atribuyen a la inclinación del sojero a repetirse una y otra vez con los mismos eslóganes y con las mismas ideas retrogradas.