Aquí sintetizamos esta forma de protesta social rural y repasamos bandoleros, bandidos, gauchos y matreros en la historia argentina. Carlos Fernando Abrahan

En 1845, el socialista Federico Engels señaló que la primera forma de protesta histórica de los obreros contra los patrones fue el delito. El trabajador vive en la penuria y “no alcanzaba a comprender por qué él, que sin embargo hacia más por la sociedad que un rico holgazán, debía sufrir (…) La miseria vencía su natural respeto por la propiedad; y robaba”. El robo como forma de rebelión inconsciente e individual contra el orden vigente; y una fuerza del Estado que se echaba sobre cada individuo por separado y lo aplastaba con violencia.

El historiador Eric Hobsbawm inscribe al bandolerismo social como la forma más primitiva de protesta social organizada, acaso la más primitiva que conocemos; y enuncia que “en no pocas sociedades, lo ven así los pobres, que por lo mismo protegen al bandolero, le consideran su defensor, le idealizan, y le convierten en un mito”. Robin Hood en Inglaterra, Jesse James en Estados Unidos, Janoik en Polonia y Diego Corrientes en España son ejemplos de este fenómeno universal que Hobsbawm estudia en su obra “Rebeldes Primitivos” de 1959; en ella subraya que el bandolerismo no es revolucionario, solo puede poner algunos límites a la opresión del poder. No protesta contra el hecho de que los campesinos sean pobres y estén oprimidos, sino contra el hecho de que la pobreza y la opresión resultan a veces excesivas.

Para Argentina, el historiador Hugo Chumbita plantea que el bandido “bueno” para sus paisanos y “malo” para la autoridad constituye una excepción en el mundo de los delincuentes comunes. Relaciona el bandido y el gaucho; señalando que este último era con frecuencia un bandido que podía tener la solidaridad de los paisanos y a quien los pobres del campo solían ver como un vengador de las humillaciones de las autoridades. Ya entrado el siglo XX (20) la calificación de “gaucho” tenía para la policía el significado de delincuente. Por el contrario, “gaucho” y “gauchada” pasaron a ser en lengua popular equivalentes de un gesto generoso.

Chumbita repasa la literatura gauchesca rioplatense; para referirse a dramas gauchescos de personajes reales (En paréntesis año de nacimiento y muerte). El “pelirrubio” Juan Moreira (c. 1840-1874) gaucho que escapó de la prepotencia judicial y policial, cuya historia llega a nuestros días. Juan Cuello (1830-1851) otro héroe gaucho temerario de aventuras en el interior bonaerense en tiempos de Rosas, que fue traicionado capturado y fusilado por la policía. Severino Cardoso alias “Calandria” (1840-1879) mestizo con cualidades de cantor, desertor de ejército, matrero ejecutado por la policía sin contemplaciones.

El matrero Pastor Luna (1846-1872) “mezcla de sangre guaraní” por un homicidio en duelo fue condenado al servicio militar, desertó, enfrentó a la policía y fue ejecutado por orden de un juez de paz. La banda de asaltantes de los hermanos Julio y Pedro Barrientos que se hizo respetar en la zona alrededor de 1880. Otro bandido gaucho: Pascual Felipe Pacheco alias “el Tigre de Quenquén” (1827-1889) por duelos y riñas es perseguido y puesto preso. Todo esto, en un siglo XIX (19) donde proliferan bandas indígenas e “indios gauchos” que viajaban por los campos.

Entre los gauchos correntinos Olegario Álvarez (1871-1906), Aparicio Altamirano (1873-1933) y el matrero Miguel de Galarza alias “Chuña”; los primeros ultimados por la policía y el último traicionado por paisanos en 1917. Sin dudas el más conocido es Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez alias “gauchito Gil” (1847-1874) peón, perseguido por la policía, cuatrero con fama de despojar a los ricos para repartir a los pobres y ejecutado de manera brutal por la autoridad; hoy transformado en un culto de gran difusión. Con un apelativo “gauchito” que deriva de “gauchilllo” para referirse en corrientes a los hombres “fuera de la ley”.

En el Chaco prosperó la banda del tucumano simpatizante del anarquismo Segundo David Peralta alias “Mate Cocido” (1897- ¿?) azote de las grandes empresas extranjeras de la zona; apoyado por los trabajadores rurales.   Tan grave resultaba el bandolerismo, que las empresas reclamaron al gobierno y éste creó en 1938 Gendarmería Nacional para terminar con los bandoleros. “Mate Cocido” en 1940 logró huir y desaparecer para siempre.

Los campos argentinos fueron surcados por muchos bandidos, el legendario Juan Bautista Vailoreto (1894-1941) solidario con los pobres y moderado en la violencia; un “ladrón noble” que expandió sus aventuras desde el Chaco a la Patagonia. Vinculado con los anarquistas, se unió a “Mate cocido” para desvalijar a la multinacional La Forestal del Chaco. Se estableció en Mendoza en un lote que facilitaron dirigentes radicales. Se suicidó acorralado por la policía, cuando se había retirado de sus andanzas.

En Cuyo, actuaron el cuatrereo Santos Guayama (1830-1879), Juan Francisco Cubillos (1868-1895) y la bandolera Martina Chapanay (1800-1874); hija de un cacique, que ganó renombre como jefa de una banda y baqueana; formando parte de las Montoneras federales. Murió anciana rodeada de la estima de sus vecinos, para transformarse en leyenda. En Tucumán el Bandolero santificado Andrés Frías alias “El Manco” o “el Zurdo” asesinado por vigilantes de la ley en 1923.

En los campos de Salta varios bandoleros rurales dejaron huellas: los bandidos de principio del siglo XX Eleodoro Silva y José María Aquino. El legendario Pelayo Alarcón ultimado en 1925, inmortalizado como vimos por la obra de teatro de Edelmiro Avellaneda, la zamba de Leguizamón/Castilla y en trabajos de investigadores e historiadores. El dúo de Santos Ramírez y Doroteo Hernández que conmovieron a la opinión publica salteña de mediados de los treinta del siglo XX. En próximos artículos conoceremos a estos bandoleros que cabalgaron por Salta.

Cerramos con una parte de “La zamba Pelayo Alarcón” que dice así:

“Ya se mató al bandolero,

Es el Pelayo Alarcón,

Con la pena del pueblo va

Llorando la pena de mi corazón.”