El diputado Alfredo Olmedo por estos días gasta los últimos cartuchos de su radicalización derechista para mostrarse como la salida anti-sistema al deterioro del sistema político. Sin embargo, las diferencias del caso brasilero con el argentino le hacen saber de a poco que no cualquier homofóbico, militar o evangelista puede ser un Bolsonaro. (N.B.)

El advenimiento del neo-fascismo en Brasil puso de manifiesto que entre el sentido común y la moral progresista puede haber un abismo de distancia. Así lo interpretó —lo viene interpretando— Alfredo Olmedo, el único dirigente del país con explícitas intenciones de que se lo relacione al supremacista Jair Bolsonaro. Montado sobre la retórica anti-política —aspecto necesario para ocultar su condición de político— y a base de apariciones mediáticas de escaso contenido teórico, el terrateniente devenido en evangelista busca seducir a un sector que, presupone, puede ser el mismo que acompañaría a Bolsonaro en Brasil.

El envalentonamiento lo llevó la semana pasada a medirse en el plano nacional y hasta a proponer a Baby Etchecopar como compañero de fórmula. Más tarde, el disque Bolsonaro de Rosario de la Frontera matizó sus dichos aludiendo que «están evaluando en todas las provincias si llevan un candidato a presidente o no». La contradicción aparece cuando el diputado de la «cola cerrada» tiene que responder si enfrentaría entonces a Juan Manuel Urtubey en sus apetencias presidenciales y cedería el espacio a Gustavo Sáenz en la carrera hacia la gobernación.

Pese al impulso que cree haber conseguido desde el país carioca, Alfredo Olmedo no abandona sus intenciones de ser gobernador bajo la órbita de Urtubey Presidente. Su recurrente zalamería para con el intendente Gustavo Sáenz, refuerzan esta premisa, aun cuando el jefe comunal haya corrido a fotografiarse con Mauricio Macri durante su última visita. Sus intentos por mostrarse en la vereda del frente de Cambiemos durante la sesión del presupuesto 2019, pegan de lleno con esta realidad.

Sin embargo, el Bolsonabo salteño no construyó su arenga paleolítica en base a proyectos políticos, más bien todo lo contrario. A la hora de explicar un modelo económico-político de provincia/país, el diputado saca a relucir la cantidad de proyectos presentados en el congreso —cerca de 550—; no obstante, cantidad no es calidad. Entre las propuestas que el diputado fundamentalista tiene en su haber se encuentran: trasladar la capital federal a la localidad de Gral. Güemes, establecer el secreto profesional para peluqueros, construir una cárcel para violadores en la puna, incorporar la pena de muerte, prohibir el uso de celulares en el trabajo, promover la castración química y crear baños unisex —en clara provocación al colectivo trans—.

Aunque 9 de cada 10 proyectos de Olmedo son, literalmente, imposibles de llevar a la práctica, entre otras cosas por ir a contramano de la Constitución y de tratados internacionales; las discusiones de sus detractores suelen caer en el terreno de la moral, siempre funcional al derechoso de turno. Bien lo saben quienes construyen su tropa en base al discurso neo-fascista. En Brasil, esto llevó a que el propio Bolsonaro amenazara, entre otras cosas, con eliminar la Corte Suprema de Justicia.

Las andanzas del Bolsonabo salteño, en tanto, están sujetas a lo que la sociedad interprete como una salida «anti-sistema» al binomio neoliberalismo/corrupción. Por lo pronto en la interna ya se alistan desde el neo-nazi Alejandro Biondini, hasta el mismísimo Marcelo Tinelli.