Gonzalo Teruel, periodista de Cuarto Poder, pincela la vida cotidiana de los mexicanos en el Distrito Federal. Una ciudad gigante cuya área metropolitana se presenta interminable para el visitante.
A los ojos de un salteño se parece, y mucho, a Buenos Aires pero a poco de andar se revela menos agresiva y hostil que la gran urbe argentina. Las bocinas suenan poco y es muy difícil escuchar insultos y peleas entre conductores estresados por el lento y tortuoso tránsito vehicular.
Impresionan la cantidad de autos y la muñeca de los conductores que se mueven pegaditos unos a otros pero sin tocarse nunca. Impresiona también el buen estado de sus calles y avenidas, recién fuera del centro y los grandes corredores que cruzan la ciudad en todas direcciones ya en las colonias (tal como llaman a los barrios) de sectores medios y populares es posible encontrar pozos y baches.
Con más de 20 millones de habitantes es la mayor aglomeración latinoamericana y sin embargo se muestra limpia y ordenada. Laura Mac Kenzie, una mexicana que presta servicios para la agencia española de noticias EFE, contó que “el gobierno de izquierda (encabezado por Miguel Ángel Mancera del Partido de la Revolución Democrática) está trabajando mucho en la recuperación del espacio público” y eso se nota en las calles, parques y hasta en los espacios ganados al cemento debajo de los puentes de las autopistas. De cualquier manera y como en toda gran ciudad, el tránsito y la contaminación siguen siendo problemas para los mexicanos. Ir a una reunión de trabajo a media mañana, por ejemplo, puede ser una odisea por los embotellamientos en las calles y sólo el Metrobus (del que se copió Mauricio Macri como alcalde de Buenos Aires) puede ahorrar tiempo en el traslado.
Con un perfil cosmopolita, muy similar al de la capital argentina, su actividad cultural y artística es incesante: museos, centros culturales, teatros, bares y cafés tienen una agenda inabarcable. Las paredes de la ciudad no le van en zaga y en una interesante movida gubernamental exhiben el trabajo de artistas e intelectuales que se combinan con las obras dejadas por los monstruos del muralismo como Diego Rivera y David Siqueiros en edificios públicos y privados. La arquitectura colonial establecida durante siglos con una fuerza bestial por la corona española y la cruz vaticana se combina en la actualidad con modernos edificios de estilo bien norteamericano. Uno de los grandes impulsores de esos enormes emprendimientos de concreto y vidrio es el magnate Carlos Slim, quien se encuentra entre los hombres más ricos del mundo, y que en acuerdo con todos los últimos gobiernos desarrolló una intensa actividad de construcción.
México definitivamente se parece a Buenos Aires. Allí se concentran también las protestas desatendidas en otros puntos del enorme país. Desde hace semanas los docentes y estudiantes de distintos distritos cortan, por ejemplo, los accesos a la ciudad para expresar su rechazo a la reforma educativa impulsada por el presidente Enrique Peña Nieto y que, según acusan, no es más que una reforma laboral de inocultable orientación liberal. En una singular protesta, desnudos y sólo adornados por sus sombreros, hasta allí también llegan los campesinos de Veracruz que dicen estar siendo desplazados de sus tierras. Para uno y otro caso la respuesta oficial es la misma: la constitución de “mesas de diálogo” en las que mucho se conversa y poco se resuelve y la movilización de miles de uniformados para disuadir a los más revoltosos. En los días de protesta la presencia policial, con refuerzo militar, es impactante en “el Zócalo”, la forma popular de mencionar a la Plaza de la Constitución donde se encuentran la Catedral Metropolitana y los palacios del Gobierno Federal y del Ayuntamiento.
Por suerte, y para olvidarse de las tensiones sociales presentes como en toda ciudad latinoamericana, el visitante puede sentarse en cualquier taquería (ninguna como Los Cocoteros) y comer muy rico y a precios populares: por bastante menos de 100 pesos se disfruta un generoso menú de 3 platos. Un refresco, agua fresca de Tamarindo, de Horchata (a base de arroz), o de Jamaica, y unos tacos o una hamburguesa al paso se consiguen por menos de 30 pesos.
México, en efecto, está barato para el viajero argentino: un dólar que aquí se consigue por algo más de 15 pesos paga por estos días más de 18 mexicanos. Ambos países son, justamente, los que más depreciaron sus monedas en relación al dólar en la región durante los últimos meses. Esto lo confirmó Mariela Dal Borgo, una salteña que desde hace casi un año presta servicios en el Banco de México, y eso también se nota: los mexicanos se quejan del aumento constante en el precio de la gasolina que ya llegó a los 14 pesos y de los servicios públicos. “El agua es carisísima” lamentan y advierten que “también va a subir la luz”. De cualquier manera, diferencia notable con Argentina, la inflación es baja y los precios se mantienen más o menos estables.
Si bien hay precios para todos los bolsillos, algunos productos cotidianos tienen valores económicos: un boleto en camión tal como llaman al colectivo cuesta 8 pesos mexicanos, una Coca Cola de 1 litro puede conseguirse a 18 pesos o menos en el supermercado o 19,50 en un kiosco y una botellita de cerveza por menos de 15 pesos. Un paquete chico de papas fritas (con picante por supuesto) cuesta 20 pesos, el diario del domingo se paga 10 o 15 pesos según se elija Milenio o Excélsior, y los cigarrillos de primera marca como Marlboro cuestan 45 pesos, pero hay variantes de 15 o 14 unidades por paquete a 34 pesos o marcas más económicas desde los 24 pesos.
Infaltable, presente a toda hora y en cualquier ocasión, el Tequila José Cuervo “Especial” (reposado de 990 ml) cuesta 125 pesos y el Tequila José Cuervo “Tradicional” (reposado 950 ml) 235 pesos en el supermercado y en un restaurante duplican su valor.
La Ciudad de México se parece a la Ciudad de Buenos Aires. México, enorme, diverso y generoso, se parece a la Argentina. Tal vez por eso, los mexicanos se entristecen cuando un salteño los anoticia que todos los especialistas describen el proceso de mexicanización de la frontera norte, entre Argentina y Bolivia, y el avance del narcotráfico. Sufren todos los días una violencia hija del crimen organizado que hiela la sangre. En una tétrica rutina las tapas de los diarios, cada día, todos los días, informan asesinatos y desapariciones perpetrados por las tropas del narcotráfico.