Desde este mes, el intendente de Rosario de Lerma, Ignacio Jarsún, resolvió dejar sin trabajo a prácticamente el 20% de los empleados municipales. Pese a que protestan de manera pacífica, con acampes, marchas y huelgas de hambre, el rugbier se niega a dialogar con despedidos. (Franco Hessling)
Rosario de Lerma se encuentra en pleno proceso de lucha ya que prácticamente 59 empleados municipales fueron removidos de sus puestos de trabajo por el intendente Ignacio Jarsún. Éste, haciéndose eco de un trillado argumento patronal, afirmó que no se trata de despidos porque, en realidad, son contratos que se terminaron sin renovación. Lo que omite Jarsún es que algunos de esos contratos venían siendo extendidos desde hace una década, por lo que desde hace muchos años deberían haber sido efectivizados como trabajadores de planta permanente, todavía en tiempos de Sergio Ramos.
La reciente decisión tomada por Jarsun cobró efecto desde el primero de noviembre e inmediatamente desencadenó la reacción de los afectados y de otros compañeros municipales que se solidarizaron con su cruzada por la reincorporación. El rugbier intendente se mantuvo firme en su determinación de dejar en la calle a los contratados y hasta se atrevió a relativizar el reclamo asegurando que muchos de los manifestantes ni siquiera eran empleados de la comuna. Consideró que las maneras de expresarse fueron violentas, mote que perfectamente cuadraría en la acción gubernamental de dejar sin trabajo a tantos rosarinos, y que por eso no dialogaría con ellos/as.
La terquedad demostrada por el joven Jarsún, quien en todo momento se excusó aduciendo que la hacienda municipal no atraviesa su mejor momento y que se hacen imprescindibles tales recortes, concitó el recrudecimiento de las medidas asumidas por los y las protestantes. En ese marco emergió una huelga de hambre, método pacífico y de auto flagelo, que se prolonga ante la tozudez demostrada por el jefe comunal. Éste intentó llevar la discusión siempre hacia causes tangenciales al eje de los despidos, a la supuesta violencia de los manifestantes y la situación roja de las finanzas rosarinas, Jarsún le añadió la responsabilidad de su predecesor en el cargo, Sergio “Topo” Ramos, quien visitó a los manifestantes durante estos días. Es importante remarcar que, en los últimos diez años de gestión de Ramos, Jarsún fue concejal en más de un período, presidió el cuerpo deliberativo y fue electo diputado provincial, siempre acompañado por el aparato del Topo.
Es cierto que además de Ramos otras organizaciones sociales, políticas y sindicales se acercaron al lugar, principalmente ATE, la CCC y el Partido Obrero. Aunque no es menos cierto que esos acercamientos no le restan legitimidad al reclamo, los despidos son reales y la indiferencia del intendente también. Se estima que la comuna cuenta con alrededor de trescientos empleados, con esta desvinculación masiva se estaría recortando la planta de trabajadores en un 20%. ¿El municipio ahorrará mucho dinero? Pues no, pese a los argumentos de Jarsún, los contratos que se decidió dar de baja son de extrema precariedad, rondan los cuatro mil pesos mensuales por cada trabajador. Contrariamente con recortar los contratos más suculentos, en algunos casos de personas que ni siquiera asisten a trabajar, Jarsún usa el fundamento económico para dejar en la calle a los trabajadores más vulnerables.
Uno de los puntos sobre los que los protestantes basan la viabilidad de su reclamo es que, justamente, Jarsún incorporó personas de su entorno político a la administración municipal. Es decir, no hay una cuestión real de crisis económica, o al menos no es atendida en todos los casos. Cuando conviene se apela a la necesidad de reducir gastos, cuando no, se disimula arteramente para que la manteca llegue sólo a los techos amigos. Con lógica extorsiva, en este caso, Jarsún asegura que los desbalances monetarios no permiten continuar estos contratos, y que, de sostenerlos, habrá complicaciones para cumplir con el pago de salarios, aguinaldos y bonos de fin de año. Como siempre, la crisis económica se usa para golpear a los laburantes.
Matar con la indiferencia
La huelga de hambre que se inició hace dos semanas, actualmente es sostenida por Norma Yapura y Vilma Contreras. Antes también estuvo Silvia Ibáñez, quien finalmente se descompensó y fue trasladada para recibir atención médica. Nunca recibió comunicaciones de parte de la intendencia y tanto las primeras, como la descompensada y los demás, tienen como única vía de comunicación abierta con Jarsún las redes sociales. Afirman que Jarsún no va a la Municipalidad desde hace varios días. Las comunicaciones oficiales del municipio de Rosario de Lerma les dan la razón: el jueves informaron que el intendente se encontraba “participando de la jornada ‘Ciudades 2030: el futuro de las ciudades argentinas’, que se desarrolla en Casa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”.
Según trascendió en estos días, la conducción municipal estaría barajando la posibilidad de fragmentar la lucha ofreciendo la renovación del contrato a una veintena de los 59 que originalmente fueron marginados de sus puestos laborales. No hay precisiones al respecto, aunque no sería desatinado darle crédito a esas versiones, se trata de una estrategia constante cuando se busca disgregar manifestaciones. De todas maneras, es probable que el paliativo fuera sólo hasta diciembre, momento en el que se sumarían éstos y nuevos contratos sin renovación. Es decir, en total, al finalizar el año en curso, podrían ser más de 59 los alejados de sus fuentes de trabajo.
La postura recalcitrante de Jarsún, quien en ningún momento se acercó a dialogar con los manifestantes ni los convocó a una reunión, aun después de la descompensación de Ibáñez, se anticipa como el primer jirón de una política municipal que podría extenderse a otras comunas. Al igual que la ola de conflictos por despidos que se dio apenas asumió el nuevo Gobierno de la Nación, en este momento, con el atizado de sus políticas de contrarreforma anunciadas para los próximos meses, puede que la situación de Rosario de Lerma sea el prolegómeno de una nueva cadena de pujas.
Firmes, los trabajadores rosarinos aseguran que sostendrán su campaña de acampe, huelga de hambre y movilizaciones por el pueblo hasta que el jefe comunal finalmente se preste a dialogar con ellos para negociar la reincorporación.