Los suicidios adolescentes siguen aumentando. Las últimas estadísticas muestran una suba de un 328% en Salta, provincia que duplica la media nacional y que tiene un porcentaje 5 veces superior al de Capital Federal. Algunas posibles causas y la batalla por la inclusión que el Estado se resiste a dar. (DOM)
Los casos así, por separado, dicen poco. Los policías trazan una hipótesis superficial y sobre todo tranquilizadora respecto a los factores desencadenantes de situaciones que llevan al suicidio; pero rara vez se habla de un trasfondo social resquebrajado y que sólo puede solucionar el Estado con políticas de integración.
Que no son casos aislados se hace evidente cuando se observa los índices oficiales: mientras en todo el país los casos crecieron un 39% entre 1997 y 2008, y hasta un 102% entre los adolescentes de entre 15 y 19 años de edad; en Salta el aumento fue del 328% durante este período en la última franja etaria.
Para la secretaria de Salud Mental, Claudia Román Ru, en Salta hay 13 suicidios por cada 100.000 habitantes. De acuerdo a ella, la tasa se mantiene relativamente estable desde 2008, si bien apunta que periódicamente hay picos. Sin embargo, índices Nacionales señalan que en 2012 la tasa de suicidio entre los que tienen de 15 a 19 años fue de 23,1 por cada 100.000 habitantes, cinco veces más que en la ciudad de Buenos Aires (4,8 x 100.000), y más del doble de la tasa promedio de la Argentina (9,9 x 100.000). Después de los accidentes de tránsito, es la segunda causa de muerte violenta en la provincia: representa alrededor del 35%, mientras que los homicidios representan el 4,79%.
Es decir que hasta ese año se producía casi un suicidio cada 30 horas en Salta. Y hay que tener en cuenta que, por cada muerte producida, se llevan a cabo por lo menos veinte intentos.
La mayoría de los que consiguen el objetivo de morir son hombres (81,5% de los muertos), aunque el número de intentos sea superior en las mujeres; esto se debe a que las mujeres toman el suicidio como un acto de comunicación y optan, en consecuencia, por modos menos eficaces, menos violentos. Esto se conoce como el gesto suicida: cuando el acto de violencia es sin intenciones letales, como una demanda de ayuda o de atención.
Como se ve, no se puede hablar de casos aislados.
La salteñidad mata
Son pocos los que intentan encontrar las verdaderas causas. Ni siquiera se admite públicamente que hay algo que anda mal en esta sociedad, tan mal como para que los jóvenes prefieran no vivir en ella. La ONG que trata a partir de datos del Ministerio de Salud de la Nación esos datos tan distintos a los que maneja o dice manejar la funcionaria salteña, también intenta elaborar alguna hipótesis sobre el porqué de los datos tan diferentes y alarmantes con otras provincias.
Esa ONG es Asociación para Políticas Públicas, su director y autor del informe es el Sociólogo Diego M. Fleitas, quien sí esboza varias teorías. “En el caso de las provincias del Noroeste quizá habría que particularmente explorar en qué medida la cultura tradicional incide en el rechazo tanto de los jóvenes con problemas como de su posible tratamiento”, dice Fleitas.
Este es el factor regional. Sobre por qué este problema aqueja más a los adolescentes que a otro grupo etario aseguró que los jóvenes tienen una personalidad más inestable e impulsiva y tienden a asumir más riesgos. “Además pueden verse particularmente afectados por situaciones de abuso, desordenes como la anorexia, el consumo de alcohol y drogas, o por complejos procesos de maduración y a su vez de construcción de su identidad sexual”, dijo el profesional. En el informe elabora una lista de factores: a) la existencia poblaciones aisladas y rurales, procesos migratorios, b) cambios socioeconómicos en las regiones, c) la particular estigmatización de los jóvenes que sufren cierto tipo de problemas, insuficientes servicios de asistencia o incluso el rechazo cultural a dicha asistencia.
Otros detonantes
Además del desfasaje entre los anhelos de modernidad y la insistencia provincial por anclarse en el pasado, un informe realizado por Unicef pone su lupa sobre la pobreza, las faltas de expectativas y oportunidades con las que crecen los jóvenes. Esto puede afectar especialmente a Salta porque es la quinta provincia del país con mayor porcentaje de adolecentes: 10,91% de los habitantes de la provincia tienen entre 10 y 14 años, mientras que en el país ese sector llega al 8,73%. Y entre 15 y 19 años, el porcentaje es de 10,62% para Salta y 8,83%. Es decir, muchos jóvenes en una provincia que hace todo lo posible por reinventar su vejez.
Según este estudio de Unicef Salta tiene el 2do mayor porcentaje de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) en hogares con adolescentes. Recordemos que para el Indec se consideran hogares con NBI aquellos en los cuales este presente al menos uno de los siguientes indicadores de privación: hogares con hacinamiento crítico, hogares que habitan en una vivienda de tipo inconveniente, hogares en viviendas que no tienen retrete o tienen retrete sin descarga de agua,
También hay menor cobertura de agua por canilla dentro de la vivienda en aquellos hogares en los que viven adolescentes: 3 de cada 10 jóvenes salteños no tiene agua en canilla en su casa y sólo el 60% vive en una casa con cloaca o desagüe. El 54% no cuenta con obra social y es por esto que en 2010 el 14.1% de los egresos hospitalarios en Salta fueron adolescentes, superando al promedio nacional en 1.4 puntos porcentuales. Así, la tasa de mortalidad de adolescentes fue superior a casi cualquier provincia. “La tasa de mortalidad en suicidios en Salta tiene una tendencia creciente y en 2008-2010 duplicó el promedio nacional”, se puede leer en el informe de Unicef.
Unicef también subraya lo que se podría considerar otras “conductas suicidas” o de riesgo para las personas. El caso de las muertes en accidentes de tránsito es 7 veces mayor en los adolescentes que en los adultos. Asimismo, la muerte por agresiones es 10 veces mayor en los adolescentes que en los adultos. Otra vez lo social como telón de fondo casi determinista: Salta tiene un índice de asistencia escolar menor al resto del país y posee, como si fuera poco, porcentajes muy distintos entre los municipios. Mientras en Capital el 90% de los jóvenes continúan en la escuela, en Rivadavia únicamente el 75% termina el secundario.
Estamos hablando de muchos chicos: son 3.066 niños y niñas en edad de asistir al preescolar que no asisten a la escuela preescolar o primaria en Salta; 2.523 niños que no asisten a la escuela primaria ni secundaria; 18.021 niños y jóvenes que no están en la primaria ni en la secundaria y son 47.349 niños y jóvenes los que están en la secundaria con rezago y aumentan su riesgo de desertar. Otro dato brutal de Unicef sobre Salta: alrededor de 71.331 niños están en la primaria pero corren el riesgo de desertar por su condición de rezago.
La ausencia del Estado es total no sólo en el área de Educación. Tomemos, por ejemplo, el suicidio adolescente: se incrementa 1.3 puntos porcentuales entre 1991 y 2011. Del total de partos, el 17,7% fueron de madres adolescentes. El Porcentajes es superado únicamente por tres provincias del país. Esto se agrava en varios municipios y departamentos locales. El mayor porcentaje de embarazo adolescente se encuentra en el departamento Iruya, donde los índices pasan del 17,7% al 30,6% de jóvenes que son madres siendo aún adolescentes.
No es extraño, entonces, que Salta también ocupe los primeros lugares de jóvenes que aceptan haber probado alguna vez una droga ilícita. Así lo dijo el 18,6% de los encuestados. El porcentaje de esa encuesta casi duplican a los resultados de un año atrás (había sido del 10,5%)
El suicidio es, siempre, un acto de comunicación. Se puede leer, sobre todo, como un síntoma. Y ese síntoma es claro: Salta se ha convertido en una provincia en la que ya no se puede vivir.
El Manual olvidado
El gobierno provincial sabe, o al menos sospecha, que hay algo mal. En la teoría, incluso se hace cargo de lo que está mal. Hace unos años sacó un manual sobre abordaje para los principales problemas que aquejan la salud mental de los salteños. Hay algo incluso muy importante en ese manual: se acepta que problemas como el suicidio tiene que ver con la colectividad. “La salud es un proceso que no sólo es individual sino una construcción colectiva y solidaria”, dice la primera oración del manual.
Se acepta en parte el problema. Pero, más que nada se lo disfraza: “se ha iniciado dentro del marco de las políticas públicas provinciales un proceso de transformación orientado a adecuar este servicio a los nuevos paradigmas vigentes en materia de salud mental… El planteamiento de una política de Salud Mental debe necesariamente ser contextualizada en un escenario histórico-social. El estado socioeconómico que atraviesa nuestro país afecta y se constituye en factor desencadenante de múltiples trastornos psicosociales, con un alto grado de disgregación social, donde la comunidad cuenta con escasos recursos para la contención de los mismos y el consiguiente aumento de los trastornos psicopatológicos” dice.
Queda claro que si tantos jóvenes deciden quitarse la vida es porque el gobierno que les prometió hacer realidad la esperanza se las extinguió.