En distintas ciudades se manifestaron las Orquestas y Coros del Bicentenario contra el vaciamiento del programa que en pos de una supuesta federalización, dependerán de las provincias y ya no de Nación. Salta no fue la excepción (Rodrigo España)

La postal se repitió en muchos lugares, desde el frente del Ministerio de Educación de Buenos Aires hasta el Cabildo salteño, donde un centenar de manifestantes, entre niños, jóvenes, adultos, docentes y demás curiosos tuvieron un mediodía entre música, carteles de apoyo para la continuidad de este Programa y la incertidumbre de un futuro que al igual que otras instancias culturales parece que será tocado por el largo brazo del macrismo.

A nivel nacional el Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario cuenta con 161 coros y 140 orquestas con cerca de 20.000 chicos que asisten regularmente a las 295 escuelas donde cerca de 2.000 docentes imparten clases gratuitas a niños y jóvenes en general. Aunque el Programa tiene cierta orientación hacia los sectores más vulnerables, esto no es algo excluyente para que los chicos además de aprender a tocar instrumentos también pueden llevárselos a su casa, o asistir a diversos encuentros y giras por todo el territorio argentino.

Para resumir el problema, la preocupación de varios docentes -cuyo contrato que se renovaba anualmente y ahora sólo lo hicieron por los primeros meses del año- radica en que el futuro del Programa se vería perjudicado si se concreta el paso de los fondos brindados por Nación a las Provincias, fragmentando lo que hasta ahora se veía como consolidado y generando la posibilidad del cierre de varias orquestas y coros que en el caso de Salta llegan a ser 10 de las primeras y 7 de los segundos, con un promedio de 10 docentes por orquesta, 4 o 5 por coro y cientos de niños que asisten cada vez con mayor asiduidad a aprender música gratarola en distintos barrios de Capital, también en La Merced, La Caldera, General Güemes, Tartagal, Orán

Martín, docente de la Orquesta Cuchi Leguizamón, nos dice que “en este momento más que preocuparnos la cuestión laboral, nos preocupa la continuidad de un plan, nos preocupa que estos chicos de todo el país puedan seguir recibiendo una educación de calidad. La coordinación de este programa tiene gente que está muy capacitada para hacer esto y tiene los objetivos claros y todos apuntamos a lo mismo: a la inclusión de los chicos pero con una educación de calidad. Acá no es simplemente juntarlos a los pibes para que no estén en la calle y que hagan algo, no, no. La educación que están recibiendo estos chicos es la misma que en el mejor conservatorio de Argentina, el mismo nivel de docentes, el mismo nivel de rigor; y lo que justamente quiere el plan, lo que nos parece a nosotros es que la mejor forma de incluir a los chicos es tratarlos a todos por igual, porque los chicos de los barrios humildes merecen la misma calidad de educación que los que no son de esos barrios. Incluso en las Orquestas del Bicentenario tenemos chicos que van a escuelas particulares, religiosas y están abiertas a todos, porque justamente las orquestas funcionan como la sociedad, porque somos todos distintos pero a la vez podemos participar de un mismo objetivo”.

Miguel es profesor de clarinete hace dos años en la orquesta de La Merced y asegura que este es “un laburo más social, porque vos le das una enseñanza musical gratuita a alguien que está en un lugar donde seguramente no la podría tener de otra forma, entonces lo ayudas a que le interese la música y eso también lleva a los pibes a que se interesen por otra cosa, como los libros o al arte en general y eso cambia el paradigma de su casa en muchas ocasiones y quizá así no repitan el destino de sus padres. Vos le das a los chicos otra herramienta para que vean que por acá también se puede ir; entonces se entusiasman, comienza a tomarlo más en serio y hay algunos que continúan el rumbo de la música, otros no, pero mi decisión como profesor es que lo hagan, que sigan por el lado de la música”.

En cuanto a los padres que recorren la plaza 9 de julio el mediodía del martes, Ana nos cuenta que hace un año que sus hijo va a la Orquesta de Castañares, allí aprendió a tocar un instrumento, y nos dice que valora “el cariño que le ponen los profes a la hora de enseñar, porque eso se puede ver en la pasión que le ponen los chicos al aprendizaje. Sería una lástima que todo esto se acabe, porque en esos lugares la contención para muchos niños y adolescente es muy importante, sobre todo para los adolescentes, que en la música encuentran otra forma de canalizar lo que les pasa”.

Juan se está comiendo un pan relleno mientras coro y orquesta casi finalizan el acto al frente del cabildo haciendo un tema de Spinetta. Él no tiene hijos, tampoco es docente de música ni participa del Programa: “Yo si de pibe hubiese tenido la oportunidad de aprender a tocar el saxo o el cello gratis y sin necesitar el instrumento, agarraba viaje de una, pero en mis tiempos no había esto que hay ahora. Ojalá que no se corte, porque me han dado ganas de unirme a una orquesta”, nos comenta mientras aplaude los últimos compases de Rezo por vos.

Mientras los alumnos van guardando sus instrumentos y el acto va llegando a su fin conversamos con algunos: Alex es alumno de la orquesta del Hogar Escuela hace dos años, asiste a clases de percusión y comenzó a ir por el aliento de sus padres; rescata todo lo que ha aprendido hasta ahora, que no podría haber sucedido de otra forma y sin la existencia de este Programa.

Omar tiene 16 años también va a la misma orquesta pero hace cuatro años: “yo estaba con ganas de aprender batería desde que era más chico, era como que tenía el sueño de poder aprender algo de percusión y en un momento me dijo mi primo que había un programa, el de las orquestas, y si no quería ir a aprender con él. Cuando yo entré de apoco fuimos sacando temas, se fue uniendo la orquesta y se fue armando de a poco”. Luego agrega: “Yo aprendí que la música es lo que quiero hacer en mi vida. Creo que si no hubiera estado en el programa no hubiera tenido la oportunidad de saber que la música es lo que me llama. Además gracias a eso fue que pude entrar a la Escuela de Música de la Provincia. También pasa que te van interesando otras cosas, en mi caso no es sólo percusión porque, ponele, también me llamó la atención el canto y me fui a hacer un taller”.

Mati tiene 17 años, usa anteojos negros y tiene un bastón en la mano; hace tres años pertenece a una orquesta a la que ingresó por sus hermanos, esa era su primera experiencia estudiando música. Cuando le preguntamos por alguna anécdota que nos pueda contar de su paso por este lugar, nos dice: “En estos años, además de aprender a tocar, aprendí a hacer amigos y a ayudar al resto de las personas haciendo música. Porque a mí me pasaba que cuando tenía problemas emocionales siempre la música me ayudó a relajarme, a pensar. Ahora cuando escribo música me relajo y me hace pensar en cosas positivas y no negativas como antes”.

Como estos chicos, como estos docentes, como estos padres y hasta como los extraños al Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario, no hacen falta demasiadas explicaciones para que todos nos sumemos a un reclamo justo, porque además de que el presupuesto destinado a este tipo de emprendimientos culturales sabemos que es bastante escueto y que su derivación a las provincias generará varios problemas, el laburo que viene realizando con los chicos en los últimos 7 u 8 años ha rendido frutos, eso es innegable. Cuál será el futuro de todo esto, nadie lo sabe con seguridad, pero no parece tener buena cara, y no necesariamente estamos hablando del gobierno de MM, aunque también podría serlo.