Ningún implicado por la muerte de Marco Córdoba cumplirá condena efectiva. Cuarto Poder reproduce la entrevista con el padre del niño. Un relato conmovedor sobre el niño y la lucha sobrehumana de la familia contra una justicia deshumanizada y que avasalla los derechos de las víctimas. (Daniel Avalos)

Pasaron siete años desde aquel Día del Niño en el que la vida de la familia Córdoba cambió para siempre. Raúl, el padre, conducía un Peugeot 504. A su lado viajaba su hijo mayor Raúl; atrás venía su esposa Marcela a cargo del “enano” Leandro, por entonces de tres años. Sobre la ventanilla izquierda trasera, justo detrás del padre, estaba Marco de 10 años quien viajaba intercambiando palabras sobre ese día perfectamente planificado y que Raúl recuerda con precisión conmovedora: “Iba en ese momento pensando que era el Día del Niño. No había otra cosa en su universo. Íbamos a comer una parrillada, después al parque San Martín a andar en bote porque le gustaba cómo el enano se reía con los patos nadando. Después pasar a ver a las abuelas y las tías porque sabía que ellos recaudaban. Regalo no, plata sí y después decidían que iban a comprarse”.

En cuestión de segundos, todo cambió. Un remis conducido por Humberto Gabriel Morales (ayer viernes la justicia lo condenó a tres años de prisión, pena excarcelable) que viajaba por la avenida Ex Combatientes de Malvinas de norte a sur, golpeó a un vehículo conducido José Alberto Ovando, se cruzó de carril e impactó sobre el costado izquierdo del auto de los Córdoba que desde el Barrio San Carlos se dirigía al centro. La muerte de Marco se convirtió en una realidad tortuosa que Raúl sobrelleva con pasajes de una Biblia que siempre carga. La Fe que lo ayuda a manejar la angustia no lo ha privado de una convicción férrea: hay dimensiones en las que los humanos no encuentran respuestas y hay otras que exigen de ellos ir en búsqueda decidida de respuestas. En ese andar descubrió que en su lucha no había uno sino dos imputados: Humberto Gabriel Morales y un sistema judicial deshumanizado y cómplice necesario de muchas causas que prescriben.

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Humberto Gabriel Morales

La entrevista se concretó el día martes. Raúl no quería comprometerse a un encuentro post sentencia porque desconocía el impacto que la misma tendría en él y su familia. Raúl es dueño de un hablar pausado y una mirada acuosa, pero también de palabras firmes. A Morales lo califica de manera concluyente: “Él cometió un homicidio y el homicidio es el acto de matar, cesar la vida orgánica de las personas. Así lo dice la definición de un diccionario”. Raúl habla así, como buscando que el que lo escucha reduzca al máximo la probabilidades de interpretar libremente sus palabras. Morales es para él el homicida porque conducía con 2,20 de alcohol en la sangre, le imprimió al vehículo excesiva velocidad y viajaba con su hija de un año y meses en el asiento delantero sostenida por el cinturón de seguridad. La combinación de faltas explica lo sucedido: al momento de colisionar Morales con el auto de Ovando, el primero se abalanzó sobre su niña para protegerla, perdió el control de rodado y terminó cruzándose de carril e impactando al Peugeot 504.

Raúl Córdoba luchó desde entonces para que a la calificación de homicidio culposo se le sume el de homicidio con dolo. “Esto no es un delito menor. Hoy pudimos conocer un hecho en donde una persona mayor usando un arma de fuego le causa una herida a un niño y le dieron siete años de prisión efectiva. Y nosotros en este caso, un homicidio culposo tiene un máximo de cinco años. El querellante va a pedir que se considere el homicidio con dolo que es lo que se conoce más como homicidio simple que tiene una condena mínima de ocho años”. La justicia, finalmente, llegó a una conclusión distinta: dictó una pena de tres años para Morales y de dos años y seis meses para Ovando, ambas excarcelables.

La justicia en el banquillo

Durante siete años, los Córdoba protagonizaron una lucha en dos frentes: sobrellevar la pérdida y empujar para que la justicia avance. A lo último, el padre de Marco le ha puesto un nombre: el avasallamiento sobre los derechos de las víctimas. Una mezcla de somnolencia, burocratización, deshumanización y trámites que devienen en aliados claves de abogados defensores que ven en la prescripción de las causas el gran objetivo.

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“La causa de Marcos ingresó por el Juzgado de 2ª, estuvo en una de 5ª, llego a uno de 7ª y volvió de nuevo al de 5ª. En esa situación hubo una presentación que nosotros la aceptamos que es la probation que está considerada dentro del homicidio culposo: si vos aceptás responsabilidad del hecho, la Justicia lo evalúa y te sentencia con eso. El expediente de Marcos ingresó por un pedido de este tipo de Humberto Gabriel Morales que ofrecía $100 por mes por un periodo de dos años, hacer una actividad comunitaria que la determina el juez y la quita del carnet de conducir también por el periodo que ellos consideren. Eso fue apelado por el fiscal y fue a una Cámara de Casación donde estuvo un año y ocho meses. Cuando nosotros fuimos a verla a la jueza le preguntamos qué pasaba y ella nos decía ‘está en una Cámara de Casación’. Nosotros con un poco más de instrucción visualizamos que si Morales tenía alcohol en sangre, conducía a excesiva velocidad, no tenía el carnet profesional y era el que nosotros considerábamos el homicida, eran antecedentes suficientes como para que no accediera a esa probation. Entonces la Cámara de Casación no tendría que haberse tomado ese tiempo para resolver algo que lo podrían haber resuelto en no más de tres meses”.

No es lo único que Raúl relata con indignación y potencia. “Nos pasó antes de llegar al juicio. Nosotros sabíamos que iba como fiscal la doctora Gabriela González pero cuando pasa a una Sala de Juicio interviene otro fiscal porque no puede intervenir el fiscal que inició la causa porque se dice que sería parcial. Lo tuvimos que aceptar. Estuvo el expediente casi un año también y pudimos dialogar con el nuevo fiscal en dos o tres oportunidades…’No se hagan problemas, vamos a hacer esto, vamos a hacer aquello’. Y llegamos al día del juicio el 14 de octubre e ingresamos a la sala y nos damos con un nuevo fiscal. ¿Qué paso? Dos semanas antes el fiscal anterior renunció a la causa porque quiere postularse a otro cargo o ya está en condiciones de acceder a la jubilación”.

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Mientras Raúl habla uno imagina escenas. Funcionarios judiciales que aman los trámites, se deleitan con ellos, que pegan las estampillas ceremoniosamente, que aman los sellos, también las posibilidades de ascensos y se olvidan de las tragedias de los otros y atentan contra los intereses y las esperanzas de quienes siendo víctimas de un descalabro, esperan que la justicia ayude a reparar en algo la armonía perdida. Raúl Córdoba, entonces, exige humanización: “Humanizarse con las víctimas no es regalarle la Justicia. Es simplemente establecer un mayor dialogo, una mayor atención y una mayor participación de aquellos que somos víctimas porque muchas veces cuando uno va al sistema judicial te dicen ‘…No está el doctor, venga mañana’; ‘Justo se fue a una audiencia’. Vas al otro día y te dicen ‘No, ya no está en el cargo’. Entonces se va a alargando el tiempo y va permitiendo que las defensorías técnicas actúen en eso que nosotros llamamos la prescripción de las causas”.

Juicio por empuje propio

Hacer que todo marche es una tarea titánica. “A nosotros nos ha costado muchísimo. Nos hemos mantenido como familia en estos siete años pero no hemos progresado de la manera que tendríamos que haberlo hecho. De hecho hemos adquirido muchísimas deudas”. Hasta perdió el vehículo que manejaba aquel mediodía fatal. Cuando la justicia se lo devolvió después de cuatro años, resultó que estaba inservible. “Me salía más caro retirarlo que dejárselo liberado al sistema judicial y de hecho se los dejé y fue subastado”.

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Pero hacer que la justicia avance no requiere sólo de sacrificios materiales. “No sólo hemos perdido a Marcos. Lo he mencionado cuando me tocó testimoniar el primer día del juicio. Leandro José me preguntó después de dos años de lo que paso ‘¿Vos conoces la pelota…vos sabes jugar a la pelota?’ Y eso me causó un golpe muy fuerte. Porque yo en mi niñez y adolescencia estuve en las inferiores de Juventud Antoniana. Después dejé pero ya siendo veterano jugué en el Deportivo San Carlos, en Ayacucho, teníamos un equipo que participaba en el campeonato bancario, salimos campeones y todas esas cosas. Entonces que una criatura como mi hijo me pregunte eso, habla justamente de cómo esta persona nos perjudicó: no más cancha, los cines también se terminaron, no salimos a pescar… porque estamos enfrascados en llegar al juicio oral y público para que no prescriba”.

Cuando la charla se desliza por este carril, la nostalgia desplaza a la indignación. Nostalgia del hijo que ya no está y de una vida que se fue con Marco a quien Raúl sólo puede recordar en medio de la familia. “Era un chico hermoso como lo son mis otros dos hijos. Nosotros le dimos todo lo que pudimos a Marco y sus hermanos. Llevándolos de paseos, cines, espectáculos deportivos. Marcos y Raúl son de River y mi señora y yo de Boca. Entonces íbamos a la tribuna de River y a la tribuna de Boca. Esas cosas hermosas. Íbamos a pescar, practicaron básquet, futbol infantil. Siempre tuvimos esa disponibilidad como padres para no estar cansados con nuestros chicos”.

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Una vida surcada para siempre por un corte radical y definitivo que dejó a los Córdoba ante una encrucijada de retorno imposible y futuro incierto. En el nombre de Marco, escogieron el que consideraron mejor: mantener la familia, empujar a la justicia e ir entregando lo más importante que han ido acumulando y aprendiendo en estos años para ayudar a quienes también un tercero les arrebató parte de su ser. Por eso Raúl termina la charla anunciando que su futuro personal no es distinto a lo que viene haciendo: “Vamos a seguir insistiendo no solo en la acción personal como familia, sino dentro de lo que es grupo de la Comisión de Familiares contra la Impunidad. Seguir pidiéndole a la justicia que actúe con celeridad, que no permita las prescripciones de la causa y sobre todo que se humanice”.

La sentencia de ayer sólo empuja que ese futuro sea justo como Raúl Córdoba lo ha anunciado.

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