La presencia de Aldo Rogelio Saravia en el juicio de las francesas retrotrae incógnitas alrededor de su figura. Un breve perfil del hombre que alguna vez fue juez en el caso del asesinato del padre Martearena y que puede ufanarse de caer siempre parado. (M.A.)
Un personaje acuñado bajo el gobierno romerista y protegido por el urtubeycismo volvió al centro de las miradas en la semana que pasó: Aldo Rogelio Saravia, declaró en el juicio de las turistas francesas y se desentendió de cualquier responsabilidad sin manchar a nadie más.Como era de esperar, Saravia aportó pocos datos. Aseguró que no tuvo ninguna participación en la investigación ni en las decisiones del juez, justificó el reconocimiento a los policías premiados (ya que era necesario “luego que se amotinaran en la huelga policial”), reconoció que el día de la premiación estuvo Martín Pérez y no habló sobre los procesados por torturas.
Al respecto de la muerte de Néstor Piccolo, señaló que “no tiene conocimiento” sobre las conexiones entre la investigaciónde los crímenes de Houria y Cassandre y el dudoso suicidio ocurrido tres meses después. En su declaración intentó despegarse de la hipótesis donde aparece como un personaje antagónico al jefe de la Brigada de Investigaciones.
Si bien no se puede calificar de mendaces los dichos de Saravia, evidentemente, prefirió declarar cosas irrelevantes. Es que su situación ante la justicia es muy delicada y dar un paso en falso hubiera significado un caro error. Sobre su figura recaen los dichos de la viuda de Piccolo, quien considera que su marido se quitó la vida por las presiones que ejercía Saravia. En declaraciones a la prensa la mujer aseguró que escuchó cuando Néstor Piccolo mantenía ásperas conversaciones telefónicas con el ex secretario de Seguridad. Fuentes off the record aseguran que una de las últimas llamadas que aparecen en el celular de Piccolo eran de Saravia: “quiero avances ya en el caso de las francesas o te saco de ahí”, habría sido el mensaje de ultimátum.
Aldo Rogelio Saravia es un nombre clave del poder en la provincia. Conoce desde hace largos años los pasillos de la justicia, las reuniones de gobierno y la policía: fue durante más de una década juez Instrucción Penal y ocupó el cargo de Procurador durante el gobierno de Juan Carlos Romero, luego con Urtubey llegó al mando de la cartera de Seguridad, lugar que dejó en diciembre de 2011, tras el crimen de las francesas y el «supuesto» suicidio del jefe de la Brigada de Investigaciones.Entonces, lo que viene callando es más poderoso de lo que declara públicamente.
En el caso Narco-policías tuvo un pasar similar al de esta semana en Ciudad Judicial. Gabriel Giménez y Carlos Gallardo habíanventilado que realizaban “servicios de espionaje” bajo las ordenes de Saravia. Tal cual sucedió en el juicio por el doble crimen, esta vez, también buscó quedar desvinculado. Entró y salió sin problemas del juzgado.
Conviene recordar un caso con varios interrogantes como fue la muerte del padre Ernesto Martearena. En esa oportunidad Aldo Rogelio Saravia actuó como juez de Instrucción. Fue el Martín Pérez pero de la investigación sobre el crimen ocurrido en octubre de 2002, en el cual el cuerpo del sacerdote, apareció con 17 puñaladas y prendido fuego. Uno de los condenados, Javier Alanis, aseguró que en aquella oportunidad 4 efectivos de la Brigada lo trajeron desde Jujuy pegándole durante todo el recorrido del viaje para que se auto inculpé. “Me taparon la cara, me golpearon y me picanearon”, afirmó a la prensa. En el libro “Salta el Narco-poder” se recupera una parte del relato donde Alanis dice que le contó sobre las torturas, al por entonces juez Saravia, quien no le dio importancia. El caso continua lleno de interrogantes y lados poco claros.
Desde el moldaje que imprimió a la policía Sergio Nazario de la mano con Mario Pazpasando por Saravia, Silvester hasta Cornejo Dandrea, la secretaria de Seguridad acumuló infinidad de denuncias efectivos por torturas, pruebas plantadas, datos inventados por la ficción policial, pericias contradictorias, inocentes detenidos y negocios sucios. Aldo Rogelio Saravia recorrió este proceso y, aunque no deben confundirse intuiciones con realidad, resulta inocente pensar que tiene poco por decir.
Hasta ahora, sus cuidadosos movimientos y lazos políticos que supo anudar sirvieron para preservar su integridad.