El sacerdote acusado de abuso sexual en Salta obligaba a religiosos a transportar dólares desde México a la Argentina. El “capo narco” se había comprometido a pagar la reparación del techo del convento.

Un cuadro de la Virgen de Guadalupe sería la conexión entre el cura Agustín Rosa Torino, acusado de abuso sexual reiterado y agravado, y el capo narco más temido del mundo: “El Chapo” Guzmán. Analizan cerrar el Instituto Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, creado por el sacerdote.
El Monseñor Martín de Elizalde no desmintió el posible cierre de la congregación si así lo considera el Vaticano. En los primeros momentos de la detención de Rosa Torino, además de los supuestos casos de abuso sexual, trascendió que otro de los posibles delitos sería el supuesto lavado de dinero, desmanejos y vínculos con el narcotráfico, sin embargo esas sospechas no prosperaron.
Pero según una publicación de Todo Noticias, un exreligioso e integrante de la congregación que vivió en México, confirmó que grupos de narcotraficantes del cartel de Sinaloa les pedían a Rosa Torino y a los miembros de la congregación que los bendijeran antes de los operativos cuando “El Chapo” Guzmán estuvo a punto de pagar la reparación del techo de un convento, justo antes de ser arrestado en 2014.
“Yo viajé a la Argentina llevando U$S30.000, y juré que nunca más lo iba a hacer. Otros hermanos llevaban dinero escondido adentro de una imagen de la Virgen de Guadalupe, en los bolsillos, en la ropa interior. Siempre estaban trayendo plata”.
El sacerdote habría dudado de algunos “buenos benefactores” a los que Rosa Torino iba a visitar.
“Sospechábamos porque no sabíamos de qué trabajaban y había mucho dinero, mucho lujo. Eran gente siniestra, decían que tenían empresitas, pero nunca a qué se dedicaban. Una vez, dos hermanos fueron a un lugar lleno de tipos armados y les dijeron que tenían que bendecir un campito de ovejas. Estaban aterrorizados, uno de ellos se dio cuenta enseguida de la situación”, dijo.
Luego que ladrones intentaran robar el convento, «uno de esos tipos me ofreció un cuerno de chivo, un arma mexicana muy poderosa que rompe las puertas para que yo pudiera defenderme». Se trata del fusil de asalto AK-47, uno de los preferidos por los carteles de la droga. «Yo le pedí una escopeta común, pero la superiora me dijo que no podía tener ningún arma. Entonces, el hombre me propuso ponerme dos muchachos para que me ‘limpiaran el jardín’ si se volvían a meter los ladrones. Entonces empecé a tener el pálpito de que era un tipo que trabajaba con sicarios», recordó.
Y agregó: “los narcotraficantes generalmente se meten en las iglesias, son muy creyentes, y piden la bendición antes de los operativos y las balaceras. Te besaban el rosario, y decían ‘madrecita, padrecito’”, dijo. “Una vez fueron al convento para que la superiora los bendiga, porque no estaba el cura del pueblo. Estacionaron muchos autos. Era imposible decirles que no, eran como 30 monos armados”, recordó.
“Otro hombre nos pagó la construcción completa de una casa de retiro. Nos daba las facturas que decían cero peso. Cuando volvimos, para pedirle que nos donara sillas, nos encontramos con que la policía federal mexicana había allanado su casa y se lo había llevado”, aseveró. En ese sentido el sacerdote dijo que “un señor estuvo a punto de hacernos el techo del convento que se vino abajo por una lluvia. Lo que nos iba a regalar era una locura, la reparación entera salía como U$S50.000. Un día nos iba a entregar la plata y el anterior lo detuvieron. Y ahí me enteré de que el señor, que tenía visto porque venía a la iglesia y las monjitas lo conocían, era un jefe narco muy importante, con pedido de captura. Parecía un tipo rebueno».
“Yo viajé a la Argentina llevando U$S30.000, y juré que nunca más lo iba a hacer. Otros hermanos llevaban dinero escondido adentro de una imagen de la Virgen de Guadalupe, en los bolsillos, en la ropa interior. Siempre estaban trayendo plata”, concluyó.
Otro exintegrante, Cristian Contreras, mexicano que habría sufrido abusos de Rosa en Metán, dijo que una vez viajaron más de 50 integrantes del Instituto a la Argentina desde México, y cada uno traía en el avión un monto de dinero. “A mí me dieron entre 18 mil y 20 mil dólares, probablemente más que a otros porque me tenían más confianza y además yo tenía recursos de familia. Si me paraban, podía justificar el origen de los fondos”, explica. “En total, era una cantidad muy importante, algo que una persona común no podía donar”.