Con la naturalidad con que el doctor Borocotó migró de un partido a otro en el 2005, Gastón Galíndez y Frida Fonseca hicieron lo propio y caminan junto a Guillermo Durand Cornejo: el vil oustsider de ayer devenido ahora en compañero. (Daniel Avalos)
El neologismo “borocotizado” resulta imprescindible para describir la liviandad con que políticos saltan de una fuerza política a otra. La práctica es anterior al año 2005 aunque en ese año un personaje le aportó su apodo a la práctica. Fue Eduardo Lorenzo, más conocido como el Dr. Borocotó, quien 17 días después de haber sido elegido diputado por el PRO anunció que se incorporaría al kirchnerismo. Lo hizo con una naturalidad escandalosa al relatar al diario Clarín que se había reunido con Alberto Fernández para ver un partido de fútbol, que luego se sumó a la juntada el presidente Kirchner quien alabó sus proyectos de salud y le sugirió que se sumara al oficialismo como “un independiente” y él, Borocotó, dijo que sí: “Me fui, nada más. Lo primero que hice cuando salí fue llamar a Macri para contarle. Le dejé dos mensajes en el celular” (Clarín: 10/11/05).
Desde entonces la práctica se multiplicó y la política salteña no estuvo ajena a la misma. De allí que cuando los ediles Gastón Galíndez y Frida Fonseca -hace poco más de un mes- anunciaron que dejaban el PJ para buscar bancas legislativas con el partido de Gustavo Sáenz, nadie creyó estar presenciando un hecho inédito y algunos, incluso, hasta se mostraron tolerantes con una decisión que según los migrantes obedecía a que el oficialismo “U” pretendió imponerles un candidato en la lista.
Lo que nadie se imaginaba por entonces era el radical cambio de conducta que esos ediles protagonizarían con la figura de Guillermo Durand Cornejo, el outsider que hasta hace poco era para ambos un villano de la política aunque ahora devino en casi líder y conductor. Lejos quedaron los tiempos en donde uno y otro celebraron la derrota de Durand Cornejo a manos de Gustavo Sáenz en las internas que definió la candidatura de éste último a la intendencia capitalina. Por entonces, las críticas al presidente de CODELCO eran centralmente dos: la de ser un legislador que montó su conocimiento público a través de las pantallas televisivas que le evitaban pisar el barro de los barrios y la de un outsider que despotricaba contra los políticos aunque en los hechos vivía de la política.
“Él tiene reconocimiento de las personas porque está detrás de una pantalla, pero no conoce los barrios” declaraba sobre Durand Cornejo un Gastón Galíndez que además remarcaba: “estoy en contra de la antipolítica que dice ser el candidato, cuando en realidad viene ejerciendo cargos políticos desde hace 20 años” (FM Profesional 23/03/2015). Nada distintas eran las valoraciones de la propia Frida Fonseca y ello explicaba que tras la derrota de Durand Cornejo ante Gustavo Sáenz en las internas de abril del año 2015, uno y otro celebraran la misma con estridentes declaraciones: “Ahora es parte del pasado”, sentenció Galíndez (El Analista 14/04/2015); mientras su compañera fue más allá y aseguró: “La derrota de Durand Cornejo es el final del mito que promueve la antipolítica”. (Cable a Tierra 19/04/2015)
Pero de repente, una mañana como cualquier otra, Galíndez y Fonseca abrieron los ojos sólo para descubrir que Guillermo Durand Cornejo además de seguir políticamente vivo, los recibía con impostada alegría en el espacio macrista de Salta y que ahora los acompaña a caminatas en donde todos piden el voto, posa junto a ellos en fotos que ilustran la cartelería proselitista y los acompaña a programas de televisión donde haciendo gala de un discurso profundamente antipolítico, celebra que la pareja de candidatos justicialistas hayan arribado a Cambiemos porque “lo importante no es la ideología sino que son buenas personas” (“Vermut con papas fritas”, Canal 10, lunes 24 de junio).
Entre descolocados e impotentes, los concejales ensayan donde pueden malabarismos verbales para explicar que son la pata peronista del macrismo salteño y celebran la pluralidad del mismo que posibilita la promiscuidad ideológica aunque la dirección ideológica y política recaiga en aquellos que, hasta hace un mes, personificaban el “mal” macrista en la provincia: el propio Durand Cornejo o Bettina Romero que ese lunes participaron del programa Vermut con papas fritas en donde aseguraron que el mal del país no era Macri sino el gobierno peronista anterior. Mientras tanto, los ediles mantenían una calma tensa y angustiada que parecía atravesada por la pregunta sobre cuándo demonios terminaba el bloque.
Semejante tolerancia a la emoción de la vergüenza tiene no obstante alguna recompensa electoral: tres días después, el otrora odiado outsider salteño usó su cuenta de twitter para celebrar sus nuevas amistades: difundió una foto en la que posa con el propio Galíndez, imagen a la que acompañó con una tierna pero victoriosa leyenda: “Las alegrías y sorpresas que da la política y este frente tan plural y participativo @CambioParaSalta Da gusto trabajar con amigos”.
Convendría no aventurar sobre cuánto durará esa nueva amistad en una dimensión social como la política en donde los amigos y enemigos son siempre transitorios porque lo único permanente son los intereses. Lo seguro, no obstante, es que el amorío entre Galíndez y Fonseca con el macrismo, confirma que en algunos el miedo a sufrir el ostracismo político es capaz de amordazar al rechazo que alguna vez los temerosos de hoy dijeron sentir por el adversario al que finalmente se entregaron. Puede, incluso, que ahí radique el gran problema de la política salteña: la mediocridad de una dirigencia cuyo temor a perder los puestos que ocupan es infinitamente mayor al deseo genuino de protagonizar un auténtico proyecto de transformación.