Freddy Flores, Malvina y Jorge, son los protagonistas de esta crónica en donde carreros y cartoneros comparten una vida de pobreza y marginación. Lo primero atenta contra su vida, lo segundo contra su dignidad. (Agustina Sily)
Se estima que en Salta alrededor de 700 familias dependen del trabajo en carro. El Centro de Estudios por el Cambio Social de la provincia realizó un informe que a través de diversos indicadores da cuenta de la situación de vulnerabilidad del sector. Los datos arrojan que más del 90% de los trabajadores en carro cuenta con ingresos mensuales por debajo del Salario Mínimo Vital y Móvil ($6.060 a diciembre de 2015), mientras un 75% de los hogares está por debajo de la línea de la pobreza, y un 38% no cubre siquiera la Canasta Básica Alimentaria, medición que es la que establece la línea de indigencia. Esa situación lejos de atenuarse con los años, continúa hasta la vejez.
Así lo relata Freddy Flores, el presidente de la agrupación de carreros y cartoneros de Salta. Cuarto Poder visitó a este hombre de cejas tupidas que hace ademanes cuando habla y conoce todos los trabajos precarizados que el salteño medio puede intuir: lustra, canillita y ahora carrero.
En relación a los carreros y la vejez, decíamos, Freddy cuenta al respecto que hace algunos días un compañero cumplió 65 años. La mayor parte de su vida estuvo arriba del carro, más de 40 años. Trabajó toda su vida pero no tiene como jubilarse porque nunca hizo aportes.
La organización en la ciudad de Salta se inició en el año 1997, ante las reiteradas desapariciones de sus caballos. La situación se mostraba límite para quienes generaban su propio empleo ante la dificultad de ser parte de la economía formal. En Salta, entre trabajadores precarizados, informales y de la economía popular, conforman un 40% de la población ocupada, mientras que en Argentina poco más del 33%.
Es en esa charla que el referente aclara que en la familia carrera, el equino además de ser un elemento de trabajo, es un miembro más. “El otro día llegué a la casa de un compañero en barrio 23 de Marzo y su hijo, de cuatro o cinco añitos dormía arriba de la pancita del caballo”, dice Freddy, que además enfatiza; “Mire si no va a ser un integrante más. Las organizaciones proteccionistas nos prometieron vacunas y ayuda en el mantenimiento de los caballos pero lo único que recibimos fue persecución, secuestro de los animales y niños con platos vacíos”.
El secuestro de los animales se lleva adelante por el cuerpo de caballerías aduciendo maltrato animal. “A nosotros nos tratan de lo último que somos: lacras, negros de mierda, hijos de mil. Nos tratan de lo más bajo que pueden tratar a un ser humano”.
Sobre la relación entre la Municipalidad y los trabajadores de las cooperativas de cartoneros, el dirigente alude a las múltiples presiones ejercidas desde el gobierno. Para que los trabajadores de las cooperativas asistan a determinados actos políticos, para que les limpien las oficinas de Agrotécnica Fueguina, para que callen. Ante ello, una pregunta se impone: la relación entre los cartoneros y carreros que tienen como escenario laboral el vertedero San Javier. La repuesta de Fredy duele: “Hay una sola palabra que nos une a nosotros. La pobreza. Y después viene la marginación y la discriminación. A nosotros no se nos reconocen los derechos”. Freddy, sin embargo, está convencido de que sus ojos van a ver al hijo de un cartonero o carrero llegar al poder.
Trabajo que mata
Malvina y Jorge son recuperadores de residuos en el vertedero San Javier. Ambos forman parte de Ceferino Namuncurá, una de las tres cooperativas que nuclea a los trabajadores del sector. Cada cooperativa tiene un turno de ocho horas diarias rotativo. Malvina se aboca a esta tarea desde hace siete años. Tiene cuatro hijos y cuando el más chiquito tenía sólo dos meses, su esposo falleció. Fue el momento en que debió volcarse a la actividad de la que alguna vez quiere retirarse: “Para mí es algo provisorio; espero no hacer esto toda la vida”, dice.
Ni ella ni Jorge cuentan con una ART que les permita enfrentar las contingencias y enfermedades laborales porque no existe relación de dependencia alguna. La precariedad es tal, que las cooperativas y el municipio firmaron un acuerdo anual en el que el Estado directamente se des responsabiliza del daño que esta labor pueda ocasionarles. No se trata de un tema menor. Para confirmarlo conviene recordar que el vertedero de San Javier se ubicado en el Barrio Solidaridad y que en el Centro de Salud de la barriada, el medico enfatiza las consecuencias que tiene en la población la proximidad de este basural a cielo abierto: piodermitis, bronquiolitis, parasitosis y asma son algunas de las patologías que se derivan de este sumidero.
El municipio se comprometió a cambio de des responsabilizarse por la salud de los trabajadores a entregarles indumentaria y un incentivo de 1.500 pesos mensuales que cobraron por seis meses. En el último tiempo, sin embargo, solo algunos percibieron un depósito de $200 en concepto del mismo: “Esto lo logramos después de la salvaje represión que se vivió en el corte del agosto pasado”, explica Malvina. El convenio también responsabiliza a los trabajadores por lo que pudiera ocurrirles a las personas ajenas a las cooperativas.
Jorge, por su parte, alude al deceso de un compañero que fue aplastado por una de las máquinas de Agrotécnica Fueguina, caso al que también se había referido Freddy. No son los únicos casos de los que hablan. También otro compañero falleció tras reiterados pinchazos con jeringas. Los residuos patógenos se identifican porque son cubos manchados de sangre. Algunos se encuentran sueltos por lo que en el suelo es posible observar jeringas, guantes y frascos.
En ese lugar juegan y circulan niños. Nadie tiene barbijo. Sentado junto a su madre y hermanitos, por ejemplo, un nene hace andar un autito. Hay otros que buscan materiales para vender. Un niño de 12 años parte con una carreta cargada de metal. Hay cachorros que también persiguen hambreados a su enflaquecida madre. Hay gatos, hay ratas. Todos buscan comida. Hay también promesas de fumigación que no llegan.
Es curioso. En los últimos meses la mayor parte de los productos y servicios esenciales para vivir fueron afectados por el 40% de inflación. Sin embargo los precios del cartón y el plástico bajaron. El kilo de plástico es pagado a lo sumo $2,10 El cartón oscila entre $0,70 y $1. El papel, al que llaman archivo, oscila entre $1,20 y $1,50. En las próximas semanas venderán también polietileno. La retribución mensual de ambos por meses llega con suerte a los $3.000. Ese monto sumado a la Asignación Universal por hijo les permite sobrevivir.
Los compradores son tres y su relación con los trabajadores de la economía informal no es la mejor. La razón de ello es simple: los compradores les retacean el precio. Por ello los recicladores creen que lo ideal sería que no existieran intermediarios entre ellos y la exportación, aunque para eso precisan poder prensar los residuos: “Así podríamos sentir que el trabajo es nuestro”. Hace algún tiempo la Municipalidad recibió una donación de Japón que tenía como objeto que se pusieran a disposición de los recuperadores los medios y maquinarías necesarias para abordar el prensado. La obra nunca se concluyó.
Casi al final del recorrido por el lugar un guardia se acerca y pregunta quién le dio autorización a la cronista para el ingreso. Malvina le pregunta si los chicos que están sentados en la basura obtuvieron un permiso. El guardia pide que en caso de haber sacado fotos, las mismas sean borradas porque podrían comprometerlo. La visibilización de la realidad preocupa a las altas esferas. La realidad misma no.