Los apremios ilegales como método de investigación y el plantado de pruebas quedaron expuestos ante los jueces. La familia de Houria Moumni presenció por última vez el juicio y retornará a Francia. Jean Michel Bouvier salió de la sala, luego de darle un pañuelo a un testigo que lloraba. (Maximiliano Rodríguez)

La mañana está fresca, pero no llega a ser el típico frio del invierno. Antes del comienzo de la audiencia los familiares de las victimas realizaron distintas declaraciones a la prensa local. La familia de Houria Moumni, confirmó que dejará la provincia y que la de hoy era la última jornada que los tendrá entre el público del juicio oral. Los padres de una de las víctimas, Lahoucine y Zohra Moumni, junto a sus hijos Fadil y Magid Moumni; emitieron un comunicado de prensa para anunciar su alejamiento de la provincia. Textualmente se informó: “1) En razón de nuestros compromisos laborales nos vemos en la obligación de retornar a la República de Francia. Partiremos de la ciudad de Salta el día miércoles 30 de abril del corriente. Seguiremos la continuidad del proceso a través de Internet y en constante comunicación con nuestros abogados. 2) Todos los integrantes de la familia Moumni hacemos pública nuestra absoluta confianza personal y profesional en los abogados que nos representan en el juicio (Dres. Nicolás Durrieu, Federico Rodríguez Spuch y Nicolás Ortiz). 3) Confiamos plenamente en la seriedad e imparcialidad de los Sres Jueces del Tribunal interviniente y aspiramos que se haga justicia en este doloroso caso”. Para ellos era muy difícil mantenerse en Salta. Tenían previsto irse antes pero extendieron el plazo. Para esta familia, es económicamente insostenible su permanencia en la Argentina. Los Bouvier, por su parte, permanecerán en la ciudad hasta que finalice el juicio.

En uno de los cuartos intermedios que tuvo la jornada tanto la madre de Ana Fernández, como una periodista salteña abrazaron a la madre de Houria. La solidaridad femenina supera los idiomas y es más expresiva que la unión entre los hombres. Si bien no se entendían con palabras, las damas se dieron aliento. El cuadro de los hermanos de Houria y su padre, parece mucho más lejano aunque igual de estremecedor. El dolor en esos hermanos se reflejó diariamente en sus rostros adustos. Ambos tuvieron poco contacto con la prensa y con los argentinos en general. Presenciaron todas las jornadas y básicamente acompañaron a sus padres mayores. Quizás la figura de Lahoucine Moumni, padre de la joven asesinada, sea el resumen de una familia tan lejana como común a Salta. El hombre de baja estatura y entrado en años se mantuvo siempre entre atento y ajeno al proceso. Como si supiera que nada le devolvería a esa hija amada. Lahoucine mostró el orgullo que sentía por Houria en la primera jornada. Fue ese día cuando sacó de su bolsillo la beca que su hija había conseguido para estudiar en el continente americano. De muy pocas palabras y con la misma entereza admirable de todos los familiares, sólo mostró su dolor en la cumbre del mirador donde hallaron a las chicas asesinadas. Debieron todos ellos revivir el crimen día tras día. Si bien explicaron a los medios de comunicación que algunas dudas fueron convertidas en certezas, admitieron que falta descubrirse toda la verdad. Tal vez los Moumni vuelvan al viejo mundo con más dolor que cuando llegaron.

Detenido uno

Francisco Ariel Tejeda fue el primer detenido de la causa en 2011. Fue un hombre brutalmente golpeado por la policía que luego fue condecorada por la gestión del gobernador Juan Urtubey. Originalmente estuvo imputado por el hecho y luego fue sobreseído por no tener vinculación con el crimen. Tejeda fue detenido por la acusación de su sobrina, Paola Gutiérrez, quien lo señaló como sospechoso cuando la Brigada de Investigaciones la entrevistó en la parada de colectivos. Fue en ese mismo momento que Paola Gutiérrez también inculpó por enemistad a otra persona que también fue detenida y torturada por la policía: Daniel Vilte.

Según recordó ante el tribunal, Francisco Tejeda fue detenido en la noche del domingo 30 de julio de 2011. Cuando lo liberaron, el primer sospechoso declaró ante la prensa que sólo quería irse de Salta. Desde que recuperó su libertad, Tejeda denunció las torturas de la Brigada de Investigaciones. Por estos hechos son seis los efectivos procesados penalmente, aunque fue una docena la cantidad de efectivos los que se ensañaron contra él. Ante el tribunal volvió a denunciar los apremios ilegales de las primeras horas de agosto de 2011. “Me llevaron a la policía y me empezaron a pegar, y a preguntarse si tenía un arma y si había violado a las chicas. Me pegaron hasta que no me acuerdo más nada”, dijo el testigo. Omitió decir esta vez Francisco Ariel Tejeda que a raíz de los tremendos golpes de esa madrugada no pudo contener su excremento y su orina.

Ante el interrogatorio del tribunal, el testigo recordó cómo fueron esas primeras horas de agosto. “Me detuvieron como a las 23.30 y me liberaron como a las 20.30 del otro día”. Los apremios se habrían cometido en la cocina de la comisaría de San Lorenzo a manos de la Brigada de Investigaciones. El testigo lloró al recordar las torturas recibidas por los policías ascendidos. El juez Martín Pérez supo todo esto en 2011 porque el testigo se lo dijo en ese momento. Al parecer, poco le importó. Después de todo, el juez estuvo en el acto, cuando esos policías fueron ascendidos y felicitados. En esta jornada el testigo agregó algo que no se esperaba escuchar: “tengo tanta bronca dentro mío, que si supiera algo se lo diría. Tengo bronca por lo que me hicieron a mí y porque se ensució mucho mi pueblo”. El hombre vuelve a llorar, pero mucho menos.

Ángel Longarte, presidente del tribunal, lo calmó. Le dio unos minutos al testigo pero este agregó “pienso y pienso y no me cabe. No me cabe que en ese lugar hayan sido violadas”. Concretamente, Tejeda puso en duda la escena del crimen. A su entender, tendría que haber escuchado los disparos o los gritos de las víctimas puesto que diariamente realizaba cabalgatas por el lugar donde fueron hallados los cuerpos. Recordó claramente que durante el mes de julio de 2011 el clima era bastante bueno y que recién para el 1 de agosto el tiempo cambió. Tejeda recuerda bien el momento, porque recuperó su libertad ese día y coincidía con la fiesta de San Roque.

A este testigo, Daniel Vilte lo mira atentamente. La mujer del acusado está en sala como en los días previos. Vilte viste una camisa rosada. Entonces el testigo retoma su “hipótesis” y afirma que cree posible que los crímenes se hayan cometido en el “cerro de los parapentes” que se encuentra por sobre el nivel del mirador. Reitera que no considera posible que los hechos ocurrieran en el mirador sin que se escuchara nada. Su apreciación es tomada en cuenta por las partes. El testigo conoce detalladamente la zona y a todos los acusados. Se crió allí. “Yo vivo cerca de ese lugar y hago cabalgatas. No se puede subir a caballo a las chicas allí, hace más de 25 años que hago cabalgatas. El mirador era conocido como La Morita o Rastrojo Viejo”, explicó el testigo. Hasta este punto su testimonio transitó por los carriles más o menos previsibles. Pero todo estaba a punto de cambiar. Fue cuando le preguntaron sobre los imputados. En este marco Tejeda fue contundente: “a Lasi y Vilte nunca los vi juntos. Nunca han sido amigos”. Entonces el abogado querellante Federico Rodríguez Spuch le pregunta por qué mira con desprecio a Gustavo Lasi cuando se refiere a este acusado particularmente. El testigo se sinceró y generó el murmullo de la sala entera. Todos pensaban lo mismo sin decirlo. “Me da bronca Gustavo Lasi. Si sabe algo, por qué no se para y dice lo que sabe”, sentenció.

Al hombre le duele que San Lorenzo esté en las crónicas policiales por un hecho de esta magnitud. Ese amor por su pueblo es algo tan común en Salta, que a veces deja de valorarse. Sus dichos generaron un rumor intenso en la sala. Todos los presentes esperaban algo similar del principal acusado. Lo mismo había pedido Jean Michel Bouvier dos horas antes, cuando habló con los periodistas salteños. El padre de Cassandre pidió concretamente que Gustavo Lasi hable. Sin embargo, el momento extremo de la declaración llegó cuando el abogado Marcelo Arancibia, solicitó al tribunal que lea textualmente la denuncia de Francisco Tejeda en la que relató cómo fue golpeado. El fiscal se opuso a este trámite. A entender de Félix Elías, no sería importante conocer los métodos medievales que utilizó la Brigada de Investigaciones para “resolver” el caso.

Mientras el debate se sucedía entre los letrados, el testigo lloraba al recordar esa madrugada en manos de la policía. Fue en esos momentos cuando Bouvier hizo algo que produjo una enérgica observación del presidente del tribunal, aunque por error. El clima estaba tenso. El padre de Cassandre Bouvier le pasó un pañuelo descartable al testigo. El juez Ángel Longarte observó intempestivamente esto, creyendo que era un papel escrito destinado al testigo y lo llamó al orden. La observación del tribunal más el discurso reiterado y solemne del fiscal hicieron estallar a Jean Michel Bouvier. El padre de la víctima arrojó los auriculares sobre una mesa y se retiró de la sala dando un portazo cercano al desacato. Aún más molesto, Longarte le hizo saber al abogado represente de las familias que no permitiría más acciones de este tipo. El momento fue de suma tensión.

El vocal Héctor Pucheta volvió a mostrar que los años no vienen solos y levantó el pañuelo descartable que Bouvier le pasó a Tejeda. El vocal, constató que el papel no tenía escrito alguno y que se trataba de un acto humanitario de acercarle un pañuelo a alguien que lloraba. Jean Michel mostró su altura emocional y moral. Para él la tortura del Estado no es un camino hacia la verdad. Aunque esa verdad sea para encontrar a quien o quienes mataron a su hija. Todo el incidente obligó a un cuarto intermedio. La espera fue de casi una hora.

Revólver enterrado

Retomada la audiencia, Jean Michel Bouvier a través de su abogado pidió disculpas por la situación y volvió a la sala. El fiscal pidió disculpas al defensor de Daniel Vilte por la oposición a su pedido y reconoció que los policías tienen procesamientos firmes. Fue entonces cuando prestó declaración Raúl “Diablo” Sarmiento, el hombre que tenía enterrado en el jardín de su casa un revólver calibre 22. El mismo que milagrosamente secuestró Walter Mamani, oficial de la Brigada de Investigaciones. La declaración de Sarmiento fue muy esperada porque en octubre del año pasado su hijo Luis fue asesinado en San Lorenzo.

El homicidio generó la especulación popular que sospechaba que se trataba de un hecho vinculado con este juicio y su posible declaración. Esto fue lo primero que le preguntó el fiscal Félix Elías. Pero Raúl Sarmiento desmintió esta especulación. A su entender el asesinato de su hijo fue un hecho de inseguridad, sin relación con el doble crimen de San Lorenzo.

Lo que sí confirmó Sarmiento es que en su casa “plantaron” un arma. En este marco, el testigo fue bastante claro. “Me pusieron el arma. La pusieron los de la Brigada de Investigaciones. Lo hicieron delante de mí. Yo los vi. Yo estaba a la par del que estaba cavando. Yo estaba parado en la parra. Eran varios policías, serían cuatro. Al lado de la higuera es blandito y ellos cavaron con un palito de escoba”, dijo. Para el testigo fue un movimiento simultáneo el realizado por el efectivo policial del milagroso hallazgo. Una maniobra bastante clara pero rápida.

Raúl Sarmiento no sabe el nombre del policía que hizo el repentino descubrimiento, pero puede reconocerlo si lo ve. El testigo recuerda que el revólver “estaba en un trapo. El trapo estaba muy limpito”. También recordó Raúl Sarmiento que fue la auto propuesta testigo Irma Dastres quien estaba fuera de su domicilio cuando “apareció” el arma. “Ella estaba con un papel y una lapicera, no sé si habrá visto cuando pusieron el arma”, sentenció. El procedimiento ocurrió el 4 de agosto de 2011. Tres días antes, el 1 de agosto, se había producido el primer milagro del oficial Walter Mamaní. Ese mediodía fueron secuestrados los dos proyectiles que según Néstor Piccolo “alguien plantó” en el mirador de San Lorenzo, luego que Criminalística y otros policías rastrillaran el lugar sin encontraran nada.

Los casuales hallazgos no serían milagros si las balas del mirador no habrían coincidido con el arma, tal como luego confirmó la pericia balística. El inocultable método fue un acto desesperado, porque el 4 de agosto la Brigada de Investigaciones no tenía ninguna pista, más allá de los detenidos al azar y las torturas. Recién el 6 de agosto de 2011 el comisario Néstor Piccolo develó la pericia telefónica que se venía realizando en secreto y que terminó con la detención de Gustavo Lasi y el secuestro del celular y la cámara de fotos de Houria Moumni. El mismo día cuando por un supuesto allanamiento de robo dieron con el revolver enterrado.

Solo tres altos oficiales sabían en ese momento el estudio que se hacía sobre los teléfonos. En definitiva fue este trabajo secreto el que dio con la detención de Lasi y el secuestro del arma homicida y de los objetos robados a las víctimas. Una muestra clara que la investigación policial seria supera a la policía del golpe y el apriete. El testimonio fue valorado por los jueces y posiblemente terminé en una causa paralela originada en este juicio debido a la gravedad del caso. Raúl “diablo” Sarmiento además de denunciar el fraudulento secuestro del revólver calibre 22, también denunció que la policía nunca le devolvió los elementos secuestrados en su casa. El hombre hizo referencia a un equipo MP3, un cuchillo y un par de botines.

El día transcurrió en medio de tensiones y duros testimonios. El relato de la investigación policial sobre la que se basó Martín Pérez para procesar a los acusados, dejó al descubierto lo peor de un proceso penal reñido con las más elementales leyes. Es evidente para todos que entre los miembros del tribunal se van formando opiniones distintas. La hora de los alegatos y el veredicto se acerca cada vez más. Así terminó vigésimo segundo día.