Ni sus contundentes triunfos para ser reelegido gobernador, ni los que sus candidatos alcanzaron en legislativas nacionales desde el 2009, valdrán de algo si la fórmula que Urtubey apoye en 2017 no se impone cómodamente. (Daniel Avalos)
La razón es simple de entender: la obsesión del gobernador es su carrera presidencial y para que esa obsesión siga vigente debe lograr que los candidatos por él bendecidos en el futuro próximo triunfen de manera clara y contundente. No importa que las personalidades que tiene a mano para esa contiendan carezcan de peso específico propio en el escenario provincial. Será el propio Urtubey quien se ponga al frente de esa campaña. Y es eso lo que explica la febril agenda que el mandatario empieza a desplegar en distintos puntos de la provincia, sin que descuide del todo sus visitas a otros puntos del país que seguramente devendrán en desembarcos relámpagos que posibiliten el pronto retorno.
Semejante ambición poco frecuente en la historia provincial, necesariamente deslizará los análisis a un giro metodológico. Desde ahora la sola observación de la política provincial no alcanzará para entender la conducta del gobernador porque para entenderla cabalmente deberemos prestar especial atención a la totalidad nacional, a los intereses y movimientos que ejecutan los actores que allí se mueven y a los escenarios que esos actores que también quieren la presidencia imaginan para el futuro inmediato. Uno de esos escenarios es el siguiente: el macrismo puede perder las legislativas de año próximo en la provincia de Buenos Aires.
La posibilidad es real por varios motivos: porque el deterioro de las condiciones de vida de la población horada la base de adhesión civil de la Casa Rosada que, además, carece de candidatos importantes porque sus principales referentes ocupan cargos ejecutivos que los privan de ser parte de una contienda proselitista. Variables importantes que combinadas con la posibilidad de que algún referente del fragmentado peronismo aglutine al conjunto, resultaría lapidaria para el macrismo en esa provincia y en ese año. Esos fragmentos son el kirchnerismo, el massimo y el PJ ortodoxo. Sergio Massa es quien concentra hoy mayores miradas. El hombre lo sabe y espera pacientemente que más sectores “K” y del peronismo ortodoxo se plieguen a él en nombre del mal menor. Entre los primeros se encuentran corrientes como el Movimiento Evita que dudando de la decisión de CFK para jugar en 2017, asegura que nada es peor en lo ideológico que el liberalismo brutal que ejerce Macri y entonces coquetea con Massa; entre los segundos, en cambio, sobrevuela el cálculo político en donde sólo una cosa es peor a perder el Poder: carecer de expectativas y candidatos que puedan permitir recuperarlo. Pero independientemente de los nombres, una cosa es segura: cualquier referente del amplio peronismo que derrote al macrismo en Buenos Aires, deja fuera de carrera para 2019 al resto de candidatos de ese espacio en ese distrito.
Y entonces entran en juego Urtubey y Salta: triunfando acá puede disputar representación nacional en nombre del justicialismo independientemente del hombre o mujer que triunfe en Buenos Aires. Que el distrito bonaerense sea de una importancia infinitamente mayor al salteño en términos electorales, es algo que por ahora debe importarle poco a Urtubey. Si sus candidatos ganan en esta parcialidad del país, él pasa de ronda en la totalidad nacional. Hasta podría soñar incluso que ganando él en Salta y perdiendo un peronista en Buenos Aires contra el macrismo, la combinación envíe al cementerio político a varios competidores internos cuya muerte política le descongestionaría el camino hacia 2019. Pero el objetivo más factible es otro: que un triunfo justicialista en Buenos Aires y uno suyo en la provincia lo dejen al menos en carrera sino para disputar la presidencia, al menos para aspirar a ser parte de una fórmula con posibilidades reales de triunfo en calidad de vice. Sólo lo que el urtubeicismo considera un imposible puede trastocarlo todo: que Cristina Kirchner juegue una candidatura y se alce con un triunfo. Eso y lo ya dicho: que la formula impulsada por Urtubey acá pierda o tenga un triunfo opaco, con lo cual el gobernador sólo podría aspirar a una banca en el senado nacional en el 2019 como representante salteño.
Para evitar lo último, el mandatario empieza a trabajar. Dos sucesos acaecidos en los últimos diez días lo confirman: Urtubey quien en los últimos meses se entregó a viajes de todo tipo y a la preparación de los mismos, visitó varios poblados del interior y hasta se quedó a dormir en algunos de ellos. La semana pasada lo hizo en Embarcación tras reunirse con intendentes del norte provincial. El miércoles anterior durmió en Rosario de la Frontera. Ese día se reunió con dirigentes del PJ locales y en la mañana siguiente coordinó una reunión de gabinete de la que participó el intendente del lugar, quien llegó al cargo de la mano de un Juan Carlos Romero, pero ahora sabe que el ex y el actual gobernador dejaron atrás los tiempos en donde intercambiaban sablazos verbales.
Las pernoctadas fueron confesadas por jefes comunales y dirigentes justicialistas de tercera y hasta cuarta línea que empiezan a celebrar que el gobernador retome costumbres que tenía abandonadas: ser parte de largas y hospitalarias mesas donde el asado y el vino fresco no faltan y en donde el mandatario se luce con anécdotas ocurridas en otras tierras para deleite de los oyentes que así, empiezan a imaginar todo lo que Salta podrá lograr con una presidencia de Urtubey, o al menos con un protagonismo claro del mismo en la alta política nacional.
Así de fácil resulta para algunos alinear a quienes hasta no hace mucho rumiaban resentimiento contra el mandatario ausente, pero al que admiran o temen demasiado como para animarse a caminar solos. Por eso el futuro político inmediato se adivina: Urtubey irá al encuentro de todos quienes llegaron a un cargo electivo colgados de su nombre o el de Romero para invitarlos a ser parte de un solo proyecto en nombre del consenso y el superior interés provincial. Habrá varios que no creerán nada de lo que les diga, aunque entenderán bien el mensaje de cara a 2017: nadie puede osar interponerse en el camino del gobernador al 2019 y creer que saldrá fresco del intento.
La piedra en el zapato de ese esquema es por ahora Gustavo Sáenz, quien protagoniza gestos desconcertantes para quienes están acostumbrados a predecir el rumbo de las cosas a partir de ciertas regularidades de la política. En el último mes, por ejemplo, protagonizó gestos que seguramente irritaron al Grand Bourg aunque ayer viernes pareció querer disculparse de los desaires anteriores. Veamos: montó una agradecimiento grandilocuente a Marcos Peña por los 114 millones de pesos prometidos por la Casa Rosada, mientras se quejaba abiertamente por la forma en que se decidirán las obras en la Capital provincial con los 300 millones que el Grand Bourg ya le efectivizó. Ayer viernes finalmente le agradeció públicamente el dinero al gobernador y hasta se tragó el sapo de posar junto a Matías Assenato, el funcionario al que siempre señala como un desestabilizador encubierto de su gestión. El gesto fue bien recibido por el Grand Bourg aunque seguramente no cerrará los recelos que allí anidan. El oficialismo “U”, después de todo, aún recuerda a Sáenz presentando un amparo contra los tarifazos horas antes de que el juez hiciera lugar a otro impulsado por una asociación civil local, mientras el gobernador en su papel de dador voluntario de gobernabilidad como dice Jorge Asis, se limitaba a pedir mesura en los incrementos.
Habrá que ver qué sucede en ese frente. Puede que Urtubey confié en que sea la propia Casa Rosada quien le explique al intendente lo importante que resulta para el macrismo un claro triunfo de Urtubey en la provincia. Sería la condición de posibilidad de que ante un eventual triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, el peronismo siga debatiéndose -al menos por un tiempo- entre dos o más referentes nacionales. Eso explicaría incluso que referentes directos del PRO en Salta como Guillermo Durand Cornejo, Bettina Romero, Miguel Nanni o el ignoto diputado provincial Martín de los Ríos, eviten levantar la voz contra el mandatario salteño. Distinta será la situación si Gustavo Sáenz decidiese impulsar una fórmula que dé pelea a la de Urtubey. Una estrategia que premeditada o arrebatada contaría con el beneplácito de un Sergio Massa que bien podría negociar con un Urtubey triunfante en Salta en el futuro, aunque una eventual derrota y debilitamiento de Urtubey le suma porotos al plan general del tigrense.
De ser así, habrá que prepararse para presenciar una rabiosa disputa que algunos ven como innecesaria porque simple y poderosamente los caminos por los que uno y otro deberían transitar son distintos y no tendrían por qué chocarse: la nación uno, la gobernación el otro. Pero con Gustavo Sáenz, dicen muchos, es difícil predecir las cosas. Está salpicado de gestos que a veces amagan beligerancia y de declaraciones desconcertantes como aquellas en donde asegura que tanto Macri, como Massa y Urtubey serían presidentes que a él le vendrían muy bien: el primero porque ha mostrado disposición para ayudar a la ciudad desde diciembre, el segundo porque el propio Sáenz lo considera un gran amigo suyo y el tercero porque simplemente es salteño. Son los riesgos de la tan mentada nueva política de la que todos se dicen cultores hoy en día. Nuevos políticos que están seguros de que el talento depende de dejar bien claro que nada los ata a los posicionamientos firmes que caracterizaron al kirchnerismo y que para ellos son una bazofia incomible.