El título del artículo es el mismo de la obra maestra de Joseph Conrad y grafica bien a un departamento como Rivadavia, donde el Estado llega sólo a fracasar. Un repaso de los datos censales lo confirma y explica por qué los médicos porteños se espantan cada vez que llegan allí. (D.A.)

Esos números muestran que a Rivadavia ni siquiera podamos considerarla un poblado del “Tercer Mundo”, donde una elite rica suele rodearse de una clase media estrecha y una sobredimensionada mayoría de pobres. Y es que allí, en Rivadavia, siquiera hay una estrecha clase media.

Se trata de un departamento cuyos tres municipios y el infinito mosaico de parajes habitados por criollos y demás pueblos están salpicados en un territorio con pésimos caminos que dificultan la comunicación. Un lugar donde los adultos tienen otras urgencias, por ejemplo buscar alimentos para hijos, sobrinos o nietos que potencialmente pueden morir por desnutrición; o que viven en alerta constante ante la amenaza de ser cercados o expulsados por las grandes fincas que allí desembarcan.

Un repaso por las estadísticas censales confirma lo primero. Según el último censo (2010) habitaban en Rivadavia 30.429 habitantes repartidos en tres municipios: Rivadavia Banda Norte (9.754); Rivadavia Banda Sur (8.866) y Santa Victoria Este (11.809). Por entonces, esa población estaba habitada por 6.656 viviendas, de la cuales 2.412 fueron catalogadas como ranchos y otras 465 casillas de madera. En esas precarias viviendas vivían 13.462 personas, es decir el 45% de la población.

Las 3.711 casas en la que habitaban las 16.540 personas restantes estaban lejos de escapar a la precariedad de la vida. Ello se infiere de la lectura de otras variables censales: de los 7.154 hogares (tecnicismo para identificar a una o más familias que habitan una misma construcción) sólo 1.472 (20,5%) contaban con baños con descarga de agua mientras los restantes 5.682 (79,4%) carecían de ellos. De esos hogares, además, 4.825 (67,5%) no contaban con heladeras; 6.681 (93,5%) no poseían  computadoras; 7.042 (98,5%) no tenían un teléfono de línea; y el 11% de la población mayor de diez años era analfabeta: 2.384 sobre una población total mayor de diez años de 21.981.

Respecto a lo estrictamente nutricional, el Anuario Estadístico 2012 publicado por el gobierno en el 2013 indicaba que el nivel de desnutrición llegaba al 10%.

Durante la era Romero la cosa no estaba mejor. El censo 2001 muestra que en aquel momento el porcentaje de hogares y población con Necesidades Básicas Insatisfechas era el más alto de toda la provincia: de un total de 5.667 hogares censados, 3.320 (58,6%) sufrían esa condición. Eso suponía que de una población registrada de 27.278 habitantes, 17.868 (65,5%) vivían sin poder satisfacer sus necesidades básicas.

Ese abandono permanente explica otra cosa: que el nivel de abstención electoral ronde hace años entre el 45% y 48%. En las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias de agosto el índice mejoró un tantito para superar el 50% que en el fondo deja todo como estaba. Y es que Rivadavia volvió a ser el lugar en donde menos participación hubo. Sólo fue a votar el 53% de los empadronados y si a ese porcentaje le restamos otro 2,7% que votó en blanco en la categoría de diputado provincial, vemos que sólo un 50% de los ciudadanos de Rivadavia optó por algún candidato: 12.980 de un total de 24.952.

Rivadavia, en definitiva, es el lugar que según los datos socioeconómicos y electorales muestran que allí se sufre una pobreza perenne que es aquella en donde escasean hasta las esperanzas.