Empieza un nuevo mes y crece la angustia inquilina y los atropellos inmobiliarios. Danila Saiegh hace un llamado a la unión de todes les que sufren el sadismo del sistema: ese que juega con el miedo a quedarse sin casa.
Al pueblo inquilino,
Siento desde lo más profundo de mi ser la absoluta injusticia que atravesamos todos los días desde que, sin ninguna otra posibilidad, nos sumergimos en esta vida de pagarle a une otre para tener un techo sobre nuestras cabezas.
El sólo hecho de ser inquilines nos deja vulnerables ante el sadismo con el cual el sistema inmobiliario lleva adelante este acuerdo entre partes. Porque de eso se trata, compañeres, de un convenio entre dos personas donde, a priori, nada indica que estamos obligades a soportar todo tipo de vejaciones y a cumplir con cada uno de los caprichos de les dueñes.
¿Por qué lo hacemos? PORQUE TENEMOS MIEDO. Pánico de que de la noche a la mañana nos saquen a la calle con las dos o tres porquerías que tenemos como posesiones. Esa fantasía se vuelve más angustiante cuando calculamos el dinero que hace falta (y no tenemos) para iniciar un nuevo contrato de alquiler en otra propiedad.
Tenemos miedo porque sabemos lo que nos cuesta. Destinamos por lo menos el 45 por ciento de nuestros sueldos a pagar el alquiler todos los meses. Pero al inicio, en lo que comúnmente llamamos “entrar a un alquiler”, gastamos muchísimo más, quizás más que nuestro sueldo entero. Y terminamos en la obligación de endeudarnos con familiares o amigos para tener donde vivir.
El comienzo de contrato es un martirio para les inquilines. Nos cuesta el equivalente a dos meses de alquiler en calidad de adelanto y depósito, más las averiguaciones que hace la inmobiliaria para saber si la propiedad que ponemos en garantía es efectivamente de quien decimos que es.
La ley es muy clara en este punto, compañeres, indica que sólo pueden cobrarnos los informes de dominio, inhibición y/o frecuencia. Pero elles, de manera ilegal y conociendo la desigualdad de condiciones en la que nos encontramos, intentan que desembolsemos mucho más dinero en concepto de “gastos por gestiones”, “certificaciones de firmas”, “depósitos en dólares porque el departamento es nuevo”, “dos meses de depósito porque la propiedad está recién pintada”, entre otras excusas ilegales para sacarnos más dinero.
Incluso hemos llegado a situaciones explícitamente mafiosas en las que la inmobiliaria nos pide plata a cambio de convencer a el o la propietaria para que considere renovarnos el contrato de alquiler.
Tenemos que soportar que nos sigan reclamando el 4,14 por ciento del contrato en calidad de comisión cuando la ley dice claramente que el pago a la inmobiliaria lo hace el dueño porque es él quien contrata sus servicios de “administración” ¿Cuál es la excusa que esgrimen? Dicen, muy sueltos de cuerpo, que “este contrato se maneja con la ley vieja”. Nada más inaudito, más ilegal y más demente: la ley no es una opción que se toma o no, compañeres, es una ley, se cumple y punto.
Y lo peor, compañeres, es que una y mil veces, por miedo, cedemos ante esas presiones.
La zozobra nos toma por completo cuando recordamos el largo y doloroso proceso de buscar casa: llamada tras llamada, visita tras visita, uno y mil interrogatorios plagados de juzgamientos.
No hay recibo de sueldo o garantía propietaria de familiar directo que alcance cuando la empleada de la inmobiliaria (que alquila igual que vos) nos mira de arriba abajo y escupe una daga emocional del tipo: “La dueña solo le alquila a parejas”. Y una responde que no tiene ningún sentido eso porque cumple con todos los requisitos. “Bueno, es así esto”, y en esa última línea de arbitrariedad e injusticia máxima la empleada de la inmobiliaria (que, repito, alquila igual que vos, es una rata sin casa, igual que vos!) hace un doble movimiento. En primer lugar, se autoafirma en su subjetividad tilinga a través de un poder circunstancial de cinco minutos. Y, por el otro, destruye para siempre la posibilidad de que le inquiline sepa que tiene derechos y se anime a luchar por ellos.
Vivimos en una larga sentencia de silencios. Sólo nos queda callar y pagar por cosas que no nos corresponden. Pagamos el ABL, pagamos Aysa, pagamos expensas que sabemos que son extraordinarias pero las pasan como ordinarias en esa ilegible e imposible liquidación de expensas: arreglar un departamento que no nos pertenece con plata de nuestro bolsillo inquilino.
Sabemos que los dueños del país y las inmobiliarias publican sus propiedades “para uso comercial” cuando no lo son, ¿por qué lo hacen? Para poder evadir la ley de alquileres, para hacer aumentos cada seis meses o menos y para hacer contratos basura por menos tiempo.
También sabemos, gracias a un estudio de Inquilines Agrupades, que existe una millonaria evasión impositiva del mercado inmobiliario. El 78,3 por ciento de les encuestades que participaron de esta investigación afirmaron que la inmobiliaria o el propietario no le extienden una factura cuando recibe el pago del alquiler.
Ese promedio nacional, aumenta en provincias como San Juan, donde llega al 94,2 por ciento, en CABA con el 84,5, en la Provincia de Buenos Aires que alcanza al 79,9 por ciento. Más claro, compañeres, 8 de cada 10 inquilines no recibió nunca una factura de la inmobiliaria o el propietario, 8 de cada 10 de esta gente que nos tiene en vilo evade impuestos.
Pero esto se termina hoy. Vamos a decir ¡BASTA! Basta de atropellos, basta de temerle a unas señoras con teléfono fijo en una oficina a la calle, basta de andar con cuidado creyendo que somos les empleades de un dueño con deseos de cobrar en efectivo, basta de creernos el relato de que somos de una casta inferior porque no tuvimos la suerte de ser propietarios en un país con un altísimo porcentaje de viviendas ociosas.
¡Hoy decimos basta porque tenemos derechos!
Tenemos derecho a recuperar nuestro depósito una vez terminado el contrato, ¡sin excusas, sin mentiras! Tenemos derecho a no pagar las expensas extraordinarias y a descontarlas del alquiler.
Tenemos derecho a que el contrato de alquiler dure por lo menos tres años, a que si se rompe algo lo pague el dueñe sin dilaciones y sin esperar a que nos mande un plomero o un electricista. Porque aunque sea por un tiempo acotado esta propiedad es nuestra vivienda, nuestro hogar, ¡es nuestra vida!
Hoy quiero invitarlos a levantar la voz, a luchar con argumentos, a descontar los gastos que no nos corresponden de ese alquiler carísimo que pagamos, a decir no a pedidos caprichosos como pagar altas sumas de dinero en efectivo cruzando ciudades enteras con miedo y angustia, a no ceder antes las provocaciones de un sistema que nos oprime y nos quiere empequeñecer, un sistema que premia a los privilegiados y cercena los derechos de los humildes, un sistema que pone el derecho a la propiedad privada por encima del derecho a vivienda digna.
Con la nueva ley de alquileres bajo el brazo y estas palabras en el corazón los invito a gritar:
El alquiler será digno o no será.
Hasta la victoria de llegar a fin de mes, siempre.
¡Fuerza Inquilina!