Dos décadas después del «que se vayan todos», no sólo siguen impunemente ocupando lugares de decisión, algunos incluso se atreven a hablar como si la hubieran visto desde afuera. 

 

Tal vez sea la época del año o el propio paso del tiempo lo que parcialmente vaya nublando la memoria colectiva. Sólo de esa forma puede entenderse el descaro de algunos actores políticos que protagonizaron la peor crisis de la historia reciente y que ahora pretenden mostrarse ajenos a la catástrofe.

Días antes de conmemorar un nuevo aniversario del estallido social e institucional que culminó con la renuncia de Fernando De La Rúa, el diputado nacional Fernando Iglesias (JXC) no tuvo mejor idea que homenajear en el congreso al ex-presidente fallecido en 2019. Una clara e innecesaria provocación al pueblo argentino y, en especial, a los 39 caídos por la represión de gobierno de la Alianza.

Mientras tanto, el ex-ministro de Economía y artífice de la convertibilidad, Domingo Felipe Cavallo, se florea campante por los medios de comunicación dando cátedra de lo que se supone que hay que hacer en materia económica. Lo propio hace Ricardo López Murphy, emblema de uno de los ajustes más brutales previos al estallido, con el agravante de que -además- fue premiado con una banca en el congreso.

El que, al parecer, no podía quedarse atrás es el senador nacional y exgobernador Juan Carlos Romero, que escalando las cumbres del cinismo llegó a declarar en el diario familiar que, al día de hoy «Seguimos con los mismos problemas». Lo hace casi desde un lugar de espectador, pese a que el actual legislador era gobernador de la provincia al momento del estallido e integraba la misma clase política a la que el pueblo le exigió que se vayan.

«Es doloroso que a 20 años de aquellos dramáticos días sigamos con muchos de los mismos problemas como país: inflación, pobreza, necesidades básicas insatisfechas, baja calidad institucional y corrupción«, declaró a su propio diario.

Lo que Júcaro se olvidó de explicar es qué tanto contribuyó en sus 12 años de gobierno a combatir los males que hoy denuncia. O en su defecto, qué grado de responsabilidad cree que tuvo en la persistencia de esas problemáticas irresueltas. Para el caso, y si de corrupción se trata, son al menos media docena de causas las que lo tienen como protagonista y por las que todavía no ha respondido.

Finalmente, habría que preguntarse qué calidad institucional puede pretender quien ocupa cargos desde hace 34 años ininterrumpidos: Es Senador Nacional desde 2007, cargo que también ocupó entre 1987 y 1995, cuando paso a ser Gobernador de la Provincia por 12 años.