Martín Miguel Güemes Arruabarrena

La mañana del desembarco en Malvinas, el viernes 2 de abril, los argentinos vivimos un despertar distinto. Por primera vez en nuestra historia contemporánea, la del Siglo XX, dejábamos de lado nuestras disputas fratricidas, fronterizas. Más allá de ideologías, clases sociales o intereses, todos nos sentíamos parte de una gesta histórica. Por supuesto, no faltaron los agoreros, pesimistas y los disimulados contreras, que vaticinaron nuestra derrota. Y los que comenzaron a trabajar por ese resultado final. También los optimistas desmesurados. Son los consabidos yo – yo de la vida pública, que después de ocurridos los hechos, siempre aciertan (por panqueques). Por ello, es importante realizar un ejercicio de introspección sobre los acontecimientos pasados, a pesar de la desmalvinización operante en los medios de comunicación. En lo personal, recuerdo que la noticia de que Tropas Argentinas desembarcaron en las Malvinas. Que efectivos de las tres fuerzas armadas avanzaban esta madrugada hacia la capital de las islas (portada de Clarín 2.04.82), me emocionó hasta las lágrimas. La “Marcha Malvinas Argentinas” todavía resuena en la memoria común. El llanto colectivo de aquella madrugada del 2 de abril, nos redimió a todos. Lamentablemente, luego… perdida la batalla, derrotados nuestros soldados, aquellos patriotas lloraron solos su angustia guerrera. En sus noches desveladas, el suicidio rondo sus recuerdos, y muchos fueron los que partieron al más allá. Por ellos, debemos repensar el sacrificio de la lucha y la muerte por la Patria. No se aprende de las victorias, sino de las derrotas, tampoco nadie aprende en cabeza ajena, son axiomas populares.

En los primeros días, todos estábamos en un estado de exaltación, casi alienados por la incruenta victoria. En nuestro inconsciente colectivo brotaba la enseñanza primaria y secundaria de nuestros docentes. Las Malvinas son argentinas y el consabido mapa de la hermanita perdida, surgían cual manantial imborrable de nuestras lecturas de la niñez y adolescencia. Siempre comparé la entrada de nuestras tropas en 1982, con la entrada inglesa en Buenos Aires, en 1806/1807. La diferencia era evidente. Un país dependiente, con soberanía restringida por la usurpación territorial, que recuperaba su dignidad; una potencia imperial que en forma prepotente intentaba ocupar tierras a la decadente España de principios del Siglo XIX. Allí nació nuestro sentimiento de Patria. Mal que les pese a todos aquellos que les hubiera gustado que triunfara Inglaterra. Para sus mentecatas mentalidades, nos hubiéramos convertido en Canadá o Australia. Olvidan la India… los cipayos. Durante esos días recordé a Mariano Moreno que en sus Memorias, cuenta: “(…) Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando, a las tres de la tarde del 27 de Junio de 1806, vi entrar 1560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de esta ciudad.” Nunca pensé que volveríamos a indignarnos como Moreno, cuando los ingleses recuperan las Malvinas. Nada enseña tanto, como el sufrir y el llorar…

Otros recuerdan con “la rabia camorrera de las Malvinas” al decir de Enrique Santos Discépolo, la expulsión de Rattín en el mundial de Inglaterra (1966), el corte de mangas a la Reina… Aquel soldado en su marcha derrotada frente a las cámaras repitiendo el gesto. Con el tiempo, nos consolaríamos con el magistral gol de Maradona y la mano de Dios… La inteligencia británica nos regaló el fútbol para nuestra diversión y alienación mental. También para consolarnos con alguna copa mundial y sentirnos los mejores del mundo. Para los anglosajones queda lo real… el dominio económico. La mano invisible del mercado, al decir del aduanero Adam Smith. El padre intelectual de nuestros anarquistas libertarios. Que admiran a Reagan, a la Thatcher, y a Menem /Cavallo…

El Bicentenario de la Defensa y Reconquista de Buenos Aires de 1806 -1807 fueron parte de los mismos recuerdos, hoy son olvidos, no es casualidad. Es conspiración de silencio. Abandone lector, por un momento sus tareas cotidianas, y pregúntese: ¿por qué no se recuerda con fervor patriótico la derrota inglesa de 1806, 1807? ¿La Vuelta de Obligado y el rechazo al bloqueo anglo francés? ¿A Liniers, a Rosas, al pueblo unido? El cine argentino, motorizado por intereses exógenos, prefiere promocionar “Los Chicos de la Guerra”o “Iluminados por el fuego” antes que trabajar en una versión autentica de las Invasiones Inglesas de ayer y de hoy. La causa Malvinas, es previa a la cuestión nacional. Tema pendiente en estos tiempos desmemoriados, de críticas flagelantes, cargados de energías negativas. Para terminar este artículo Malvinero, quiero dejarles esta reflexión que realicé doce días después del desembarco, lo cual ha sido corroborado por el Capitán de Fragata Jorge Sáenz, en su libro: “El secreto de Galtieri”, y por el Coronel Roque Alonso en ediciones de “Patria Argentina”. 

Cartas al País – Clarín – Miércoles, 14 de abril de 1982. Patrimonio de las Malvinas: “(…) El desembarco de tropas de nuestras Fuerzas Armadas en tierras usurpadas por el “civilizador” imperio inglés, nos llena de profunda emoción al ver a nuestra Patria de pie ante la prepotencia extranjera. Sin embargo, la lectura desapasionada de los diarios nos muestra puntos oscuros. El primero de ellos, y origen de la respuesta militar del gobierno argentino, es el declarado “error” de la diplomacia británica al magnificar los hechos de la isla San Pedro en las Georgias del Sur. ¿Puede Inglaterra cometer equívocos de esa talla después de más de 250 años de influir directa o indirectamente en los destinos del mundo? La concertada votación en contra de nuestro país en el seno del Consejo de Seguridad nos muestra la coherencia e influencias con que cuenta en el campo internacional para “enmendar” errores. Las declaraciones del ministro de Defensa inglés John Nott, en cuanto a ¡la necesidad de mantener planes flexibles! Nos lleva a preguntarnos: ¿Cuáles son esos planes? Segundo y relacionado con lo anterior, la posición de Estados Unidos netamente favorable a Inglaterra y su propuesta de actuar como mediador nos lleva a pensar en entretelones no conocidos o pactos secretos. Por último, las declaraciones enérgicas de nuestro canciller Costa Méndez de que la soberanía territorial no se negocia – punto en el que estamos todos de acuerdo – pero que todo lo demás es materia de negociación nos llena de zozobra por sus implicancias. Como corolario o nexo de todo lo dicho, el artículo publicado en Clarín el 5.4.1982, en su página 15: “Petróleo Malvinense, más que en el Mar del Norte”, es a mi entender la punta del ovillo de la situación actual. El pueblo de la Nación toda se encuentra expectante y atento a los pasos a desplegar por el gobierno militar. Por ello, una buena actitud de las autoridades sería pronunciarse públicamente sobre el status jurídico de las riquezas submarinas recuperadas de la usurpación británica, formulando la promesa de no innovar sobre ese patrimonio hasta que el Congreso de la Nación, elegido libremente por el pueblo, estudie detenidamente el modo futuro de su explotación. En forma transitoria podría llamarse a un consejo asesor de ex presidentes y cancilleres, sin exclusiones, a los efectos de analizar detalladamente los pasos por desplegar en adelante. De esta manera, estimo, el pueblo de la Nación se sentirá interpelado y será un solo puño para golpear al agresor colonialista que ya fue rechazado en 1806/1807 y en la Vuelta de Obligado.”. Años antes, al desembarco en Malvinas (2.04.1982) le escribí una carta a Rodolfo Terragno, en discordancia con su artículo: “La ofensiva Británica” (“Cuestionario” Nº 31, Pág. 18 y 19, Noviembre de 1975). En sus puntos más salientes le expresaba: “(…) Si bien es cierto que Inglaterra fue prácticamente desplazada por Estados Unidos al cabo de la Segunda Guerra Mundial (guerra que provocó no sólo en su responsabilidad como país capitalista, sino por las maniobras directas de su diplomacia, como advierte Trotsky en su libro: ¿Adonde va Inglaterra? en relación a la Primera Guerra Mundial). Desde entonces, a pesar de haber perdido numerosas colonias, la lucha interimperialista la cuenta como una de sus protagonistas fundamentales. En el escenario mundial, se sitúa de esta manera: dentro del Mercado Común Europeo, fuera y enfrentada con su eterna enemiga continental: Francia, en el Atlántico aliada superficialmente con Estados Unidos, para esto busca el equilibrio buscando alianzas secretas con Rusia y otras veces con China. Esto se explica si entendemos que Inglaterra no tiene amistades ni enemistades eternas, sólo sus intereses son inmutables”. Esta carta nunca fue publicada por Terragno (director de “Cuestionario”), comprendí hoy el porqué, al leer sus obras: “Maitland & San Martín” y “Malvinas/ Falklands”. Olvidar también es tener memoria.