La mirada femenina sobre la mujer y el acostumbramiento a mirarnos a través de los ojos masculinos. (Andrea Sztychmasjter)

Continua siendo necesario analizar por qué  los programas televisivos de mayor rating hoy en día siguen siendo aquellos en donde la cosificación de la mujer es la bandera que levantan. En un momento donde la agenda de las problemáticas de las mujeres se encuentra cada vez más visibilizada, la televisión sigue reticente a cambiar las estructuras históricas que ponen al cuerpo de las mujeres atrás de una vidriera para el goce de los hombres.

¿Qué sucede con la hipersexualación que realizan las propias mujeres? ¿Es una forma de liberación? o por el contrario ¿un engaño del sistema patriarcal?

Dice Claudia Laudano profesora e investigadora en comunicación, tecnologías digitales y feminismo. “Aún frente a las contribuciones mediáticas al resquebrajamiento de las significaciones vigentes en el imaginario social que posibilitan mayor visibilidad de la problemática; la coexistencia actual de distintas designaciones para el fenómeno de la violencia hacia las mujeres -en particular las no vinculadas a la categoría ‘género’- trae al menos dos consecuencias significativas. Por un lado, diferentes modos de proponer interpretaciones sobre las prácticas sexistas y orientar la inteligibilidad de los problemas; y, por otro, que ‘violencia hacia las mujeres’ constituye un significante en disputa en el campo periodístico, en tanto no ha logrado instituirse y sedimentarse como otras significaciones de sentido común”.

“El cuerpo de las mujeres” es un documental italiano que plantea la necesidad de denunciar la manera sexista y humillante en que es retratada la imagen de la mujer en la televisión; pero la crítica del audiovisual va más allá de poner el acento en la responsabilidad de los medios.

En el documental la autora describe que el problema social, también se debe a la mirada que tiene la propia mujer sobre la mujer: “Estamos tan acostumbradas a vernos a través de los ojos de los hombres, que ya no sabemos reconocer qué queremos realmente y qué nos hace felices. Las mujeres nos miramos unas a otras con ojos masculinos, miramos nuestros senos, nuestra boca, nuestras arrugas como pensamos que un hombre nos miraría”.

Se entiende así que la sociedad actual mira y juzga a la mujer a través de los hombres, esto lleva a la “cancelación de la identidad femenina”, que ocurre bajo la mirada de todos, pero sin que haya una reacción adecuada, ni siquiera por parte de las mismas mujeres.

Es así como la crítica visual del documental plasma cómo la mujer se ha ido reduciendo a un mero objeto decorativo, y sin tener consciencia de ello busca y busca alcanzar este estereotipo impuesto.

Al ser consultada sobre cómo es presentada actualmente la mujer a partir de su cuerpo la psicóloga Natalia Negrín mencionó al respecto: “Entendiendo que la cultura patriarcal se basa en la desigualdad de poder entre los géneros, es que pueden comprenderse algunos efectos sobre los cuerpos de las mujeres: así como nos han enseñado de pequeñitas, a jugar con muñecas, o a la casita, también para las adolescentes y adultas se nos imponen estereotipos de belleza reproducidos hasta el hartazgo en las publicidades, programas de televisión, revistas, internet, etc. Las mujeres somos valoradas o menospreciadas por el ‘envase’ que nos contiene, que muchas veces pareciera sólo estar para sostener el goce de la mirada masculina. También en el ámbito de la sexualidad, el sentido común nos indica ‘cumplir’ a los varones. Los parámetros de éxito, belleza y sensualidad son exaltados a diario en programas de entretenimiento que perpetúan la cosificación de las mujeres como objetos, se nos vienen enseñando, hace miles de años, que es una de las pocas cosas que tenemos para ofrecer”.

Por su parte la psicóloga, Irma Silva, puso especial interés en la caracterización y socialización de la adolescencia y la juventud quienes se hayan íntimamente relacionados con las actuales formas de comunicación y redes digitales donde las imágenes cosificantes aparecen por doquier y traspasan lo difundido por la pantalla televisiva: “Existe un borramiento de las fronteras entre la esfera íntima, la esfera privada y la esfera pública en la sociedad moderna. Es más, la tendencia real, material, tecnológica y mental tiende a disolver esa supuesta distinción. Hay una mirada patriarcal que se sostuvo a lo largo de la historia en el supuesto goce femenino, mal entendido como el sufrimiento, la sumisión y el ser objeto de deseo. Seguimos asistiendo a la apropiación masculina del cuerpo de la mujer”.

De Tinelli a la Culocracia

En la sociedad actual se entiende que el poder de dominación de las mujeres pasa en gran parte por el control a través del sexo y que la televisión termina legitimándolo. La sociedad, con ayuda de los medios de comunicación, termina implantando un estereotipo de mujer. El filósofo José Pablo Feinmann con el término “culocracia” se refirió a este fenómeno de mostrar en TV el cuerpo de la mujer. Puntualizó cómo es ese fenómeno de “dominación y estupidización” que difunden programas como los de Tinelli: “Un tipo labura todo el día, desayuna mal, almuerza mal, trabaja, llega a su casa, se sienta a comer y mira a Tinelli. Y lo que ve es una falsedad infinita que son esos ultraculos, superculos, especta-culo. El hombre mira a su patrona y dice ‘pobre de mí, soy un miserable’. El sujeto que debe ser activo, lúcido y crítico, se siente un miserable en ese momento porque su mujer tiene el culo caído”.

En este sentido, la psicóloga Irma reflexionó sobre la responsabilidad mediática y como operan en nuestra psiquis los mensajes que los medios emiten: “Los medios masivos de comunicación reproducen las imágenes, los ecos y la sociedad dictamina juicios hacia nuestros/as adolescentes y jóvenes. Las condiciones, generadas desde la cultura, forman la intimidad del psiquismo de las personas, permiten la apropiación indebida por parte del género masculino, que las vemos presente en situaciones como en los llamados videos ‘hot’. Este tipo de subjetividad inducida en las mujeres por el patrón cultural, produce el sometimiento”.

Ana G. Aguilar en una nota titulada “La falacia de la revolución sexual femenina y otras mentiras del capitalismo patriarcal[1], explica que de uno de los daños del sistema capitalista del que poco o nada se habla, es la erotización extrema que muchos tratan de vendernos en forma de “Liberación Sexual”: “Esta erotización extrema a la que nos someten cada día no es más que otra forma de esclavitud que nada tiene de libertaria, pues degrada y cosifica, especialmente a las mujeres. Por un lado, convirtiendo sus cuerpos en una cárcel de auto exigencia por los cánones de belleza impuestos, y por otro, reduciéndolas y representándolas como simple mercancía. Una esclavitud consumista que continúa cosificando y promoviendo la desigualdad de género y el tráfico de seres humanos, y cuyas víctimas directas son sobre todo mujeres y niños”.

Por eso es importante plantearnos una nueva mirada sobre la imagen de la mujer y esta “libertad” al mostrar su cuerpo. Las psicólogas consultadas destacaron que el desafío que nos queda por delante pareciera ser “de-construir y re-construir ese sistema que oprime, modificando hoy nuestras formas de relacionarnos con el otro y con nuestros propios cuerpos”.