Desde hace tiempo, nuestro país, se especializó en perder oportunidades. Las únicas que no pierde son aquellas que nos llevan a profundizar nuestra decadencia. A esas oportunidades no perdemos ninguna. A las virtuosas, las positivas, las perdemos a todas.

Por: Alejandro Saravia

 

Veamos. Néstor Kirchner después de la crisis de la Convertiblidad, con el ajuste ya hecho por Duhalde y Remes Lenicov, y con la soja a más de 600 dólares la tonelada, en lugar de poner los cimientos para un desarrollo nacional autosostenido se dedicó a organizar un sistema de desfalco y derroche que aún estamos pagando. Respecto de lo del desfalco organizado recordemos los 700 millones de dólares desaparecidos, y nunca encontrados, de las arcas de Santa Cruz cuando él fuera gobernador de esa provincia. Y eso es sólo uno de los ejemplos. 

Cristina Fernández a partir de 2007 profundizó ese antisistema vicioso sacrificando los superávits gemelos que había heredado de su marido, y se dedicó a pretender ir por todo, armando, para ello, un sistema clientelar con subsidios y planes que sólo sirvió para dilapidar la bonanza, perpetuar la pobreza, las carencias y las dependencias de todos respecto de un Estado dadivoso y deficitario.

Fijemos algunos montos como para cuantificar. Veamos: se estima que el Plan Marshall, aquel que sirvió para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra mundial, insumió unos 60 mil millones de dólares. Al cambio, por eso de la inflación, digamos que fueron 200 mil millones de dólares a ojos de buen cubero. Con eso se reconstruyó la Europa destruida por bombardeos de saturación. Se estima también que por eso del yuyito, es decir la soja, y la aparición de China como gran consumidor de alimentos, en nuestro país en esa década hubo un flujo, no un stock, de 600 mil millones de dólares, esto es, tres planes marshalls. Bueno, a eso lo dilapidamos alegremente y, hoy, tenemos un 50% de pobreza en un país que en algún momento tuvo un PBI per cápita equivalente al de Francia y Alemania. De ahí le debe haber quedado a Aníbal Fernández aquello de que en Argentina hay menos pobreza que en Alemania.

Se pierde, hoy, una nueva oportunidad. En efecto, a raíz de la criminal invasión rusa a Ucrania, el precio del gas y del trigo saltó a las nubes. Es sabido que Rusia es el principal proveedor de gas a Europa y que la misma Rusia y Ucrania son grandes productores mundiales de trigo. Las sanciones económicas a Rusia y la destrucción criminal de Ucrania, nos ponen en una situación objetivamente ventajosa. Eso, si no hubiéramos perdido oportunidades.

En efecto, supuestamente en Vaca Muerta y alrededores, en la provincia de Neuquén, se encuentra una de las mayores reservas de gas del mundo. En Loma de la Lata, también en la provincia de Neuquén, otra. Esto nos habría convertido en exportadores netos de gas a un mundo necesitado del mismo. Con la pésima política energética de Cristina Fernández en sus anteriores gestiones, pasamos de ser exportadores a importadores de gas. De 5 mil millones de dólares de superávit energético pasamos a 6 mil millones de déficit. 

En este momento podríamos ser proveedores de gas y trigo a Europa y países que lo necesiten, pero hay dos inconvenientes: Respecto del gas, no se hicieron las inversiones en infraestructura necesarias no sólo para exportarlo sino, inclusive, para abastecer al mercado interno. Con el extraordinario e indignante agravante de que estaríamos por importar de Chile y Brasil, es decir países a los que hasta hace poco nosotros les exportábamos. Respecto de los granos, el campo, nuestro sector más eficiente, es mirado y tratado como enemigo en lugar de hacerlo como un aliado, tal como sucede en todos los países normales productores. 

Mientras, sigue la estudiantina tal como lastimosamente se demostró el pasado 24 cuando, con los dineros públicos, se montó un aparato infernal para inundar las calles y pretender demostrar, así, que son populares. Como diría alguien: cualquiera zonzo hace negocios con plata, el asunto es hacerlos sin ella. Parafraseándolo: cualquier imbécil hace política disponiendo de las cajas del Estado, el asunto es hacerla a fuerza de convicciones, principios e inteligencia. Y respecto de esto: ¿los contribuyentes estarán contentos de ver cómo se dilapidan sus impuestos? Demasiada paciencia hasta llegar a una rebeldía fiscal. Si los dirigentes no lo hacen, lo tiene que hacer la sociedad.

Como se ve, las oportunidades perdidas tienen responsables. Y no es el Fondo Monetario, la sinarquía internacional, o quién fuese de afuera. Son los malos gobiernos que nosotros, los argentinos, nos damos. Hay toda una cultura a modificar. Hace rato que dejamos de ser ricos. Somos pobres y cada día lo somos más. Con Fondo o sin Fondo. El problema no está ahí, está acá. 

No estamos condenados al éxito o al fracaso. A ambos, éxito o fracaso, los hacemos nosotros. Con nuestras acciones y, fundamentalmente, con nuestras elecciones