La persistencia, los contactos y una errónea impresión ajena, finalmente beneficiaron al dirigente del macrismo Kenji Gómez Matsumoto. O a lo mejor hayan sido las dos cifras iniciales de su DNI –“la cabeza” según la traducción psicoanalítica y quinielera- que lograron su batallado ingreso a la administración pública provincial.
Kenji venía a las pechadas y empellones por un cargo desde el traspié que dos años atrás sufrió cuando la Asociación de Trabajadores del Estado pidió su baja como Coordinador de la Secretaría de Agricultura Familiar, dependiente del Ejecutivo nacional. Y este tercer día hábil de la semana, la cucarda provincial con formato decreto lo invistió como uno de los jerárquicos en la Dirección de Planificación (Secretaría de Industria y Comercio) del Ministerio de Producción, cartera encabezada por Martín De los Ríos.
A raíz de quien sabe qué, en los despachos del Ejecutivo provincial recordaron, justamente hoy, aquel chiste sobre los 4 loros de los que 3 de ellos cultivan diversas destrezas (oratoria, entonación de tangos y silbido parecido al de una guitarra eléctrica), pero al preguntar por la de este 4° que comparte -muy parsimonioso- la misma jaula el veterinario responde: “no sabe hacer nada, es el jefe”.
Kenji: la revancha.
En una de esas, tal descrédito en tono de sorna haya sido el que circundó este miércoles al conocerse el nombramiento de Gómez Matsumoto en este puesto provincial, con asistentes propios y voz de mando. Hasta es posible que muchos de sus actuales detractores se hayan quedado con aquella semblanza de un par de meses atrás, sin otorgarle la posibilidad ni el tiempo para reivindicarse y refutar aquella impresión circunstancial.
En agosto de 2018, tal como publicó “Cuarto Poder”, ATE le había conferido al flamante Director coordinador una ingobernable aversión al esfuerzo físico o la fatiga. Además de un enfrentamiento encarnizado con todo aquel material de texto que posibilitase su evolución y cultivara alguno de sus atributos para aquel cargo en Agricultura Familiar de la nación, remunerado a partir de abril de 2016.
A estos reclamos atronadores planteados por ATE, en medio de una metralleta de despidos en esta dependencia nacional (encendidos en la antevíspera de la Navidad 2015 por la actual Jefa comunal, Bettina Romero), el por entonces titular del Pro en Salta, Martín De los Ríos había intentado explicar que Gómez Matsumoto había sido reclutado “ni siquiera por amiguismo, ni por no amiguismo, llegó porque ya llevaba año y pico, dos años casi trabajando allí”.
La inacabable pulla sindical
No conforme con esta reivindicación vehemente, el sindicato de los estatales prefirió graficar a KGM como si no estuviese capacitado para dicho cargo, planteo por escrito y por triplicado que dirigieron a Juan Manuel Urtubey, a De los Ríos y al por entonces ministro de Agricultura de la nación, Luis Etchevehere.
En la crónica publicada por este medio el 30 de agosto de 2018, la versión de ATE incluyó una réplica al argumento de De los Ríos: “en el año y medio que estuvo no se le conocieron funciones, empezó su ´actividad´ en junio 2016 pero cobró desde abril”. Según este gremio, Gómez Matsumoto tenía horarios sui géneris y costumbres laborales aún más extravagantes para quienes no están familiarizados con el ritmo que la cultura de los nipones le imprime a cada tarea.
En la versión 2018, ATE reseñó que KGM “llegaba a ‘trabajar’ cuadernito en mano cerca de las 10 de la mañana, se dormía en las reuniones que participaba, ‘wathsappeaba’ en los momentos lúcidos y se retiraba a cualquier horario, siempre lejos de cumplir las ocho horas o más que el resto de lxs trabajadorxs de la institución”.
Otro hito de aquel testimonio objetó que Gómez Matsumoto haya realizado un periplo por el norte provincial, desembocando en la localidad de Aguaray. Justo ese día coincidió con la celebración de ”la elección de la reina de los estudiantes” y el Día del Estudiante, pero quedó a la par de otra anécdota como aquella irrepetible que inmortalizó su “siesta en la camioneta cuando visitó Cachi”, se confabularon para atestiguar –y rubricar- la mayoría de los empleados de Agricultura Familiar. O bien, en su condición de candidato a diputado nacional suplente de Martín Grande, en 2017 cuando “se ausentó de manera permanente de la oficina, y obviamente continuó cobrando por no hacer nada en el Estado, como todo ñoqui”.