Los docentes de Orquestas y Coros del Bicentenario exigen incrementos salariales y que se garantice la continuidad del trabajo hoy en riesgo de extinción. La pasión por enseñar y la necesidad de formar personas a través de la creación colectiva. (Federico Anzardi)

El lector informado podrá recordar que a comienzos de este año (que es lo mismo que decir a comienzos de la gestión macrista), los docentes de las Orquestas y Coros del Bicentenario, dependientes de la Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas del Ministerio de Educación de la Nación, realizaron un fuerte reclamo para que fueran garantizados sus puestos y la continuidad del programa.

Ese mediodía del mes de marzo, la plaza 9 de Julio se llenó de músicos jóvenes que mostraron el progreso que habían obtenido en apenas cuatro años. Verdaderas orquestas capaces de trabajar colectivamente a cargo de docentes comprometidos. Casi al mismo tiempo que esos conciertos públicos se realizaban en todo el país, el Ministerio de Educación garantizaba la continuidad del programa.

Hoy, la incertidumbre volvió a aparecer. Sin respuestas concretas, los docentes quieren que el programa se mantenga en los próximos años y que los recursos se incrementen. En un comunicado difundido esta semana, revelaron que durante este año sufrieron constantes irregularidades en los pagos, además de incumplimiento en los aumentos previstos e insuficiente presupuesto.

“No sabemos si continuamos el año que viene”, dice Gonzalo Fernández Barrios, Director de la Orquesta de General Güemes, donde tiene 96 chicos a cargo. Considera necesario que el Estado garantice la continuidad del programa a largo plazo. “De largo plazo hablo de tres años, mínimo. Porque los procesos de aprendizaje de los chicos no son de un mes o de un año, son un trabajo organizado y serio”, explica.

Para Martin Bonilla, Director de la Orquesta Cuchi Leguizamón, el mayor objetivo del programa es garantizar educación musical gratuita y de calidad. “Quienes estamos en esto, y estamos profundamente comprometidos con el Plan, sabemos que ya debemos considerarlo un derecho adquirido por los jóvenes. En un país con profundas desigualdades estructurales, poder garantizar derechos que igualen oportunidades es la mayor posibilidad para luchar contra las mismas. Nos encanta mostrar los paradigmas de la educación en los países nórdicos, con tantas libertades, tantas oportunidades y, sobre todo, tantos estímulos. La gran diferencia entre la educación que destruye y la que enriquece es la capacidad de generar estímulos. Así como ningún pibe argentino nace chorro o adicto, ningún pibe de Alemania nace un genio de la música o la ciencia, hay detrás una sociedad estimulando y desarrollando a ese pibe”, explica.

La Cuchi Leguizamón tiene 65 integrantes que son asistidos por trece docentes. “El que más cobra es el director”, dice Fernández. “Cobramos 5.800 pesos por veinte horas de trabajo. Va a haber un aumento para los directores que va a llegar a siete mil. A eso habría que restarle el gasto del monotributo que son como 700 u 800 pesos”, explica.

El sueldo es bajo y además llega a destiempo, algo que provoca serias dificultades en la planificación de los docentes y también en las motivaciones y la predisposición. “Durante el año se pagó un solo mes en plazo. Todos los otros meses tuvimos irregularidades. Si a los docentes les quitás la perspectiva, si les decís que van a cobrar fuera de término, el trabajo no va a estar hecho de la mejor manera. Y en Educación no se puede hacer eso”, dice Gonzalo, y agrega: “Esta vez tardaron veinte días en depositarnos el sueldo. Para los que vamos afuera se nos hace muy pesado, porque tenemos que gastar en nafta, tenemos que pagar nuestras cosas, y el sueldo que nos están pagando tampoco está acorde con la nueva inflación que hay. Tampoco con la devaluación que hubo. Hubo una devaluación del 60% y nosotros estamos cobrando un aumento del 20%”.

Bonilla cuenta todo lo que tienen que realizar sólo los directores: deben conducir un grupo de trabajo, planificarlo, conseguir el material para las clases, conseguir conciertos, traslados y meriendas. “Los docentes, que tienen que pagar las fotocopias, arreglar los instrumentos de los pibes como pueden porque no tenemos cuerdas, resina o materiales, que tienen que adaptar las partituras para el que sabe mucho, para el que sabe poco, para el que no sabe nada y lograr que todos tengan interés y se sientan parte”, dice, cobran, “entre dos mil y cinco mil pesos”. “Y este año nos exigieron, con el mismo sueldo, que trabajemos más horas, cuando anteriormente no nos hacían trabajar la totalidad de las mismas porque entendían que tenés que preparar una clase, un ensayo, un concierto. Tenés que capacitarte y estudiar. Estar continuamente gestionando. Buscar nuevos desafíos y estímulos para los chicos. Nuestros contratos son por el término de un año, como monotributista. No gozamos con pago de antigüedad, pago de títulos ni todas las licencias y artículos que gozan los empleados estatales. Tuvimos casos, por ejemplo, de chicas que fueron mama, pero su licencia fue discrecional, depende de la buena voluntad de las autoridades, no de condiciones firmadas en un contrato. No estamos sindicalizados. Y año a año tenemos que hacer todo de nuevo: presentar curriculum, certificados, todo tipo de documentación administrativa”, explica.

Actualmente son dos mil los chicos que asisten a las orquestas y coros que funcionan en Salta. Para los docentes, lo realmente importante es la formación de personas a través del arte, algo que el programa ofrece en gran medida.

Fernández, que inició su trabajo en el programa en 2012, cuenta su experiencia: “Empezamos la orquesta con una convocatoria de 390 chicos. Por una cuestión de capacidad le pudimos dar respuesta a 110. Ninguno sabía tocar ningún instrumento. Les dimos clases de oboe, de clarinete, contrabajo, corno, trombón, violín. En todo este tiempo los chicos han aprendido una cantidad de cuestiones relacionadas a tocar en grupo. Empezaron tocando arreglos muy simples y hoy están tocando músicas de Tchaikovsky. Y pasaron cuatro años, nada más. ¿Qué quiere decir esto? Que la educación planteada desde el cooperativismo, desde lo colectivo, da mucho mejores y rápidos resultados que la educación individual que plantea el conservatorio. El chico agarra un instrumento en una Orquesta del Bicentenario y al instante, sin saber tocar, va a un ensayo de orquesta. A diferencia de los conservatorios, que te la pasás tres, cuatro años, estudiando solo, como un alienado. Que está bien, estar solo con el instrumento es un proceso que hay que hacer en algún momento. Pero esta nueva idea de pensar a la educación musical desde algo colectivo es interesante porque la música es algo colectivo. Y los resultados me sorprenden y me han educado a mí también”.

“Todos en una orquesta importan, desde el mejor y más talentoso violinista hasta el que empezó hace una semana y toca la pandereta”, dice Bonilla. “Todos tienen algo que decir y son partes del todo -sigue-. No importa de dónde vengas, cómo te vestís, qué música escuchás, tu equipo de fútbol, si sos hombre o mujer, si sos religioso o no. Importa lo que aportas al todo. Imaginemos a la orquesta como modelo de sociedad. Imaginemos, entonces, que no estamos preparando músicos para futuros conservatorios y orquestas, nuestro Plan no es una escuela de música. Ahí está uno de los grandes errores de las autoridades de Educación: quieren convertir este Plan en una especie de semillero de músicos profesionales y docentes de música. Los que entendemos los fundamentos de este Plan estamos preparando personas. Estamos dando más calidad de vida, estamos estimulando, dando motivos y razones a esos pibes para hacer algo”.

González revela que además de la irregularidad en los sueldos y la falta de actualización en los mismos, este año el programa ha dejado de realizar capacitaciones y encuentros, además de que se adeudan el dinero semestral para gastos operativos. Incluso se llegó a dar de baja (temporalmente) la merienda que perciben todos los chicos.

Bonilla cuenta que durante su experiencia en el programa conoció casos de abusos, violencia, bullying, y otras problemáticas profundas dentro de los chicos que asisten al programa. “¿Vos te creés que nuestro objetivo es que alguno de ellos entre en la Sinfónica? Si alguno entra, buenísimo, capaz dos o tres, pero los que más nos preocupan e interesan son los otros 1997 que no lo van a lograr. Volviendo al modelo ‘nórdico’ de la educación, que tanto nos gusta citar, vemos que tienen deportes, música, ciencia, teatro, que desarrollan su empatía por los demás, por el medio ambiente, etc. ¡No están preocupados porque esos pibes sean músicos de la Sinfónica de Estocolmo! Ese tipo de modelo educativo está buscando que esos chicos sean personas felices, que jueguen, aprendan, se desarrollen emocional y racionalmente, en un marco de solidaridad, tolerancia y amor”, dice, y agrega: “El Plan Nacional de Orquestas es un ejemplo mundial en ese sentido, y muchos aun no entienden la profundidad que tiene. ¡No es una escuela de música gigante! Nuestros pibes no rinden exámenes, no son calificados, no tenemos un rígido plan de estudio con objetivos comunes a todos”.