Este jueves la OSF interpretará composiciones de uno de los grandes de la música clásica, alabado por el escritor “maldito” norteamericano, recordamos algunos pasajes en los que don Charles recuerda a Johannes.

La Orquesta Sinfónica de Salta con la dirección de Noam Zur, y junto al pianista israelí Shai Rosenboim interpretarán el Cuarteto en sol menor, Op. 25 en la versión orquestal de Arnold Schönberg, una de las obras más emblemáticas de Brahms y Concierto para piano y orquesta Nro. 2, de Johannes Brahms.

La cita será el jueves 14 de junio, a las 21, en el Teatro Provincial. Las entradas generales están a $100, aunque el precio puede variar según ubicación; habrá descuentos del 50% para estudiantes y jubilados.

El nombre de este destacado músico considerado el sucesor natural de Beethoven, a quien admiraba profundamente, es mencionado constantemente en las obras del autor estadounidense de origen alemán Charles Bukowski, un ebrio empedernido odiado por tal vez la misma cantidad de personas que ven en sus escritos una revelación del malestar del siglo 20.

Como remarca una publicación de la revista Noisey, la recurrencia de la música clásica en Bukowski ofrece un contraste entre su brusca personalidad y esta música, vinculada a las buenas maneras, la suave sensibilidad, y el canon de la clase alta. En los escritos de este viejo indecente, pareciera que la música clásica guardara relación en tres órdenes. El primero, para huir del mundo. El segundo, para buscar un acompañamiento al escribir. Y tercero, como si buscara una identificación con ciertos compositores y sus trágicas vidas. Bien lo dice él en la que tal vez es su novela más famosa, El cartero: “La mayoría de las vidas de estos hombres eran tan trágicas, que disfrutaba leyendo acerca de ellos, mientras pensaba: ‘Bueno, yo también estoy en el Infierno y ni siquiera puedo escribir música’”. Si hacemos un rastreo a cierto segmento de su obra, se encuentran realmente pocos nombres y todos recurrentes: Bach, Beethoven, Brahms, Gershwin, Handel, Mahler, Mozart, Sibelius, Shostakovich, Stravinsky, Tchaikovsky y Vivaldi. Nombres relacionados, por demás y en algunos casos, con la tragedia misma.

En el libro de entrevistas titulado El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, Bukowski responde a la pregunta ¿Escuchas música cuando escribes? De la siguiente manera: “Nunca escribo nada sin tener puesto el radio en una estación de música clásica. Siempre ha sido parte de mi trabajo, escuchar esta música mientras trabajo. Entonces siento que mi deber es capturar esa música, como si fuera un hombre persiguiendo una mariposa. Y escucharla. Porque me extasía, y me da fuerzas para llenar la siguiente página. Antes que del alcohol para llenar la siguiente página, necesito de la música”. Y cuando el interlocutor le recuerda que “Schubert era vecino de Beethoven. Y Beethoven lo fue de Mozart. Y Schumann lo fue de Brahms. Y Brahms de Grieg. Y Grieg de Chaikovski”, Bukowski responde: “Eso es irrepetible. También hay que pensar en eso cuando se piensa entre las diferencias entre los escritores y los músicos. Los músicos son terriblemente envidiosos. Unos a otros se tienen envidia entre sí. Si se pudieran comer entre sí, se comerían crudos. Siempre se sienten en competencia. Es la complicación del lenguaje. Porque se saben decir cosas perras. El lenguaje les sirve para eso. Los músicos son igual de envidiosos, como cualquier hombre. Pero no lo saben expresar, salvo como los niños, que se agarran a golpes. O de plano se llevan la fiesta en paz. Y que cada quien se rasque con sus propias uñas. ¿Te imaginas si una orquesta sinfónica estuviera constituida por puros escritores? Sería una batalla campal. En una orquesta los músicos le aplauden a otro cuando toca un solo hermosamente. Esto pasa en los ensayos. Son lecciones de gente civilizada. Yo he ido a montones de ensayos de la Orquesta de Los Angeles para tranquilizar mi espíritu. No sabes cómo me hace bien cuando estoy a punto de irme al diablo. De tronar como un estropajo cuando no sirve más. La otra opción es ir con un loquero. Que no te sirve para nada y nomás te sacan una lana”.