Uno de los casos más llamativos en cuánto a puesta en escena, música, brillo y color es el de la Virgen de Urkupiña. Viene desde la vecina Bolivia, le robó el corazón a los salteños y se apropió de nuestras callecitas los domingos, llenándolas de sayas y caporales presumidos que circulan venerando a “la mamita”. (Flor Arias)
Nunca faltan los vecinos enojados por los fuegos de artificio. Todavía no se resignan a que es una de las tantas festividades religiosas que se han instalado en nuestra provincia. Pero su culto es distinto, extravagante, con la particularidad de parecerse más a una fiesta de 15 que a una ceremonia de adoración.
Es llamativo ver cómo hay autos y camionetas con la leyenda “Gracias Virgen de Urkupiña”, los mismos que para estas épocas aparecen en las mañanas con papel picado rosa y restos de cotillón. “A la virgencita le gusta pasear en auto, ella quiere fiesta, quiere cumbias y quiere vino”, comentó Guillermo Flores, un vecino de Villa Santa Ana que por cuarto año consecutivo celebra su adoración hacia ella.
Entre los mozos con empanadas se podía ver que al final de esa carpa improvisada se avecinaba una parrilla enorme con kilos y kilos de asado para comer hasta que de miedo, dos barriles llenos de cerveza, hielo y un desfiladero de mozos que les servían sin parar a los prometidos de la imagen, “yo no desayune y no comí porque sabía que acá me iba a atragantar”, comenta uno metiéndole un sorbo del pico a una botella de birra.
En la casa de los Flores, se arma la gorda todos los años, invitan a 200 personas, contratan a la banda “Luis y sus Colombianos”, mozos y juntan plata para que a nadie le falte vino y cotillón. Al llegar todos se acercan a un altar que está encabezado por una señora muy producida a la que deben tirarle humito, mientras en silencio se le hace un pedido y una promesa a cambio. “Trabajaba en el tren y me accidenté, casi pierdo la mano. Un día me encontré tirada la imagen de la virgencita y se la traje a mi mujer. Ella le cosió un vestidito y con su propio pelo le hizo el tocado, y desde que ella está comenzó a mejorar. Un día le pedí que me consiga trabajo para que mis hijos vayan a la escuela y puedan seguir estudiando el día de mañana. Al día siguiente me llamaron para que vuelva, entonces le armamos una fiestita chica, con la familia. A los pocos días a mi cuñado se le cumplió la promesa del auto y así fuimos sumando padrinos. Es bien milagrosa ella, pero si no le cumplís se te vuelve en contra” contaba Guillermo mientras cortaba una torta con forma de corazón y perlas plateadas durante el agasajo.
La fiesta se estructura de una manera tal que al inicio se le rinda un culto hermoso lleno de rosarios y oraciones, para que luego aparezca la banda con todo su despliegue, saquen a la virgen de ahí y se arme un bailongo divertidísimo con máquinas de humo, serpentinas y papel picado. Primero comienzan los anfitriones, que se distinguen del resto por tener una cartera con los colores de la bandera de Bolivia y una estampita de Urkupiña, cada uno con su botella de cerveza marca un poquito el suelo y toma mientras comienza la canción en honor a ella. Bailan uno o dos estribillos y del fondo suena un silbato que les da aviso a los caporales y enmascarados que es hora de pudrir el rancho y ahí salen todos, a bailar hasta que no puedan más.
Sayas, cumbias, cumbias colombianas, zambas y chacareras, hasta que de repente cortan la luz y en el cielo aparecen los famosos y tan odiados fuegos artificiales. Desde ahí abajo, no molestan, son los 30 segundos a $4.000 más lindos de la historia.
La Virgen y su leyenda
A principios de la época colonial, cuando Quillacollo era parte de la provincia Tapacarí, una pequeña niña que pasaba los días pastoreando ovejas, se encontró un día con una hermosa y deslumbrante señora que se convirtió en su amiga. Esta hermosa dama llegó con un niño en los brazos. La niña observaba este hecho con toda naturalidad, toda vez que ocurría, además que la señora conversaba con la niña en su propio idioma (quechua) y algunas veces el niño, que normalmente se encontraba en el regazo de la mujer, jugaba con la niña.
Este hecho fue comentado por la niña a sus padres, quienes sorprendidos escuchaban los relatos del hecho: se oía un sonido reverberante antes de que apareciera “la mamita”. Entonces los padres decidieron comunicar al “doctrinero”, (en ese entonces la parroquia se llamaba Doctrina y, por extensión, al sacerdote Doctrinero). El hecho también fue de conocimiento de muchos vecinos, quienes decidieron cerciorarse de la veracidad del relato.
Un día 15 de agosto la niña se encontraba, como ya era casi una costumbre, junto a la Señora y su niño cuando irrumpieron sus padres y un grupo de vecinos. Observaron cómo la señora y el niño ascendían lentamente a los cielos. Algunos vecinos que no podían creer lo que veían se preguntaban ¿dónde está la señora? a lo que la niña respondía gritando, señalando con el dedo a la señora “Ork’o piña, Ork’o piña”, voz quechua que quiere decir “ya está en el cerro”, posteriormente se dirigieron al lugar donde la Señora tomaba asiento con el niño en brazos, allí encontraron la imagen de la Virgen María de Urkupiña, nombre castellanizado, que es la que actualmente es venerada desde aquella época y fue trasladada al templo Matriz de Quillacollo donde se encuentra ahora.
Desde entonces, agosto es el mes en que le rinden culto los hermanos bolivianos. La celebración es gigantesca y aunque es acusada de ser una virgen material, no sólo ese es el mensaje que se le deja, además se le pide unión, amor y por la familia.
Cómo llega a Salta
Nadie sabe con certeza cómo fue su llegada, sólo se sabe que comenzaron siendo pequeñas comunidades bolivianas, con tímidos homenajes. Hasta que alguno se deschavetó e invitó a la barriada despachándose con una fiesta loca, que año a año comenzó a instalarse a tal punto, que este 2014 la sacaron de su santuario en Quillacollo para traerla en helicóptero, parando en algunas localidades del interior, para que finalmente visite la catedral de Salta, casa de la silenciosa y sufriente virgencita milagrosa; conformando así un acto simbólico de integración católica.
La peregrinación estaba encarada por un grupo de sacerdotes y empresarios que se conocieron viajando hacia su altar, un día se les prendió la lamparita de traerla, y así fue. Meses organizando una peregrinación que se sabía iba a ser multitudinaria. La intención del paseo milagroso era el de rendirle un culto mayor a la virgen original, y que termine en una iglesia ubicada en la calle Mitre al 1200, que se caracteriza por realizarle todos los años una fiesta y por tener una copia igual a la boliviana.
Miles de voluntarios (o padrinos, como le dicen) colaboraron para la llegada de la virgen, con la logística, los folletos, los ploteos de los autos, las habilitaciones municipales, la seguridad y sobre todo instalar el concepto de esta imagen como una más en la provincia. Contando con el apoyo del Arzobispado, los organizadores viajaron a Bolivia para reunirse con los responsables de esta imagen y solicitarles el aval para que cumplir el sueño de traerla, se haga realidad. “Todos me miraban como si yo fuese un loco, pero ella quería venir a agradecer a sus fieles salteños por tanta devoción” comentó Horacio Juri, uno de los principales organizadores de la peregrinación.
No era cosa de buen devoto traerla en bondi, así que los organizadores manguearon prácticamente todo, helicópteros, nafta, pauta, espacio en medios y un sinfín de etcéteras para que la virgen viaje en primera clase y sea recibida como corresponde por los fieles locales, y así fue.
La intención es que esta peregrinación sea anual y cada vez más fieles conozcan los milagros que esta virgencita morocha y con tanto “bling bling” les otorga a sus apromesados. Todos la quieren, todos le cumplen a ella lo que sienten que les pide.
Y así es como sobreviven sus devotos el mes de agosto, y se llaman nuevamente al silencio durante otro año, consiguen trabajo, bienestar, autos y medianeras para sus casas con tan sólo pedirle a ella un poquito de aire para sus espaldas.