¿Qué opinan los salteños que decidieron no asistir el miércoles a la plaza 9 de Julio? ¿Están en desacuerdo con la causa, o no estar presente no significa darle la espalda a una problemática ineludible? (Aníbal Roldán)
Una tarde un poco calurosa, primaveral. Un sol otoñal que a las cinco de la tarde ya aflojó lo suficiente como para no molestar y permite disfrutar. Ni una nube en el cielo. Hermoso día. Ideal para ir a la plaza 9 de Julio a pelear por nuestros derechos. O para tirarse en la plaza (en otra, de barrio) y no hacer absolutamente nada. Pero, ¿y el compromiso con la causa?
“Cuido a los chicos”, “Trabajo”, “Algo escuché”, “No me gusta ir al centro” (?),”Una marcha a favor de la no violencia está bien, pero no estoy a favor del aborto”, son algunas de las frases que emiten los salteños que le dan la espalda a la convocatoria #NiUnaMenos en esta tarde de miércoles.
¿Pero es tan así? ¿No asistir a la plaza significa no estar de acuerdo con la histórica movilización?
No es lo que cree una chica que atiende un kiosco en la avenida San Martín. Dice que está al tanto, pero no puede faltar a su laburo. Pensó en pedir permiso, pero no quiso tener problemas con su jefe. Opina que la marcha fue algo necesario.
Los muchachos de una de las tantas repuesteras de la zona son dos y mientras esperan que entren los clientes para solicitar productos dicen que sabían de la marcha, pero que no les interesa ir. Cuando se les pregunta por qué, divagan, dudan. Uno podría suponer que tienen una opinión que no quieren dar a conocer. Cierran el diálogo asegurando que no les parece importante su presencia.
Hay una señora en la calle que no sabe qué decir, sólo que la violencia de género “está mal”. No dice más. Un anciano sentado en la puerta de su casa luce muy cómodo en jogging, se le nota la nula predisposición para marchar. Pero sorprende: dice que está al tanto por la televisión y la radio y que le gusta lo que está sucediendo, que la gente proteste. No puede caminar mucho, se excusa, pero está de acuerdo.
Una mujer joven pasa con carpetas en la mano. Sabía de la marcha, vio la convocatoria en Facebook, en la televisión. Pero no va a la plaza. Camina en dirección opuesta. Está muy cansada y quiere llegar a su casa.
El movimiento en la calle, en esta zona del macrocentro, a quince cuadras de la plaza, es normal para un día de semana a esta hora. Mucha gente está trabajando, o paseando con sus hijos, o recién saliendo de la siesta. Un pibe de veintipocos dice que si la marcha la hubieran realizado más tarde, hubiera asistido. Pero se le complica. Tiene que estudiar y no puede perder tiempo. Cree que el salteño es machista, que existe una fuerte tradición al respecto. Y luego corrige: en realidad, el argentino es así.
Hay muchos adolescentes dando vueltas. La mayoría está saliendo del colegio. Un grupo de tres chicos cuentan que sabían de la marcha pero no se les cruzó por la cabeza asistir a la plaza. Dicen que está bien que se luche contra todo tipo de violencia. Y que unas compañeras sí fueron a la plaza apenas pudieron salir del aula.
Una mujer en una panadería dice que sabe, que hace rato que está al tanto, pero igual no va a la plaza. “No es para mí”, es la frase. ¿Qué cosa no es para usted, señora? ¿La causa? ¿Está en desacuerdo? No, cuenta: ir a manifestaciones no le gusta. La incomodan. Luego, larga una idea muy presente allá, en la zona de la catedral: considera que los políticos y funcionarios tienen que hacer que no haya más muertes, por eso gobiernan, por eso los votamos. La señora demuestra que una idea no tiene que estar en el mismo lugar para ser compartida.
foto: Leandra Ibarra