El futuro para los argentinos del norte no pinta bien ante un gobierno que prioriza a sus más cercanos y deja a su suerte al resto. En menos de 3 meses ya ocurrieron varios episodios de megacortes y problemas de suministro de todo tipo, siendo esto solo un síntoma de la retirada de recursos y voluntad política de un estado que busca “regular” el juego, siempre para el lado privado.

Por José Veronelli

Existe una interseccionalidad al momento de pensar la desigualdad en el norte de la Argentina, más específicamente en la Provincia de Salta, que está entre las peores midiendo ingresos, pobreza, distribución de la riqueza, etc. Y a pesar que todo esto no es nuevo, hay gobernadores que todavía se sorprenden.

En los últimos días fue noticia en todos los medios de la Capital Federal que el Sr. Gobernador de Salta se quejó de las desigualdades que sufre la provincia que comanda y muchas otras. Aunque no hay nada nuevo bajo el sol, aquel video de tik tok ayuda a poner en la discusión pública el modelo de Argentina que tenemos desde las batallas de Cepeda, Caseros y Pavón hasta hoy.

La última vez que se distinguió la desigualdad en las tarifas de los servicios monopólicos de luz, agua y gas, sobrevino sobre la argentina un tarifazo de – promedio – un 3000% y nada cambió. Fue por aquellos años de gobierno macrista que se puso en tela de juicio la distribución de los subsidios y la profunda desigualdad que expresaban.

En el mismo orden está otro servicio monopólico como el del transporte urbano e interurbano, con una mega empresa como Saeta que recibió desde su primer día de existencia jugosos subsidios que premiaba al kilómetro recorrido y que jamás puso la lupa sobre cómo se debía adjudicar los recursos del estado. Quizás la aparición de un ultraconservador como el presidente en ejercicio sirva para solucionar tales desigualdades, aunque la historia demuestra que se cambia poco para no cambiar nada.

Según el último informe en 2023 publicado en BOLSAR, EDESA tuvo una subida en sus acciones del orden del 50% y este dato se repite en muchas de las empresas prestadoras de servicios básicos. Una de las discusiones más importantes de la argentina actual debería ser la descentralización y desmonopolización de estos servicios. Poniéndonos a tono de época, hay que poner a competir a estas empresas.

Mientras tanto los habitantes de Salta sufren todos los días la pésima calidad de los servicios de agua y luz. Hacia dentro de la provincia la lógica de desigualdad se repite, teniendo como principales víctimas de la precariedad y desigualdad en la prestación de estos servicios a las localidades del norte de Salta. Allá por los departamentos de San Martín, Rivadavia y Orán, donde la falta de luz y agua castigan mucho más, donde los golpes de calor y la sequía impiden el normal funcionamiento de todo.

Dentro de la misma Ciudad de Salta también es fácil encontrar esta desigualdad en la prestación. La disposición de la infraestructura, las inversiones y disposiciones administrativas estatales hicieron que haya barrios de primera y barrios de segunda, donde el agua es un bien escaso, donde la rutina de los vecinos se adecua a estos cortes sistemáticos, y en el peor de los casos, la absoluta retirada del estado y de la empresa.

Planteado este pequeño panorama de la desigualdad estructural en los servicios a nivel país, provincia y ciudad, tenemos al Gobernador comunicando eficazmente y por una plataforma de las más consumidas, la abismal diferencia entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Salta.

Para nuestra desdicha, el último presidente autodenominado “el más federal de los porteños” no avanzó sobre criterios de equiparación ni de alivio para las provincias. A fin de cuentas, la repartija de subsidios termina siendo otro reflejo de la realidad argentina. 24 provincias produciendo todo tipo de bienes y servicios para que una capital macrocéfala se aproveche de los beneficios.

En los últimos tres meses los salteños hemos sufrido la evolución de las facturas de EDESA con un crecimiento exponencial, casi como si Milei estuviera haciendo la multiplicación. Pasando de un 100% de diciembre a enero y sobre ello otro 100% de enero a febrero, todo con salarios congelados o en el mejor de los casos, paritarias a la baja.

A pero el peronismo…

A mediados de su último mandato la Sra. Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner vino a Salta a inaugurar un gasoducto en Coronel Moldes, obviamente en el marco de unas elecciones legislativas y para aprovechar el acto y lanzar a los candidatos oficialistas. Pero el punto a destacar aquí es la expansión de la infraestructura para proveer servicios a todos los ciudadanos de la República Argentina.

En el mismo sentido el año pasado se inauguró la obra que iba a conectar Vaca Muerta con el norte argentino, otra obra victima de la motosierra. También quedó congelada la obra de Alta Tensión que había conseguido Sáenz el año pasado de la mano de su ex secretaria Flavia Royon.

Detrás de cada megaobra de infraestructura detenida habrá cientos de miles de damnificados que no reciben servicios de calidad y por lo pronto tampoco lo recibirán en el corto plazo. Y es que el peronismo estigmatizado por la corrupción en la obra pública siempre se ha preocupado por acercar los recursos para que cada vez más argentinos y argentinas puedan acceder a estos servicios básicos “garantizados” por nuestra Constitución Nacional.

El futuro para los argentinos del norte no pinta bien ante un gobierno que prioriza a sus más cercanos y deja a su suerte al resto. En menos de 3 meses ya ocurrieron varios episodios de megacortes y problemas de suministro de todo tipo, siendo esto solo un síntoma de la retirada de recursos y voluntad política de un estado que busca “reregular” el juego, siempre para el lado privado.

La más crítica de las situaciones aún no ha ocurrido, y es la culminación de las extracciones de Panamerican Energy en el norte. Se calcula que se perderán más de 5000 puestos de trabajo directos e indirectos, solo vinculados a la actividad. Allí tampoco habrá respuesta del Estado.

Como en la década de los 90’, el rol del Estado será el de un mero vendedor o negociador, rifando todo lo que los gobiernos anteriores estatizaron para generar liquidez verde y avanzar sobre el modelo de país que prometieron a sus financistas. En última instancia la dolarización no será el mayor problema de los argentinos de a pie, si el acceso a los servicios y bienes básicos ya es una empresa imposible en el corto plazo. Solo los argentinos de bien van a poder disfrutar de los beneficios de un estado de Laissez faire.