“Te pones un short de lycra que parece una bikini para ir a la marcha contra la cosificación de la mujer. Te juro que no entiendo”, el comentario de un periodista tucumano y el rol de los medios en la perpetuación de estereotipos de género.

Mariana Rodríguez Fuentes recuerda las declaraciones prejuiciosas de un conocido periodista tucumano, y piensa en la importancia de erradicar estos vicios en el discurso mediático.

Compartimos la nota “Ignorancia, comunicación y género” publicada en la revista Trama:

¿Cómo se definen lo “femenino” y lo “masculino” en la comunicación social? ¿Cuál es el rol de los medios en la perpetuación de estos estereotipos de género? Mariana Rodríguez Fuentes recuerda las declaraciones prejuiciosas e ignorantes de un conocido periodista tucumano, y piensa en la importancia de erradicar estos vicios en el discurso mediático.

La última materia que rendí en la facultad consistía en defender un trabajo de investigación. Tenía que realizar un análisis de las coberturas sobre noticias vinculadas a las problemáticas de género publicadas en un medio local. Sí, puede resultar un poco aburrido, pero sólo se trataba de plantear una investigación posible y este tema me interesaba porque, personalmente, me tenía -tiene- cansada el sexismo en el periodismo local y estaba -estoy – convencida de que todos los trabajadores de un medio deberían manejar, por lo menos, nociones básicas sobre lo que constituye el amplio campo de las problemáticas de género.

En el momento de la devolución sobre mi trabajo, el profesor me hizo una observación. Me dijo que era muy pretencioso esperar que los medios tengan un especialista para cada tema. Yo le respondí que tienen especialistas para hablar de economía o deportes y él me dijo que esos son “temas con otra importancia en los medios”.

En los ’90, aproximadamente, desde organismos internacionales, organizaciones de feministas periodistas y el mismo movimiento de mujeres, se empezaron a elaborar herramientas jurídicas y prácticas para eliminar los “malos hábitos” de los medios en el abordaje de noticias vinculadas a la violencia de género. Vicios como los estereotipos, la violación de la intimidad de las víctimas, la descentralización de la violencia como eje central, los prejuicios, el trato discriminatorio por motivos socioeconómicos y la espectacularización de los casos. Estos vicios, que se denunciaban en el periodismo en aquellos años, todavía hoy son difíciles de desnaturalizar.

Desde hace décadas en nuestro país se pone en cuestionamiento cuáles son los roles que socialmente tenemos asignados las mujeres, y lo incómodos e injustos que son. Existe un movimiento de mujeres -y lesbianas y travestis y trans- que ha problematizado y cuestionado todo lo que se ha vuelto norma de comportamiento y deber ser en razón del género, es decir, aquel constructo sociocultural que asigna características para lo “femenino” y lo “masculino” como algo inherente a las mujeres y hombres.

Los medios de comunicación son una de las instituciones más influyentes que actúa como policía del género y la heteronorma, siendo permanentemente cuestionados por los sectores críticos al sexismo desde el que construyen su discurso. De hecho, no se necesita tener una diplomatura en teoría sobre género y feminismo para advertir en dónde se encuentran esos discursos.

En las publicidades abundan mujeres limpiando felices sus casas y recomendando el uso de tal o cual producto que nos sacará el enorme peso de la suciedad del hogar y mujeres siendo nada más que un objeto sexual o sufriendo el ridículo y la estereotipación respecto de los hombres. Por suerte existen grietas y podemos encontrar distintos tipos de producciones audiovisuales y gráficas donde la desigualdad es cuestionada y las miradas críticas hacia el sexismo -que sigue constituyendo un gran negocio- se multiplican. La necesidad de transformar estos discursos no se puede hacer esperar más.

En el periodismo pasa lo mismo. Ya no alcanza con haber modificado el hábito de llamar “crímenes pasionales” a los asesinatos por violencia de género; la complejidad de cómo se erigen nuestras relaciones sociales sobre una base de desigualdad y jerarquías entre géneros  necesita ser abordada con muchas más herramientas que las que el sentido común ofrece.

Hace unas semanas un periodista tucumano lanzó comentarios desafortunados, cavando su propia tumba en el jardín de muchas lectoras. “Te pones un short de lycra que parece una bikini para ir a la marcha contra la cosificación de la mujer. Te juro que no entiendo”, entre otros. Cuando se realizan estos análisis superficiales de la realidad se vuelven a reforzar estereotipos machistas y banales sobre problemáticas que afectan a un enorme grupo social. Este periodista, a pesar de la reacción que provocaron sus reflexiones, aún insiste en esta perspectiva prejuiciosa e ignorante. Tanto es así, que el día ayer, lanzó un tuit en el que iba por más: “el feminismo es una de las consecuencias más reaccionarias del machismo. Más de lo mismo”. Nuevamente queda manifiesto el sesgo desde el que escribe, además de confirmar su poco profesionalismo al abordar temas que desconoce por completo.

Parece una discusión del tipo “el huevo y la gallina”. ¿Es “la ropa” lo que me cosifica? ¿Nos merecemos el trato que nos dan según la prenda que llevamos puesta? ¿Existe vestimenta para marchas donde exigimos nuestro derecho a circular libremente sin ser acosadas? Pero, principalmente, ¿no vamos a cuestionar al sistema patriarcal y sexista que construye estereotipos de mujeres, donde unas -las sumisas, heterosexuales, casadas, monógamas, de clase media y alta- merecen más respeto que otras -las que marchan, denuncian, son pobres y viven libremente su cuerpo y sexualidad? El sentido común es innegablemente machista, hace estragos en la sociedad y usarlo como mecanismo de razonamiento desde el periodismo es, cuanto menos, una irresponsabilidad profesional.

La perspectiva de género en los medios es una deuda hacia la sociedad en general y hay un gran sector que la demanda, reclamando esta necesaria actualización en los profesionales de la comunicación. Que se juzgue a las mujeres por su vestimenta; que se trate a personas del colectivo lésbico, gay, travesti y trans desde lugares irrespetuosos e incorrectos; que se invisibilicen y pasen inadvertidos aspectos constitutivos de la violencia de género son, a esta altura, costumbres del periodismo inaceptables en la Argentina del 2016.

¿Hasta cuándo se van a menospreciar estas problemáticas? ¿Hasta cuándo las notas de color y superficiales van a seguir siendo dirigidas sólo a las mujeres? ¿Hasta cuándo vamos a seguir con la discusión a lo Ricardo Arjona de que el NO significa realmente un NO? El periodismo debe erradicar el sentido común sexista que nos imponen desde que nacemos, reemplazándolo por una visión crítica que cuestione este enfoque tan arraigado en nuestra cultura. Que la muerte de una dirigente travesti que hizo historia en el feminismo nacional merezca, por lo menos, una nota en la primera página de un periódico local.