Abrir una librería es abrir puertas y ventanas al mundo. Es lo que acaba de hacer Eduardo Benedetti con “Doce Letras”, en calle Caseros 876. Eduardo emprende esta navegación cuarenta años después de haberse iniciado en el oficio con su hermano Mario, en librería “Rayuela”. (Gregorio Caro Figueroa)
Decir que “Doce Letras” es una librería de 10, no es un juego de palabras. Adjudicarle esa calificación es aproximarse a una descripción de su estilo, agradable ambiente, adecuada ubicación, variedad y calidad de sus secciones. A lo que se añaden los conocimientos, solvencia profesional y excelente atención de Eduardo Benedetti y de María Laura Salvatierra.
Los hermanos Benedetti nacieron en Marcos Juárez, al Este de Córdoba, a 30 kilómetros del límite con Santa Fe. Mario, doce años mayor que Eduardo, fue el primero que llegó a Salta. Lo hizo como mochilero a mediados de los años ’60. Le gustó Salta; decidió regresar en 1970 y lo hizo para quedarse.
Casi medio siglo con libros
Mario quería estudiar Letras y trabajar. Comenzó como empleado de la Municipalidad. Poco después, aprovechó las tardes libres y comenzó a vender libros puerta a puerta. La cantidad de alumnos del Departamento de Humanidades comenzó a crecer. Mario abrió un pequeño local en calle Santiago del Estero al 200. La creación de la Universidad Nacional de Salta amplió la demanda. Se trasladó entonces a un local en Galería Augusto.
Cada una de las mudanzas de “Rayuela” era un paso adelante. También lo fue la incorporación de Eduardo en 1978, cuando Mario llevó la librería a un local de Galería Caseros, en el número 744 de esa calle. El extraño imán de calle Caseros por los libros se irradiaba por las calles próximas: España, Buenos Aires, Alvarado. Ahora, “Doce Letras” se hace a la mar en Caseros 876.
La nueva peatonal agrega otra ventaja a las que tiene el local, puertas adentro: sobrios, amplios y luminosos salones, arañas con caireles Deco-vintage, mesas de exhibición, estanterías, ordenadas secciones especiales: literatura, ficción, ensayo, ciencias sociales, historia, filosofía, educación, psicología, arte y una cuidada sección de libros, folletos y revistas de temas regionales del Noroeste argentino. En esa sección tendrán su sitio libros editados por sus autores y catálogos de pequeñas editoriales locales.
Viaje al país de la magia
Espacio especial, atractivo y colorido es el destinado a los niños. No sólo a la exposición de libros infantiles, sino mesas y juegos para que los chicos puedan ver, tocar, leer libros y jugar con ellos. “Si hay más niños que descubren la magia de la lectura, podemos mirar con optimismo el futuro del libro”, dice Eduardo y lo confirma María Laura con exquisita atención. Todo esto, sin olvidar la literatura juvenil.
En “Doce Letras” habrá talleres de lectura, presentación de libros, coloquios, tertulias; exposiciones de libros antiguos y raros; asesoramiento bibliográfico gratuito a cargo de la consultora “Scriptum”, y también búsqueda de material especial. En este nuevo emprendimiento de Eduardo Benedetti hay mucho más que libros.
A Eduardo y a su mujer les fue difícil elegir el nombre de la librería. Casi en el mismo instante esa dificultad se resolvió del modo más simple: sumaron las letras de cada uno de sus nombres y la suma dio doce. Eligieron llamarla “Doce Letras”, síntesis de doce letras de una librería que contiene millones de letras, contenidas en miles de excelentes libros de edición argentina y extranjera.
Un rincón acogedor
En un rincón de “Doce Letras”, el lector puede detenerse a hojear un libro sentado en cómodos sillones separados de una mesita, en ambiente con luz y silencio. Los que no tienen apuros, los que no están de paso, los que pueden y quieren detenerse fuera del bullicio de una cafetería, allí encuentran un sitio, un remanso apartado de turbulencias.
“Doce Letras” tendrá sus puertas abiertas sábados por la tarde, día y horas muchas veces de tedio, que el paseante, el curioso, el buscador y el lector podrán aprovechar y enriquecer recorriendo estantes, revisando mesas, leyendo índices, encontrando lo que buscaban y descubriendo lo inesperado.
“Doce Letras” acaba de nacer en calle Caseros 876, sobre la nueva peatonal, frente a la iglesia de La Merced. Los claros y sobrios salones de “Doce Letras” están en esa calle, antaño del Comercio. Es la calle eje Este-Oeste de la Ciudad de Salta, tendida desde el pie del Cerro San Bernardo y el Convento San Bernardo hasta las Lomas de Medeiros y propiedades de los Jesuitas.
Una calle de libros
Desde finales del siglo XIX, en pocas cuadras de la calle Caseros se concentró la mayor cantidad de librerías de Salta. En las calles Caseros, España y Mitre se concentraron casi todas las librerías de la ciudad. Librerías que, al comienzo, además de libros incluían papelería, útiles escolares y de oficinas, imprenta, misales, colocación de marcos y venta de láminas, y hasta suscripción a diarios y revistas de Buenos Aires.
Hasta 1932 la única librería que figuraba en la guía de teléfonos era “Librería e Imprenta San Martín”, en la esquina de Caseros y Alberdi. En 1942 se añadió “Librería Ollantay”, en Caseros 974. De corta vida, “Ollantay” incorporó la compra y venta de libros antiguos y usados.
A comienzos de los años de 1940, la cantidad de librerías comenzó a aumentar en Salta, de la mano del crecimiento de la población y de la cantidad de estudiantes de los tres niveles. En 1946 había 6 librerías. En 1966, veinte años después, sumaban 24.
En calle Caseros estaban “El Colegio” de Benito Crivelli (Caseros 637); “El Estudiante de Ramón Cardozo (Caseros 772); “San Martín”, de Salas (Caseros y Alberdi); “Güemes” (Caseros 803); “Pascual” (Caseros 529); “Imprenta y Librería Caseros” (Caseros 740); “Sarmiento” (Caseros 755); Gutenberg (Caseros 1195), y “Don Bosco” (Caseros 1202). A lo que corresponde y merece añadir “Artes Gráficas” de Juan Pablo Crivelli (Caseros 1551).
El librero cabal
“El librero cabal es mucho más que un mero comerciante”, escribió Domingo Buonocore. El primer deber de ética profesional del buen librero “consiste en conocer la calidad del producto que vende”. No sólo eso: debe “sentir amor por esta noble mercancía e interés por difundirla”, añadió Buonocore.
La apertura de una nueva librería en Salta es una buena noticia. El mundo reducido a 140 caracteres no desalojará al libro. Las librerías están renaciendo. “Son nuevos lugares de culto”. Quizás exagerando, un autor español afirma que “sin librerías y bibliotecas, no existe la ciudad”. Lo que es cierto es que sin ellas, la ciudad es más gris y se empobrece.
Es buena señal en una época en que en muchas ciudades se cierran librerías, lo que es un apagón, un achicamiento de horizontes, un enclaustramiento en un chato localismo y la multiplicación de cabezas despobladas de imaginación y de ideas. Estas “Doce Letras” son bienvenidas: mejoran nuestro paisaje urbano y nuestro mundo interior.