Tras los cambios en el ministerio de Economía producidos ayer, los referentes de Sergio Massa en la materia se refirieron al mismo. Marcos Lavagna escribió una columna a la que tituló “Un cambio que podría confirmar un rumbo riesgoso”.

Los cambios de gabinete son comunes en todos los gobiernos, especialmente cuando hablamos de los ministros de Economía, que desde el retorno de la democracia tuvieron una duración promedio de 1,4 años. Sin embargo, el reciente cambio en el Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas tiene connotaciones que exceden por largo a los nombres y enciende luces amarillas acerca de la dinámica venidera.

Resulta claro que el actual Gobierno heredó una situación compleja en lo económico y social, y la mayor parte de las medidas del primer año iba a pasar por estos frentes. El equipo saliente puede evaluarse a la luz de sus aciertos (salida del cepo y del default, medidas que acompañamos y mejoramos) y de sus errores (inflación, recesión, aumento de la pobreza y profundización del déficit fiscal, que advertimos y criticamos), pero también debe enmarcarse su gestión en el engranaje que se diseñó desde la cúpula del poder para la política económica.

La gestión económica del Gobierno tiene al menos tres características claramente definidas: en primer lugar, el Gobierno entendió que los desafíos debían enfrentarse con un mix de shock y gradualismo. En segundo lugar, que la gestión debía estar desconcentrada y sin superministros con vuelo propio. Esta estrategia puede lógicamente traer réditos políticos (no opacar la gestión del Presidente), pero su precio, medido en la ausencia de la necesaria coordinación para atender los delicados temas de la agenda, luce muy elevado. Los problemas de fondo no pueden resolverse mediante estrategias de compartimentos estancos.

En tercer lugar, derivado de los dos primeros puntos, que el equipo económico debe acotarse a una visión meramente fiscalista, y administrar los ingresos, los gastos y el financiamiento del Estado, sin coordinación con las restantes áreas, y desentendida de lo productivo y lo social. El mayor riesgo que vemos de este tercer punto es que, en un marco de crecientes dudas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas y donde el financiamiento externo puede ser menor al previsto inicialmente, se adopte el enfoque de la ortodoxia y el ajuste.

En este sentido, un ministro que no sea «del riñón» iba a tener crecientes fricciones con la Presidencia en función de la acotada y espinosa agenda que le toca al Ministerio en adelante: ordenar los números fiscales y obtener financiamiento. Con esto en mente, el esquema económico planteado requería de una mayor subordinación y un enfoque específico.

Los recientes cambios son más resonantes por los reemplazantes que por los reemplazados: el Gobierno acaba de dar la contundente señal de que la gestión económica se cerrará todavía más en sí misma, por lo que será aún más desconcentrada, y con un perfil más bajo y más financiero. El riesgo de profundizar esta estrategia, en lugar de apostar a la consolidación fiscal por la vía del crecimiento (lo cual necesariamente requiere de una mayor articulación de políticas), es que los costos pagados en 2016 en términos productivos y sociales se potencien el año que viene.

Las dos primeras conclusiones son las que encienden las luces amarillas: la primera es que esta nueva configuración es más funcional que antes a la estrategia del ajuste fiscal con endeudamiento que se deja ver en el horizonte. La segunda, que profundizar este camino, que en 2016 se tradujo en un marco recesivo y un importante deterioro en el frente social, difícilmente traiga buenos resultados.

Luego de un año de ajustes y correcciones, la Argentina necesita encarar una agenda de temas estructurales (productividad, competitividad de las pymes, creación de empleo genuino) que permitan dejar atrás los vaivenes e ingresar en una senda de crecimiento con desarrollo sostenido y equilibrado, que a su vez permitirán corregir el desequilibrio fiscal por la vía del crecimiento. Si bien lamentablemente la reciente señal no parece indicar que el Gobierno apunte en esa dirección, creemos que todavía está a tiempo para torcer el rumbo.

Fuente: Infoabe