Itai Hagman, referente del movimiento Patria Grande, que reúne a distintas agrupaciones, pasó por Salta para disertar sobre temas de la coyuntura económica. Habló con Cuarto Poder sobre un nuevo modelo productivo, un proyecto de país desde una perspectiva popular y sus diferencias con el PO. (F.A.)

Para el joven economista Itai Hagman, el movimiento Patria Grande “es una apuesta nacional”. Surgió en el 2014 a partir de la alianza de diferentes agrupaciones sociales y Hagman asegura que apuesta a la unidad, algo que no suele ser lo más común en la militancia de izquierda.

Durante su paso por Salta, Hagman participó de una serie de reuniones con referentes de movimientos locales y de un debate sobre la realidad económica del país. Cuenta que Patria Grande surgió “por un contexto argentino, por la particular situación en la que estamos. Sentimos que tenemos que intervenir en las grandes discusiones nacionales. Y para eso construir una herramienta nacional desde lo que nosotros denominamos nuestra identidad, que es la izquierda popular. Pensamos que hay que empezar a construir un nuevo proyecto de país desde los sectores populares. Patria Grande pretende aportar a eso”.

En medio del escándalo que provocan a nivel nacional los desmontes en nuestra provincia, Hagman no dejó de referirse al asunto y enfatizar que hay que replantear el modelo de la soja en nuestro país. Asegura que la transformación en el agro fue una reconversión productiva en los 90. “Hoy vivimos sus consecuencias.”

“Así funciona el capitalismo: si producir soja me da diez veces más ganancia, el capitalista va a producir soja. No importa si Argentina necesita otra cosa. Los sojeros ganan tanto que aún con retenciones altas les va bien. El propio gobierno lo dice: se quejan pero nunca ganaron tanto. Si mañana se cae el precio de la soja, la Argentina tiene una crisis. Es un problema la dependencia económica con los mercados internacionales.”

El desplazamiento de comunidades campesinas de manera violenta y los problemas ambientales son problemas que la apuesta por la soja nos ha dejado, algo que se marca en nuestra provincia. “El modelo basado en la soja implica esto. No hay soja buena o mala. Si uno apuesta a este modelo va a tener todos estos problemas. Hay que apostar a otro modelo. No digo que sea fácil, pero en un momento parecía que estaba todo bien, porque había superávit, sobraban los dólares. Ahora vemos las consecuencias en todos los planos. Es hora de que discutamos un nuevo modelo productivo. Y el Estado tiene que tener un papel central en la planificación. No va a salir de las leyes del mercado. Hay que desarrollar una industria vinculada más al mercado interno que a la exportación”, opina Hagman.

Izquierda desunida

“Respetamos a todos los partidos de izquierda y para nosotros es una noticia alentadora que la izquierda haya tenido los resultados que tuvo acá en Salta”, destaca Hagman, haciendo referencia al Frente de Izquierda. Asegura que “con esos compañeros hay puntos de acuerdo y diferencias políticas”. Como lo había anunciado al comienzo de la entrevista, la unión entre militantes no es lo más común, algo que se suele criticar a la hora de analizar las distintas agrupaciones, y que para muchos serviría a la hora de avanzar políticamente.

“Por un lado tenemos una mirada diferente de la construcción política”, explica. “No creemos en los partidos que se autoproclaman la vanguardia del pueblo, que dicen ‘tengo un partido, un programa preestablecido y tengo que hacer que el pueblo me apoye’. Nosotros tenemos otra concepción. Nuestro rol como militantes no es iluminar al pueblo ignorante llevándoles un programa que elaboramos y que sabe cómo cambiar la Argentina. Apostamos a una construcción en donde la propuesta sea fruto genuino de los sectores populares que se movilizan. Que surja el proyecto de país desde los movimientos, no desde la agrupación. Además, pensamos que hay que actualizar la mirada de una sociedad no capitalista.”

Debate de coyuntura

Hagman considera que en el último año, los principales debates en la Argentina pasan por lo económico. “Y eso tiene que ver con que estamos enfrentando una serie de limitaciones de lo que ha sido todo el proceso de salida de la convertibilidad, de la crisis del 2001, de este nuevo modelo. Y que tiene que ver con la ausencia de transformaciones estructurales que hacen que hoy estemos enfrentando una situación donde ya no es posible mejorar los ingresos de los sectores populares y al mismo tiempo sostener un buen nivel de rentabilidad y de ganancia para las empresas”, explica.

El economista asegura que hoy estamos “en una encrucijada” de la que sólo se sale con un nuevo proyecto. A pesar de no estar construido, Hagman cree que un buen proyecto desde los sectores populares estaría conformado por tres aspectos. “Uno tiene que ver con las transformaciones estructurales. Argentina sigue teniendo una estructura productiva que es absolutamente continuidad con la década del noventa: un modelo productivo basado en la inserción en el mundo a partir de la exportación de recursos naturales. Una industria guiada por exclusivos criterios de rentabilidad, no en función de cuáles son las necesidades estratégicas del país.”

Cree que en el país existe “un sistema financiero totalmente desregulado, donde todavía está vigente la ley de entidades financieras de la Dictadura. Una regulación sobre las inversiones extranjeras, que también es una ley de la Dictadura. Todo un marco jurídico neoliberal que no se ha tocado. El comercio exterior en manos de un puñado de empresas privadas. Hoy, veinte empresas privadas, la mayoría transnacionales, manejan el 50% de las exportaciones argentinas. Por cada 2 dólares que entran a Argentina, uno es de veinte empresas, de las miles y miles que hay”.

Otro de los aspectos fundamentales para Patria Grande es la democratización de la política, que, en palabras de Hagman, supone una reforma misma del Estado. “Porque por más que hubo una fuerte crisis política, los grandes partidos que siguen manejando la Argentina, son los mismos en sus estructuras. Seguimos teniendo un sistema político basado en la representación, en la delegación, donde la participación popular no tiene un espacio institucional. Otros procesos latinoamericanos, como Venezuela, han apostado a la participación popular, a la descentralización del estado en comunas, a hacer plebiscitos para consultar al pueblo”.

Finalmente, el tercer aspecto es el de poner en el centro la agenda de los sectores sociales que han sido postergados. Se refiere “a los que este modelo no les ha permitido resolver sus problemas: los trabajadores de la economía popular, casi un tercio de laburantes que están en situación precaria o informalidad, los movimientos campesinos que pelean por la tierra contra el avance de la soja. Los movimientos urbanos, como las villas de las grandes ciudades, que pelean por la vivienda, porque el mercado inmobiliario se ha comido las grandes ciudades. Los movimientos ambientales, de mujeres, de igualdad de género”.