Gustavo Cerati falleció el jueves tras cuatro años de coma profundo. Millones de seguidores lo despidieron con emoción. Su evolución constante. Su paso por Salta en marzo de 2007 en un Microestadio Delmi desolado, con menos de mil personas que presenciaron un recital genial de un artista mayúsculo. (Federico Anzardi)

Después de casi un lustro de estar postrado, en coma, por un accidente cerebrovascular sufrido tras un concierto en Caracas, Gustavo Cerati falleció el jueves 4 de septiembre, con 55 años recién cumplidos. Dejó huérfana a buena parte del rock latinoamericano que lo tomó como un referente ineludible. Quedarán para siempre los discos de Soda Stereo, los de su carrera solista y los proyectos paralelos en los que se involucró, mostrándose siempre inquieto y dispuesto a evolucionar.

Con la muerte de Cerati también se acaba la antítesis perfecta del rock argentino. La batalla estética del cheto bien educado que hace música refinada versus el barrio que se la banca y te canta la posta. Ya no hay icono de la elegancia para confrontar. Con la muerte de Cerati, los 90 se retiran definitivamente. Y está bien que se termine una disputa que alimentó durante años una separación de aguas entre públicos que iban para el mismo lado.

Una carrera extraordinaria

Gustavo Adrián Cerati Clark nació en Buenos Aires, el 11 de agosto de 1959. Estudiante retirado de Publicidad, siempre tuvo a la música en su interior. Se mostró activo desde las primeras composiciones (¡hizo canciones de iglesia!) hasta los novatos temas new wave que reflejaban el fin de una era. “El régimen se acabó”, cantaba en “Dietético”, que en 1984 significaba mucho más que una letra de apariencia superficial.

Eran otras épocas del rock argentino. Una banda podía estar años para poder alcanzar una grabación decente. No había tantos medios especializados ni se utilizaba a los músicos y a sus canciones para vender toda clase de productos. Entonces, ser del jet set realmente sonaba a algo lejano, aunque Cerati lo cantara irónicamente en su presentación discográfica.

La evolución que marcó constantemente a Cerati se notó desde el primer momento. Nada Personal, el segundo disco de Soda, ya era un paso más allá. Comenzaba la consagración internacional. La beatlemanía a la criolla, con chicas latinas aullando y metiéndose por las ventilaciones de los hoteles. Empezaba la caravana de excesos que tuvo que ver en el desenlace final.

Signos y Doble Vida fueron álbumes que confirmaron el fenómeno y lo llevaron a planos inimaginables para el todavía joven rock argentino de ese entonces. Después de Gardel, ningún músico del país había pegado tanto en el exterior. Había que remontarse cincuenta años atrás para encontrar popularidades semejantes a las de Soda Stereo.

La vestimenta y los peinados cambiaban a la par del sonido, algo que Cerati siempre mantuvo, con la elegancia del que sabe lo que quiere. A fines de los ochenta, Soda Stereo ya era gigante. Hasta había llegado al NOA.

Curiosamente, su mejor disco salió cuando Cerati y Soda Stereo decidieron mirar hacia atrás. Canción Animal, publicado en 1990, posee un sonido más guitarrero, setentoso. Artaudiano (por Artaud, de Spinetta). Fan confeso de Luis Alberto, Gustavo tomó de su influencia más profunda para componer el pack de canciones más sólidas que había entregado hasta entonces. “De música ligera” fue la bandera. Pero atrás venían perlas como “Un millón de años luz”, “Canción animal”, “Té para tres” y “Hombre al agua”.

Cuando Soda Stereo gozaba de popularidad máxima (tocaron gratis para 250 mil personas en Buenos Aires) y la crítica los consagraba como un trío capaz de combinar éxito y talento por partes iguales, la banda dio su volantazo mayor. Editó Dynamo en 1992, un trabajo influenciado por el shoegaze británico que empezaba a mutar hacia el britpop. Nada más quedaba de ese grupete de chicos imitadores de The Police. Presentaron el disco en el estadio Obras al mismo tiempo que Seru Giran regresaba en River y plantaron bandera de vanguardia y actualidad. Junto a ellos actuaron algunos músicos que luego serían determinantes: Babasonicos, Martes Menta (con Ariel Minimal) y Tía Newton. Ya se notaba la influencia de Daniel Melero en las decisiones de Soda. Él los ayudó a abrirse a nuevas escenas y sonidos.

Precisamente en colaboración con Melero fue que Cerati grabó Colores Santos (1992), un álbum de pop flotante capaz de transportar al oyente hasta el año del futuro del que venía ese trabajo incomprendido.

Solista y fin de Soda

Amor Amarillo, publicado en 1993, apareció como un CD de demos caseros tocados sin mucha pretensión. Pero el piso de Cerati era alto hasta cuando no se ponía detallista. Con el tiempo, se convirtió en uno de sus álbumes más reconocidos, con gemas acústicas (“Lisa”, dedicada a su hija), electrónica (“Pulsar”) y guitarras casi omnipresentes. Además, Amor Amarillo traía la trascendental versión de “Bajan”, de Spinetta, otro link hacia el pasado. Desde entonces, la canción es sinónimo de los dos artistas. La cantaron juntos algunas veces. La última fue el 4 de diciembre de 2009, en el estadio de Vélez Sarsfield, durante el show de Las Bandas Eternas.

En 1995 Soda Stereo comenzó la última etapa de su carrera. Editó Sueño Stereo, un álbum aún más refinado que los anteriores. Volvió a encender la maquinaria exitosa y giró por diversos países. En 1996 apareció Comfort y Música para Volar, un trabajo grabado en vivo en Miami, con clásicos reversionados y temas inéditos. A fines de ese año, la banda tocó en el Festival Alternativo de Ferro. Fue la señal clara de que se venía el final: esa noche se los vio desganados, tocando para cumplir. En 1997 llegó la gira despedida, River lleno y gracias totales.

Libre al fin

En 1999 apareció Bocanada, su segundo disco como solista, pero el primero en muchos aspectos. Gustavo seguía manteniendo su evolución sonora. Sampleaba a Los Jaivas, bebía (¿afanaba?) del Spencer Davis Group, se influenciaba con glam y folclore. Parió hits que derivaron en clásicos: “Puente”, “Raíz”, “Paseo inmoral”. Empezó a tocar en vivo y a soportar los pedidos inevitables: una de Soda. En ese sentido, mantuvo un comportamiento spinetteano: se negó a repasar muchas facetas de su etapa anterior. Priorizó el mañana. Era mejor.

Al mismo tiempo en que mantenía su carrera solista, Cerati entró y salió de diversos proyectos paralelos relacionados con la electrónica. Formó parte del combo argentino-chileno Plan V, formó Ocio, un dúo con el músico Flavio Etcheto, y Roken, con Etcheto y Leandro Fresco.

Tras un disco de versiones sinfónicas de canciones de Soda y su carrera solista (11 Episodios Sinfónicos, de 2001), a fines de 2002 apareció Siempre es hoy, su trabajo menos exitoso. Largo, con hits que no soportaron mucha rotación radial, el álbum aún hoy espera ser descubierto del todo.

Esa falta de éxito comercial, sumado al auge del rocanrol barrial que derivó en Cromañón, provocó que los años 2003/05 fueran los más difíciles para Cerati. Se lo llegó a menospreciar y hasta aparecieron pintadas, hoy históricas, con su cara y la frase “Viejo choto”. Incluso algunos periodistas aprovecharon y salieron a matarlo con saña.

Todo cambió a partir de la aparición de Ahí Vamos (2006), el disco que lo devolvió a las guitarras rockeras glam de hit irresistible. Salió de gira como antes, cosechó elogios y volvió a convocar a cientos de miles de personas en un show gratuito en Buenos Aires. También regresó a Salta, después de décadas.

El martes 22 de marzo de 2007, Cerati se presentó en un Microestadio Delmi desolado, con menos de mil personas. Salta, ciudad acostumbrada a la baja convocatoria, fue mucho hasta para el éxito mayúsculo de un artista inolvidable. Con todo, fue un recital genial. La excelente versión de «Prófugos», «Paseo inmoral» enganchado con “The Jean Genie”, de David Bowie; Richard Coleman cantando «Uno entre mil», y la acústica en «Té para tres», lo confirmaron. Tras ese concierto, volvió a la provincia para registrar escenas de la inconclusa película de clips de su disco Fuerza Natural (2009).

Después de la “burbuja en el tiempo” que significó el regreso de Soda Stereo en 2007, Cerati siguió creciendo en popularidad y en elogios. Participó de muchísimos temas como invitado y editó un disco final (“Fuerza…”) que según él mismo funcionaría como un excelente broche a una carrera de constante evolución.

Lo que Cerati atravesó entre el 15 de mayo de 2010 y el 4 de septiembre de 2014 ya es parte de los sueños y el recuerdo. Como sus propias canciones.