El barrio privado Buena Vista volvió a aparecer en el debate. Un testigo pidió que citen a Fernando Vidal, dueño del exclusivo loteo ubicado a cien metros del hallazgo de los cuerpos. El fiscal estalló ante el pedido del testigo. Otra vez las sospechas de fiestas VIP. (Maximiliano Rodríguez)
La cuarta jornada de juicio comenzó a las 9.45 del último viernes de marzo. El ambiente dentro de la sala queda un tanto enrarecido, luego de un tercer día donde surgieron las versiones de fiestas VIP y barrios privados. Momentos antes de comenzar el debate, el fiscal Félix Elías hizo una solicitud al tribunal, el cual -a través de la figura de Angel Longarte- adelantó que esa solicitud sería evaluada en su momento. Solicitó reconocer físicamente el lugar del hallazgo de los cuerpos. El pedido estuvo motivado por la declaración, el día anterior, de Maximiliano García. Elías eligió matar al cartero de las malas noticias. El fiscal calificó esta declaración como “tendenciosa”, sino “distorsionada de los hechos”. El joven había testificado y estimado como probable que las chicas salieran de la explotación turística para luego ingresar o ser ingresadas hacia la escena del crimen, desde –incluso- algún barrio privado cercano.
El ex empleado de Puma Expeditions llegó en su testimonio a remarcar que entre el barrio privado Buena Vista y el lugar del hallazgo hay escasos 100 metros y un sendero “que se usa”. Además, afirmó no haber escuchado ningún disparo de arma de fuego en la quebrada aquel 15 de julio de 2011, momento del crimen según la determinación del juez de instrucción, Martin Pérez. Un testimonio tendencioso y distorsionado a interpretación del fiscal. Al parecer, aún hoy es difícil romper el estatus quo de una investigación inicial que deja serias dudas para casi todos, inclusive para la familia Bouvier. Tanto es así que el padre de Cassandre pide investigar el lugar de la violación, porque considera probable que su hija no haya sido ultrajada en la zona del mirador donde su cuerpo fue encontrado el 29 de julio de 2011. También cuestionó la forma en que Pérez determinó el momento del crimen. Por supuesto que esta línea de investigación podría arrojar resultados muy distintos a la instrucción de Pérez y a la participación del CIF (Cuerpo de Investigaciones Fiscales), que es dependiente del Ministerio Público (Pablo López Viñals) al igual que todos los fiscales. Pese a las deducciones de la investigación inicial y de las determinaciones de espacio, tiempo y protagonistas, los testimonios de este cuarto día pueden ubicar disparos en otro día y horario e incluso dar indicios de otro lugar importante para la causa. Al igual que el fiscal con el testigo, la investigación inicial de la policía y del juez de instrucción para muchos en Salta pudo haber sido “tendenciosa” y “distorsionada de los hechos”. Tal vez por esto el interés de toda una sociedad en el caso y en este juicio en particular. Afortunadamente, el debate es esclarecedor para quien quiera escuchar. En estas condiciones arranca el cuarto día.
Duendes de la nada
El Duende de la quebrada fue el local comercial en el cual las víctimas fueron fotografiadas por última vez. Quizás por ello la querella insistió en esta cuarta jornada en recabar testimonios de trabajadores del local gastronómico. Al igual que en el tercer día, los abogados de las familias convocaron testigos que no pudieron aportar casi nada. Salvo ubicar el lugar donde fue tomada esa última fotografía, algo que nadie cuestiona y que está confirmadísimo. El primero de los testigos convocados por esta parte fue Daniel Alberto Choque, ayudante de cocina. El hombre no aportó nada y sólo reiteró que en el local la comida más requerida son las humitas. La consulta reiterada surge porque en los intestinos de Houria Moumni había maíz. No dijo más nada de valor. Su declaración fue record, ni siquiera alcanzó los 10 minutos. Por su parte, el segundo de los testigos, Sergio Salazar, que también era empleado en El Duende, tampoco aportó mucho, salvo que Gustavo Lasi a veces iba a almorzar allí. Tanto estas declaraciones como las propuestas el día tres desconciertan. No se entiende a esta altura del proceso hacia dónde va la querella.
La voz al teléfono
Darío Ramos, hijo de Omar “pajarito” Ramos, acusado de encubrimiento, declaró en esta cuarta jornada por una llamada que recibió en la agencia Turismo San Lorenzo entre el 2 o 3 de agosto 2011. El joven podía no declarar por ser hijo de un acusado, pero igual aceptó hacerlo. Manifestó que recibió una llamada en la agencia dos o tres días después del hallazgo de los cuerpos de Cassandre y Houria. Era una voz de hombre, con tonada salteña, que le preguntó sin identificarse “si conocía a los guías que trabajaban en la quebrada y si sabía que había pasado con las chicas”. La llamada finalizó preguntando si ya habían “recibido el paquetito”. Un nuevo interrogante para un caso con varios.
Cabalgatas
Mariano Pedemonte explotaba en 2011 el negocio de las cabalgatas para turistas. Según relató ante el tribunal su jefe era David López Dip, quien actualmente continuaría en el rubro. Su testimonio fue requerido ante la Sala II porque las victimas contrataron sus servicios dos días antes de ingresar al predio de Puma Expeditions. “El día 13 yo tomé un llamado telefónico de una agencia” porque “había dos chicas que querían hacer cabalgatas y que debían buscarlas en el Hotel del Cerro”. Según dijo, la excursión se hizo junto a “dos personas más del hostal San Jorge”, las cuales también serían de origen francés. En su testimonio afirmó que a Cassandre y Houria las buscó del Hotel del Cerro el guía de la empresa: Gonzalo Ramírez, quien no denunció ninguna anomalía en el paseo. La excursión se realizó por Finca La Quesera entre las 10 y las 18 del día 14. A las 20 retornaron a la ciudad de Salta.
Mañana de sábado
El testimonio del odontólogo Federico Mainoli fue muy importante para causa, puesto que fue el primer testigo en haber escuchado disparos. Por supuesto que su declaración difiere en día y hora con la investigación de Martín Pérez. Además, el testimonio del dentista puede aportar datos sobre una probable escena que no fue motivo de mayor investigación por el juez de instrucción. Según relató Mainoli, en la mañana del sábado 16 de julio de 2011 salió con algunos amigos a realizar una caminata que practican habitualmente y que llaman travesía. La misma se hace entre las quebradas y los cerros y que comienza en horas de la mañana en San Lorenzo y finaliza ya entrada la tarde en la zona de Castellanos. “Preparamos una travesía entrando por la quebrada para bajar por Castellanos. Comenzamos a caminar a las 7.30 porque aún estaba oscuro”, arrancó su relato.
Así es como al llegar a un lugar conocido como “el abra de Nicolás” avistan una carpa en un lugar poco frecuente y más tarde disparos de arma de fuego. El testigo indica: “nos llama la atención que de la senda a la derecha, sería hacia el norte, una carpa con sobretecho azul. La carpa podría haber sido gris. Estaba todo en silencio. No había movimiento. No le dimos más importancia y continuamos”.
Según su relato siguieron la travesía pasando por el puesto de Nicolás Sarapura, donde se detuvieron unos momentos y siguieron “hasta la naciente del rio castellanos”, pero agrega que “al hacer el primer cruce del rio a las 12 o 12.10 escuchamos tres disparos, pensamos que de bajo calibre. Seguimos bajando y terminamos la caminata 16.30”. El odontólogo no le dio mayor importancia a estos sucesos porque “las primeras informaciones”, luego del hallazgo de los cuerpos, “databan la muerte en 48 o 72 hs antes”. Sin embargo el 2 de agosto de 2011 toma conocimiento a través de los medios “que la fecha de muerte sería en la fecha de la travesía”. Por esta razón el testigo y sus compañeros de caminata dieron aviso a la justicia de lo que vieron: “nos presentamos ante el juez Pérez el 3 de agosto. Luego acompañamos a la comisión policial hacia el lugar donde vimos la carpa. En aquel momento donde estaba la carpa había ropa colgada en un arbolito”. El testigo habitualmente hace ese recorrido, pero nunca antes había escuchado otros disparos en la zona pese a que “tampoco me pareció raro que pudiera haber personas cazando”.
Los disparos
Pierre Sarkis Rieszer es un amplio conocedor de armas. Participó en el club de Tiro Federal y es usuario de armas 9 y 45 mm. Conoce y utilizó también armas de 22 mm y de otros calibres menores. Pierre brindó su testimonio en el cuarto día de juicio porque en la mañana del 16 de julio de 2011 acompañó a Mainoli en su travesía entre los cerros. El testigo admitió reconocer muy bien los sonidos de las armas y sus diferencias: “eran de bajo calibre, quizás 22. Los tiros venían de la zona de la quebrada. En una secuencia corta de segundos”.
Al ser consultado por Longarte sobre esta secuencia de disparos el testigo no dudó: los tres estampidos fueron de una sola arma. Ante el tribunal el testigo relató que el 3 de agosto de 2011 le propuso a la policía en plena investigación una medida de prueba que nunca ordenó el juez de instrucción, aunque a la policía le pareció interesante: realizar disparos desde el mirador donde se hallaron los cuerpos para constatar si se escucharía el estampido desde la zona donde oyeron los disparos en el mediodía del 16 de julio de 2011. Los abogados de la familia solicitaron en esta cuarta jornada realizar la medida propuesta. Según aportó el testigo en base a su observación de fotos satelitales (algo que para nada habría realizado el primer juez de la causa) la distancia del mirador hasta donde oyeron los disparos es de 4 kilómetros en línea recta. El testigo fue más específico al recordar que la carpa era un modelo iglú para tres personas de color gris con un sobretecho azul. Además aportó que al momento de acompañar a la comisión policial al lugar donde estaba la carpa, el agente con el que iban encontró en las cercanías una etiqueta de jabón importado, “quizás francés”. Lamentablemente esta línea investigativa no parece haber sido explotada hace dos años y medio ni por la Brigada de Investigaciones, ni por el juez Martín Pérez.
Hombres armados
A la testigo Micaela Alejandra Pereyra no la encontró la policía, ni los funcionarios judiciales. La mujer se presentó por sus propios medios en la Ciudad Judicial de Salta el 4 de agosto de 2011 “para colaborar”. Esto es porque en el diario del día anterior se publicó un artículo que daba cuenta de dos senderistas (Mainoli y Rieszer) que habían visto una carpa y oído disparos. La joven al ser miembro de un club de montañismo también había recorrido la zona en las primeras horas del sábado 16 de julio de 2011. “Estuvimos en la quebrada a las 10 y hasta las 18. Vimos una carpa azul en el abra. No vimos a nadie. Luego me cruzo con dos hombres con perros. Uno era un dogo blanco y otros dos perros más se veían bien comidos” relató la mujer, agregando que los hombres portaban armas largas.
La mujer contó: “les pregunté qué estaban haciendo y si estaban cazando. Me dijeron que les fue mal que no habían cazado nada. Les pregunte si era de ellos la carpa azul y me dijeron que no, pero que eran sus amigos quienes estaban en la carpa. La tonada era de salteños. No querían hablar, yo les hablé, parecían molestos”. El único momento en que los hombres armados le respondieron fue para preguntarle si ella había visto a sus amigos de la carpa, nada más. Según la mujer un rato más tarde vio a estos hombres “parados con alguien de la carpa, pero no vimos a nadie”. La testigo dijo que esos hombres armados no era ninguno de los acusados. Previamente a esto, la montañista había “escuchado los disparos”, “uno o dos” cerca de “las 12 del mediodía. Ubicó los disparos hacia la zona de la cumbre del cerro.
Micaela dijo que el arma que portaban estos hombres no identificados “no se veía como un arma nueva. Era larguísima, pero no se de armas. Ellos venían por un senderito, callados. Portaban botas pero no tenían la ropa típica de senderistas. No tenían sombrero, ni gorras. Era un lindo día. Con esta gente estuve cara a cara, tenían el pelo muy corto” relató. Según dijo tenían entre 35 y 45 años. Si bien es una habitual excursionista en la zona nunca antes y nunca después escuchó otros disparos. La mujer no reconoció el arma homicida como la vista aquella mañana, aunque remarcó que desconoce totalmente la temática.
La puestera
“El es mi nietito”. Así arrancó su declaración Juana Sarapura cuando fue consultada si conocía a los acusados. La mujer de 77 años es puestera en finca Los Maitines desde que nació. Es abuela de Gustavo Lasi y así reconoció al principal acusado por el doble homicidio.
Típica matrona de campo, prácticamente no pudo jurar decir la verdad por no comprender íntegramente la situación judicial. Ella nunca vio juntos a Vera y Vilte con su nieto Gustavo. Reconoció que existe una amplia enemistad con las familias Vera y Vilte. La anciana cree que “es toda una venganza o algo así” en contra de su nieto. Dijo que Gustavo “jamás fue tomador, ni se drogó”. Agregó que nunca Gustavo Lasi “salió a cazar y que no andaba en esas cosas”. Lo que se contradice en un todo con el relato o confesión espontanea de Gustavo Lasi, sobre la que basó Martín Pérez las prisiones preventivas y los procesamientos de los imputados.
Con muchas dudas, propias de la edad, la anciana relató un hecho que puede darle relevancia importante a los testimonios de la carpa. Juana Sarapura relató –sin recordar fechas exactas- que frente a su casa sobre otras serranías escucho gritos al anochecer y una fogata. Ella dice que escuchó gritos de una voz delgada, “como de mujer”. También reconoció haber visto fuego en el lugar: “escuché gritos. Tenía miedo, porque estaba sola. Yo pensé que era un loco, pero eso pensé yo. Me encerré porque tenía miedo. Era una voz finita como de una mujer. Los gritos eran fuertes, estaba haciéndose de noche”. La mujer explicó que no eran gritos de arreo de animales porque ella los conoce. Los gritos fueron “en frente, en el cerro. Había un fueguito. Hay árboles de palta ahí”. Al parecer nunca se investigó la carpa, ni los disparos, ni los perros…
El estallido
Con el testigo Juan José Lasi, virtualmente explotó el fiscal Félix Elías. No lo acusó de tener un testimonio “tendencioso“ o “distorsionado de los hechos”. Directamente estalló. Lo hizo justamente cuando el albañil con estudios primarios, pidió que se cite a declarar al dueño del barrio privado Buena Vista, Fernando Vidal. El testigo, tío del principal acusado, llegó a ese punto luego de argumentar que su sobrino “nunca acostumbra a cazar” y otros pormenores relativos a la vida en la quebrada. La explosión llegó cuando el presidente del tribunal, Ángel Longarte, le preguntó al testigo si quería agregar algo más, a lo que Juan José respondió: “si me permite sí. Que lo citen a declarar al Sr Fernando Vidal, dueño del barrio privado Buena Vista”.
El testigo, más allá del ímpetu del fiscal, argumentó porqué pidió la declaración de Vidal: “en aquella época (del hallazgo) simularon estar separados con su mujer y se fue ella con su hijo –de unos 20 años- a Bolivia. Una semana después que encontraron a las chicas. El Sr Fernando Vidal fue a visitar a mi madre y estaba muy afligido. Pero yo pasaba en horas de la mañana por un sendero y en ese barrio privado Buena Vista -que es propiedad de Fernando Vidal- y había música fuerte y gente. Hacían fiestas. Se sentía que se amanecían y después de esto no pasó más”.
El testimonio quedó trunco porque el fiscal prácticamente a los gritos le pidió que si sabía quién eran los culpables que los acuse. Como era de esperar, el testigo se calló, pero luego agregó “ahí viven gentes de poder, gentes de plata”. El nerviosismo del fiscal fue explicado por él mismo, luego que el tribunal le llamara la atención y le pidiera orden. Según explicó Elías su ímpetu guarda un solo objetivo: buscar la verdad real. Por esta situación pidió que el fiscal de turno –miembro del Ministerio Público como él- le tome declaración a Juan José Lasi.
Sobre el pedido que hizo el humilde hombre (citar a Fernando Vidal) nadie dijo nada. Está prevista su declaración para jornadas posteriores del juicio. El testigo ante la policía ya había expresado sus dudas en 2011. En búsqueda de la verdad real las partes tienen en la declaración del propietario y de otros vecinos de Buena Vista puntos claves. Se trata de barrio a escasos cien metros del lugar del hallazgo. Desde esa corta distancia y suponiendo que el mirador sea la única escena del crimen sería lógico suponer que quizás alguien vio algo…