Por Franco Hessling
Una cosa es segura para Juan Urtubey: la inveterada fórmula que reza que no hay publicidad negativa le sienta como anillo al dedo en su camino hacia 2019. El gobernador sabe que para instalarse en la arena nacional, cualquier aparición mediática vale, sin importar que sea a costilla de su pequeña hija, tal como sucedió en el programa de Marley esta semana, donde montaron una escena involuntaria para les pequeñes —Belita y el hijo del conductor— que terminó atesorando mejores puntos de rating que el montaje de Jorge Lanata.
El salteño retomó el vigor de los tiempos de campaña presidencial y apareció en diversas publicaciones, sets televisivos y éter radiales de los que suele llamarse “nacionales” porque tienen la particularidad que la diferencia entre lo nacional y lo local está dada solamente en que hay administraciones distintas para los gobiernos de CABA y Argentina, que están a cuadras de distancia. Es conocido también que esa “ventaja comparativa” como empresas mediáticas, tener cerca los edificios de las administraciones local y central, cotiza enormemente. No obstante, les asesores internacionales cuentan las apariciones en esos medios como un gasto necesario para el ansiado posicionamiento.
Toda publicidad es positiva, inclusive en el campo político, especialmente para
Urtubey en esta coyuntura.
Decíamos, entonces, toda publicidad es positiva, inclusive en el campo político, especialmente para Urtubey en esta coyuntura. Sobre todo cuando los números de conocimiento de su figura no son los esperados para alguien que pretende, en un año, ser opción electoral para ocupar el aposento que alguna vez inauguró Rivadavia. Urtubey no tiene problemas como tener un techo electoral, tal como se le endilga a Cristina Fernández, o que la imagen de su gobierno esté en caída, como se atribuye a Mauricio Macri y por extensión a María Eugenia Vidal, sino que carga con la sentida mochila de tener su carrera política en una provincia remota y, por lo tanto, ser ignoto para la mayoría de les argentinas/os (votantes).
La tarea podría parecer poco difícil si recapitulamos la agobiante presencia mediática del salteño en los últimos días, ganando planas mayores y titulares en distintos, aunque no tan diversos, medios nacionales. Esa mirada se mostraría de corto alcance, o resultaría viable si el gobernador hubiera empezado esa campaña de posicionamiento ahora; antagónicamente con ello, es el mismo recurso que ha venido ensayando desde 2015, cuando logró ser parte de la discusión política nacional aunque sin trascender al “gran público”, que en la mirada de Urtubey es lo mismo que “la ciudadanía(votantes)”.
De mesa chica nomá
En aquel entonces, hasta las y los salteñes más distraídos se percataron de las inversiones del tetrarca provincial para aparecer en medios de renombre, el gobernador adelantó las elecciones provinciales para abrir el calendario electoral de un año bisagra, y consiguió la presencia de las principales empresas mediáticas del país, y hasta de la Televisión Pública kirchnerista, en Salta. La calidez con que fueron recibidos las y los reporteres foráneos dista de la indiferencia y solapamientos cotidianos.
En ese 2015, en medio del alucinante despliegue mediático que acompañó las elecciones provinciales, Urtubey dialogaba de cerca con el candidato presidencial del oficialismo, Daniel Scioli, quien incluso viajó a Salta un par de veces. Entre los no kirchneristas de aquel oficialismo, se sabe que el norteño tuvo preeminencia: lo habrían tentado con una vicepresidencia, que el kirchnerismo saboteó para colocar a Carlos Zannini, y luego habría acordado la cancillería en caso de ganar. Algunos dicen que el cargo de canciller todavía sigue seduciendo al esposo de Isabel Macedo, que si no mejora en las encuestas, negociará sumarse a otra corriente política a cambio de algún puesto fuera de Salta.
Ya en 2011, el periodista Horacio Verbitsky anunciaba que la megamillonaria Techint impulsaba dos fórmulas para competir contra Cristina Fernández: Scioli-Urtubey adentro del oficialismo y Ernesto Sánz (UCR)-Gabriela Michetti por la oposición; ninguna se concretó y la segunda fuerza terminó siendo la corriente de centro-izquierda de Hermes Binner, de Santa Fe. En septiembre de ese año, investigaciones periodísticas sobre WikiLeaks revelaron que Urtubey, Michetti, Sánz, Alfonso Prat Gay y Ricardo Lorenzetti, ahora presidente de la Corte Suprema de Justicia, compartían un “grupo informal” y “confidencial” que desarrollaba una “agenda común para el mediano plazo”.
El exjugador amateur del Jockey Club nunca fue la ancha avenida del medio de la grieta, siempre fue uno de los puentes que la mantuvieron estrecha. Desde hace al menos una década viene ganando espacio en el mundo dirigencial que toma cafés cerca del Río de la Plata.
De todos modos, en 2016 hubo una serie de pasos en falso en la arena política que hicieron que contuviera sus ínfulas: el bloque de diputados que armó con Diego Bossio terminó siendo menos decisivo que el Frente Renovador de Sergio Massa (ley de blanqueo de capitales y anti-despidos), y su proyecto de posicionamiento, negociado con el PRO, terminó naufragando en el parlamento (reforma política para imponer en el país el sistema de votación electrónica).
Indiferente el soberano
Desde que Urtubey participa activamente en reuniones y grupos políticos de la gran ciudad, codeándose con figuras de primer orden, es consciente que abrirse camino en las triquiñuelas no basta para cautivar al gran público, el soberano, aquel que en otros tiempos les mismes peronistas nombraban como pueblo. Para llegar allí, con el asesoramiento de su ex ministro de Gobierno, Juan Pablo Rodríguez, el gobernador desembolsó manojos de billetes para ganar espacio en la agenda mediática de la gran prensa argentina. Con menor o mayor grado, lo viene haciendo resueltamente hace ya un par de años.
Desde que Urtubey participa activamente en reuniones y grupos políticos de la gran
ciudad, codeándose con figuras de primer orden, es consciente que abrirse camino en
las triquiñuelas no basta para cautivar al gran público.
Desde 2016, específicamente, viene haciendo todo lo que está a su alcance para instalarse en el jet-set nacional, además de los hechos políticos mencionados, añadió una serie de sucesos personales, curiosamente, de público conocimiento: se puso de novio con Macedo, actriz de segunda línea en la pantalla chica, luego se casó en segundas nupcias, seguidamente tuvieron una hija. Además participó dos años consecutivos de la apertura del programa televisivo de Marcelo Tinelli, donde nunca emitió un aserto político y se destacó por venderle empanadas al empresario hincha de San Lorenzo. La boda se transmitió en vivo por TV nacional, igual que, misteriosamente, la apertura de sesiones legislativas y el desfile por Güemes, eventos tan locales que habrán costado más caros que la tarifa habitual para tener aire.
Este año, se fotografió, más como cholulo que como colega, con Barak Obama, y mandó a su más encumbrado asesor, el español Antonio Sola, a prestar él mismo declaraciones mediáticas en las que asegurase que estaba trabajando para que el gobernador de Salta disputara la presidencia en 2019. Desde principios de año que se viene nombrando al ibérico, quien ya trabajó para muchos dirigentes que conquistaron la presidencia, como estratega de la campaña de Urtubey. Sobre Sola hay que aclarar que, pese a sus laudos a nivel internacional, en Argentina siempre perdió, tanto cuando trabajó para Francisco de Narváez en 2013 como cuando sirvió a Sergio Massa en 2015.
El propio mandatario volvió en los últimos días a copar los medios con maratónicas sesiones en Buenos Aires y otros lugares del país. Tal como se venía anticipando, haría más explícita su campaña después que pasara el Mundial de Fútbol. Sin embargo, su imagen sigue siendo desconocida para más de la mitad de las y los argentinos, pese a las innumerables maniobras que viene haciendo, como mínimo, desde 2011. La audiencia de masas, convencida por sus apariciones públicas a través de la farándula, está más cerca de considerarlo un galán de telenovela, estereotipo de varón heterosexual tradicional, que como el próximo presidente. Igualmente, Urtubey se encargó esta semana de aclarar que no disputará ningún cargo provincial el año próximo, descartando así que adoptase postrimeramente la chance de ser candidato a senador nacional por Salta.
Para ser canciller o segundón de otra/o candidato no se necesita tanta penetración en las audiencias de masas, ya lo demostró Gustavo Ruberto Sáenz en 2015. El sueño presidencial podría esperar, aunque el fracaso sería notorio, desde hace ocho años, como mínimo, Urtubey gasta tiempo y dinero en preparar su arribo a la Casa Rosada.