El gobierno recompensa a los funcionarios que generaron buenos negocios: el nuevo ministro de Seguridad fue el “ideólogo” de la compra masiva de cámaras.

El recién designado Ministro de Seguridad, Alejandro Cornejo D’Andrea, cumplía, hasta hace poco, un cargo extraño: “secretario ejecutivo de la Coordinación del Gabinete de Ministros del gobierno de Salta”. Es verdad que no se trata de una “Subsecretaría de la felicidad”, pero también es evidente que si algo nunca existió en el gobierno de Juan Manuel Urtubey fue la coordinación entre ministerios: cada cual trataba de perjudicar al otro y algunos se conformaban con sobrevivir como pudieran.
Entonces, Urtubey debe haber visto otra virtud en Alejandro Cornejo D’Andrea para que se convierta en Ministro de Seguridad.
La única incursión en esa área fue con un mega negocio que favoreció a un empresario mexicano: la concesión de los servicios de conectividad y videovigilancia que la Provincia adjudicó por seis años, a un costo de 54 millones de dólares, a la empresa Telmex (Claro). Pagaron todos esos millones para la instalación de 1.100 cámaras, pero todavía no instalaron ni el 20 (y la mayoría está concentrada en la capital salteña).

Se trata de un «moderno sistema de vídeovigilancia, el más completo a nivel nacional», con 1.100 cámaras, 11 centros de monitorización y una «plataforma inteligente» para su administración, dijo el funcionario.
«se podrá acceder a cualquiera de las 1.100 cámaras de la Provincia» y que habrá «una pantalla gigante desde la que se podrá seleccionar la imagen proporcionada por cualquiera de las cámaras», deliró el funcionario
En ese delirio futurista Cornejo D’Andrea ha dicho también que habrá cámaras instaladas en los patrulleros, «lo que permitirá contar con imágenes mientras los móviles circulan y la posibilidad de permitir el reconocimiento de patentes o rostros».

«El sistema de videovigilancia permite generar reportes estadísticos, activar alarmas de funcionamiento, parametrizar las zonas a monitorear y detectar objetos fuera de lugar o quietos, comparándolas con bases de datos existentes», dijo.
Puro delirio. El futuro, en Salta, no parece una utopía. Sino un ciberpunk ballardiano.