En San Antonio de los Cobres y en varias localidades más las comunidades originarias mantienen con vida las prácticas ancestrales que caracterizan y hacen del carnaval en las alturas algo único de vivir.

Gabriela Hernández

Culto a la Pachamama, papelitos de colores, serpentinas, talco, harina, cantos de caja y bailes y un cálido recibimiento, todo esto y más se vive todos los años en el Carnaval Andino de la provincia de Salta, y es que hace más de 30 años las comunidades invitan a propios y a extraños a lo que ellos llaman «un momento de felicidad en donde se dejan todas las tristezas y se festeja sin culpas y en comunidad»

 

En San Antonio de los Cobres la comunidad «Collas Unidos» realizó un Encuentro de integración cultural en donde invitaron a medios de prensa a difundir el rescate de las costumbres, en una charla con Teofila Urbano, referente del lugar, nos comentó que significa crecer con la cultura de los andes y la puna, sobre las actividades realizadas dijo «todo lo que hacemos lo hacemos porque nuestras costumbres se estaban perdiendo, ya no se compartía como antes, ya no se veía a nuestros hijos y nietos, por eso decidimos en San Antonio hacer algo hace más de 25 años atrás»

 

También Teofila compartió recuerdos de la niñez y relató «cuando yo era chica me acuerdo que en el campo, en todo el año, el carnaval es la única diversión, la única expresión en donde uno puede sacarse todo lo que guarda durante el año, todas las tristezas las penas y hay alegría, todo lo que uno siente, también con las coplas se conquista y se pelea» y agrega «me acuerdo cuando era niña mi papá y la comunidad tenían costumbres, lo primero era preparar el asado en ladrillones, en bateas grandes de chapas, que antes había ahora ya no, una llama completa, un cordero y lo cortaban, todo eso se guardaba en una habitación, en donde se guardaba toda la mercadería, porque en el campo siempre se prevee de tener bolsas de azúcar, bolsas de harina y a esa pieza siempre se la tenía con llave, también se hacía hervir maíz, el mote, en olas grandes, sopa en ollas grandes».

 

Además comenta Teofila que sus padres luego de preparar las comidas y guardarlas iban a la casa vecina la cual quedaba a una distancia calculada de 20 cuadras «ellos agarraban su caja (de coplas) y su bandera y se iban, nosotros eramos chicos pero nos dejaban encargado que si sentíamos una caja en el cerro a lo lejos nos teníamos que levantar, teníamos que poner a calentar el asado y servir cuando llegaba la cuadrilla de copleros, que a veces eran 2 o 3 hasta algunas veces llegaban 10, si estábamos durmiendo nos despertaban con las cajas, nosotros teníamos que recibirlos, acondicionar una pieza porque ese era el lugar en donde pasaban los copleros» y agrega «ellos entraban y cantaban todo el tiempo y cuando paraban un poco, que sería a la mañana, le servíamos el desayuno con bollos con tortillas, con queso, ellos desayunaba y seguían cantando, en una olla de barro dejábamos preparada sangría, vino hervido con canela, servíamos eso y chicha, en el campo no hay gaseosa, y si cantaban todo el día a las diez u once de la mañana ya les servíamos el asado, después al mediodía la sopa, comían y se iban, pero a veces se iba una cuadrilla, llegaba otra y otra vez había que atenderlos, era lindo y divertido, era la única diversión, era lo que se sentía al escucharlos cantar, todo lo que ellos se decían, luego nos tocaba a nosotros salir con mi papá y mi hermana, aclarando que las casas estaban muy lejos unas de otras»

 

Al final, siempre hay un final, se comienza yendo de casa en casa y luego se termina en un lugar en donde se juntan todas las cuadrillas el día martes de carnaval y ahí ya termina el carnaval.

 

Un logro de la unidad

Para finalizar Teofila Urbano nos resumió los logros de la comunidad «todo lo logramos gracias a la pachita, la madre tierra, logramos que hoy en día San Antonio de los cobres pueda tener sus propios copleros, en las escuelas también armaron cuadrillas, cuando se armaron los primeros copleritos en la escuela Sarmiento nosotros les regalamos las cajitas de la comunidad, llevamos unas 15 cajas para incentivados» y agrega «tengo la satisfacción de decir que en el pueblo hay copleros, se enseña a fabricar cajas, hay cuadrillas grandes, hay una en Alto Molino, da gusto haber trabajado estos años para que la cultura se muestre, para que nuestros hijos y nietos puedan seguir el legado».

 

Finalmente Teofila agradeció a toda la comunidad de Collas Unidos «cada uno pone su granito de arena para hacer las cosas posibles»

 

Recomiendo para el próximo año no perderse el carnaval andino, conocer y vivir un momento especial con la gente que lleva su alma atada a la tierra salteña a las prácticas que solo buscan hacer el bien a uno mismo y a todos.