El apabullante silencio que reina en el fuero federal, sumado a una serie de incongruencias en los procedimientos, disparó la hipótesis de que la muerte del ex magistrado acusado de coimas pudo haber sido inducida. ¿Salta tiene su propio caso Nisman?

En una operación mediática que dejó numerosísimas sospechas, un medio que se jacta de ser pequeño, y sobre el cual unos de los tantos jueces de la Corte de Justicia devenidos en empresarios, tendría un importante porcentaje accionario, salió con los tapones de punta contra la fiscal Ana Inés Salinas Odorissio, quien dentro y fuera del Ministerio Público, goza de reconocimiento por su trabajo.

El motivo de la furia parece ser, que la funcionaria judicial acudió raudamente a una escena, donde se encontró tendido al lado de una pistola Browning calibre 9 mm, al ex juez federal José Antonio Solá Torino, alias el Toto. A este semanario y otros medios, nos llamó poderosamente la atención y así lo marcamos ese día en el artículo “Inacción de la Justicia Federal”, que una fiscal provincial se haga cargo del muerto. Sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un ex magistrado federal, que había sido condenado por un Tribunal Federal a la pena de seis años de prisión por cobrarle coima al narcotraficante José Miguel Farfán, condenado también, dicho sea de paso, en el fuero federal. Entonces la pregunta era: ¿Qué hacía en ese lugar una fiscal provincial?

Conviene que los lectores de Cuarto Poder se enteren del por qué, y saquen sus propias conclusiones, teniendo en cuenta que se podría estar ante el caso Nisman Salteño.

La historia comenzó en las primeras horas del sábado 28 de noviembre, cuando la Policía de Seguridad Aeroportuaria se presentó a la casa de Solá Torino alrededor de las 12.40 hs., con una orden que aclaraba, que debía cumplirse en horas y días inhábiles – circunstancia que llamó poderosamente la atención en el foro salteño -, con una curiosidad todavía mayor: no debían derribarse puertas. En realidad, no lo estaban buscando a Solá Torino, y tampoco éste estaba prófugo. Con sólo citarlo al Juzgado Federal, e informarle que quedaba detenido ya bastaba. Es el procedimiento usual, cuando como se dice en la jerga, “se está a derecho” es decir, cuando te convocan,  vas, te notificas, y te avisan en ese momento que quedas detenido. Y así lo explicaba a los cuatro vientos su propio abogado.

La intersección del Pasaje Mollinedo y Deán Funes donde vivía el finado, es un una zona repleta de cámaras de seguridad, y no hacía falta toda esa parafernalia. Mucho más, cuando desde más de cinco horas antes, todo el mundo ya se había informado por diferentes medios que sería detenido, para que cumpliese una pena que -según dicen- le habían prometido que no cumpliría. Algo de cierto debió ser, porque desde que lo condenaron, hasta que supuestamente se mató, habían pasado cuatro años, de los seis de la pena que le habían impuesto.

Más raro todavía, es que tratándose de un ex juez federal, condenado por pedir coimas a un narco por un tribunal federal en una causa federal, ningún magistrado ni funcionario de ese fuero, estuviese a cargo del operativo que -como frutilla del postre- incluía trasladarlo a esa hora, es decir la una menos veinte de la mañana, desde Salta a la Cárcel Federal de Güemes. Lugar donde casualmente está detenido José Miguel Farfán o sea, quien lo coimeó. De todo esto, a decir que hubo al menos, inducción al suicidio, hay un solo paso.

Pero siguieron las cosas extrañas. Cuando la Policía de Seguridad Aeroportuaria -fuerza federal de elite si las hay, y sólo comandada por jueces federales- entró a la casa del ex juez, se encontró con que allí, estaban dos de sus hijas. Su esposa, la defensora provincial Rosa Verónica Orellana, se había ido ese día a Buenos Aires, lo que hace mucho más extraño el asunto.

Si parásemos el relato allí, ya todo era irregular y anormal ¿Por qué? Porque se ordenó allanar la casa de un ex juez que, todas las veces que había sido citado en la causa, acudía a tribunales. Es decir que no había necesidad de allanarlo. Por las cámaras de vigilancia, y por sus últimos movimientos, se sabía que estaba allí. Pero a ningún juez federal, ni secretario de ese fuero, se le ocurrió ir ver qué es lo que había sucedido. Llamativo, que cuando un ex juez federal se suicida, ni a su antiguos compañeros ni a los funcionarios de la justicia federal les interesa, ni les preocupa saber qué pasó; menos, concurrir al lugar a cumplir su obligación. Eso tampoco es casual, sino una situación gravísima ¿Tenían miedo de que Solá Torino abra la boca?

¿Por qué no fueron ellos a supervisar el allanamiento, si de acuerdo a lo relatado, horas más tardes se encontró una carta del difunto? ¿Tampoco les interesaba saber qué contenido había en su teléfono, o si le cambiarían el chip para ocultar pruebas? Parece que nada de nada. Al pequeño diario evidentemente tampoco le interesó conocer sobre estos interrogantes, y por eso se abocó a intentar ensuciar a la fiscal cuando se declaró incompetente. Pero el cuento no queda allí.

Haciendo cálculos, entre el supuesto suicidio del Toto, y hasta que comunicaron a la fiscal, pasaron más de cuarenta minutos. Dicen testigos, que cuando llegó la funcionaria judicial con el Cuerpo de Investigadores Fiscales y la policía, lo primero que hizo es preguntar por qué la habían convocado a ella, y no a funcionarios federales. Pero nadie supo explicarle nada. Y lo que es peor, es que cuando pidió comunicarse con el juez federal de turno, o con una jueza del Tribunal oral Federal que parecía estar a cargo del desastre que acababa de ocurrir, le respondieron que tenían órden de no brindar ningún número telefónico.

La pregunta es, ¿Qué hubiese pasado si la fiscal no acudía? Nadie más se hubiese hecho cargo de un cuerpo inerte, con un arma de guerra tirada a su lado. Y si la fiscal se declaraba en ese momento incompetente. ¿Quién hubiese tomado la medida de inspeccionar, y tomar la previsión de dejar custodios en la casa para preservar la escena? Nadie. Pero para el pequeño diario, y el alto magistrado de sonrisa satánica, parecería tantas irregularidades estaban bien ¿Alguien se querría vengar de algo? Por las dudas, dicho sea de paso, el Ministro de Seguridad Juan Pulleiro, tampoco asomó las narices. Si el mismo que frente a la caída del helicóptero y la muerte del banquero Brito, disfrutó de sus dos minutos de fama haciendo declaraciones en los medios nacionales, sin tener arte ni parte.

La Fiscal debió ordenar el levantamiento del cuerpo, que se tomen huellas y rastros, ordenar la autopsia y devolvérselo a sus familiares. Todas estas diligencias,

concluyeron pasadas las cinco y media de la mañana. Ni durante ese lapso, ni después, apareció ningún funcionario federal. Mutis por el foro. La opereta montada para ensuciar a la fiscal Salinas, depara numerosísimas sorpresas. ¿La Procuración General de la Nación está enterada de todas estas maniobras, y de las misteriosas ausencias?. Numerosas ausencias. Por las dudas, no vaya a ser que ahora a Farfán se le ocurra abrir la boca, y contar secretos celosamente guardados. Cosas que pasan en Salta, de las que nadie quiere hablar, y si hablan prefieren deformar.