Se impuso a Durand Cornejo ampliamente en la primera vez que dos outsiders disputan un puesto clave relegando a políticos tradicionales. Adrián Valenzuela, no obstante, es el primer referente de la antipolítica que monta su candidatura en lo más clásico de la política. (Daniel Avalos)

Uno y otro representan lo mismo: el rechazo de la mayoría de la gente frente a una política que los ha decepcionado. Como buenos outsiders nunca hablaron en esta campaña sobre cuestiones de fondo aunque sí desplegaron una carnaval de enunciados que incluyeron a Dios, la Familia, la anécdota del vecino/a tal, el recuerdo de algún niño que los enterneció en un barrio, las recomendaciones de la señora o el señor que les pidió que no olvidara su inquietud, el amor a la ciudad, lo feo o lo lindo de tal barrio y cosas que en definitiva banalizan la política.

No obstante ello, es la primera vez que dos referentes de esta antipolítica definen la única banca en juego en el senado provincial por el departamento capital. El dato no es menor: supone que en la lucha entre aquellos que vienen de afuera de la tradición política para enfrentarse a los partidos clásicos ganan cómodamente a los primeros, obligándonos a pensar que no estamos ante un hecho episódico sino francamente estructural.

Los resultados muestran que Valenzuela se impuso a Durand Cornejo por un amplio margen: casi 80.051 votos que representan el 28,3% de los votantes contras los casi 48.381 votos del presidente de CODELCO que supuso casi un 19% del electorado capitalino. La diferencia muestra que el más joven de los candidatos vencerá en octubre porque, entre otras cosas, podrá explotar aún más las lógicas del electorado al que figuras de este tipo se dirigen y que por regla general separan política de la ideología para sumergirse en lo cotidiano con olor a espectáculo: un Durand Cornejo que representa lo viejo, lo aburrido y el ceño fruncido que denota enojo; mientras Valenzuela es el menos “normal”, el más apegado a los pantalones destrozados, al corte de pelo estrafalario, a los tatuajes contraculturales y a la sonrisa fácil.

Lo crucial, sin embargo, pasa por otro lado en la lógica de los outsiders: Durand Cornejo es quien hace dos décadas convive y vive de los personajes o instituciones de la política, con lo cual devino y devendrá en blanco de los ataques de un Valenzuela y su equipo de campaña que acusarán al primero de ser parte de eso que Durand Cornejo siempre dijo odiar: la política.

A ese aspecto cualitativo se suma otro de orden cuantitativo y propio del análisis clásico: el techo electoral de Guillermo Durand Cornejo: su 20,88% de electores de 2011 cuando se convirtió en diputado provincial cosechando 50.775 voluntades, dio un gran salto en 2013 cuando con 74.087 votos que representaron el 28,31% llegó a la diputación nacional.

Un techo que aquella vez fue posible por el apoyo de todo el aparato romerista que era encabezado por el exgobernador que buscaba una banca en el senado de la nación. Un aparato que ahora -como el propio candidato – carece de la mística de otros tiempos explicando el 19% del día de ayer.

La etapa superior del outsider 

Diametralmente opuesta es la situación de quien ayer tomó la posta que alguna vez levantó el propio Durand Cornejo cuando, desde un estudio de televisión, hacía política despotricando contra la política. Hay un detalle importante en el que debemos reparar: los casi 30 puntos que Valenzuela alcanzó ayer pueden explicarse también por lo realizado por el Grand Bourg a partir de la propia popularidad del precandidato que fue amplificada por un aceitado trabajo del oficialismo.

He allí el rasgo novedosos del outsider Valenzuela quien, a diferencia de Alfredo Olmedo o el propio Guillermo Durand Cornejo en elecciones pasadas, no se lanzó a una campaña solitaria al frente de un partido prestado o unipersonal, sino que se asentó en un complejo y monitoreado plan de trabajo de un aparato que lejos de involucrar a actores antipolíticos requirió del aparato propio de la política.

Todo empezó en la última semana de junio cuando los armadores del Grand Bourg decidieron que la candidatura de Valenzuela era “la importante” en el marco del objetivo de “recuperar la Capital” para el oficialismo. Con ese horizonte adoptaron una estrategia electoral que debía poseer un carácter de ruptura brusca con las viejas campañas, aprovechando las características propias del personaje. Definido eso, ahora lo sabemos, se organizó un equipo de campaña que se puso a disposición de Valenzuela quien contó con no menos de cinco personas que dependiendo económicamente del gobierno se articuló con funcionarios menores que hicieron de nexo con los medios de comunicación.

El éxito de la estrategia, no obstante, dependía de movimientos tácticos claves: eficaz trabajo en los medios, en las redes sociales e incluso en el territorio. Lo primero confirma  que los medios de comunicación clásicos pueden no gozar del prestigio de otros tiempos pero siguen monopolizando el uso de la palabra pública y poseen capacidad para formatear ideas y emociones; lo segundo que a pesar del rasgo tribal que poseen las redes sociales que convierten a sus seguidores en miembros de un selecta cofradía, cada vez se establecen más como una herramienta de campaña centralizada por expertos contratados por el propio Grand Bourg como ocurrió en esta coyuntura; mientras lo tercero supuso que los estrategas de Valenzuela -y no el propio Valenzuela- montaran un importante trabajo territorial que en lo central se pareció a lo que el “PRO” hizo con el radicalismo a nivel nacional en 2015: articular con las cabezas de listas de los múltiples candidatos a diputados y concejales del oficialismo para que a cambio de aparecer acompañados por el “Chico Malo” le generaran 168 reuniones a lo largo y ancho de la ciudad que, a la luz de los resultados de ayer, sólo pudo capitalizar políticamente el propio Valenzuela que solía declarar: “Soy un candidato sin estructura política”. La sentencia era una verdad a medias. Lo que nunca dijo es que el gobierno le suministró recursos humanos y económicos que le permitieron alquilar las estructuras ajenas.

De carta a octubre, Valenzuela seguirá contando con su popularidad mediática y ese formidable aparato gubernamental que podrá potenciarlo aún más por la tendencia que generó el resultado de ayer; y porque el propio Urtubey se montará en ella para asegurar que el triunfo del ex periodista es su propio triunfo en una capital provincial que siempre le fue esquiva en término electorales.

El resultado de octubre, entonces, puede adivinarse. La banca quedará para un outsider que -como Durand Cornejo antes- responde a las lógicas de la anti política aunque exista un evidente diferencia entre ese Durand Cornejo que ahora parte al ostracismo político y un Valenzuela que ocupará el lugar que el presidente de CODELCO perdió: el Chico Malo supone ya una etapa superior del outsider, la del referente de la antipolítica que ni bien empezó quedó cooptado por la maquinaria electoral y política a la que dice querer combatir y a partir de la cual se diseñó y ejecutó la estrategia y la táctica de un hombre que ahora le debe todo a esa política.