Por: Elio Daniel Rodríguez

 

La nafta aumenta en porcentajes difíciles de soportar para el bolsillo. La respuesta de la gente es solamente hacer las interminables y absurdas colas para llenar el tanque; como si haciendo eso, se acabara el problema y sin pensar que en unos días deberemos cargar nuevamente. No hay gasoil.

El presidente, impresentable e inentendiblemente, grita desde su extravío y escasa percepción de la realidad. Los gobernadores piden con un manifiesto berreta, por una nueva Corte Suprema ampliada, con el claro objetivo de garantizar impunidad, y quién sabe qué cosa más; es, seguramente, el proyecto más peligroso, atinente a la justicia, desde el retorno de la democracia.

Según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina, hacia el mes de octubre del año 2021, el 43,8% de los argentinos se encontraba bajo la línea de la pobreza. Ese mismo porcentaje había llegado al 44,7% durante el 2020, el primer año de la peste. Pero si se mira al universo de niños y adolescentes, los datos son peores y muy alarmantes, ya que el 64,9% de los menores viven en la pobreza.

Ante esta realidad, el gobierno no sabe qué hacer y la oposición, en general, apenas balbucea discursos que suenan en numerosas ocasiones a simple oportunismo. Necesitamos más, mucho más de ellos. A todos, parece interesarles solamente la disputa interna con miras a definir quién se sentará en el sillón presidencial si la decadencia de nuestro país se sigue acentuando y finalmente se lleva , en las futuras elecciones, a un gobierno en el que faltan planes, capacidad de gestión y ética.

Mientras tanto, a los sufridos habitantes de este querido suelo parece ser que no les queda otra opción que seguir soportando un año y medio más de una nadería inconducente y un camino hacia el deterioro constante, mientras nos vamos hundiendo en la miseria, la desazón y la desesperación ante la pérdida de un presente que a pesar de lo que hagamos, y de la fuerza y tenacidad que pongamos en permanecer a flote, parece reírsenos en la cara.

A nuestros hijos, les están robando el futuro, pero no hacemos mucho más que quejarnos con el almacenero. Quizás piensen algunos millones de compatriotas que ganan más viendo Netflix que pidiendo explicaciones al funcionario de turno, protestando en las calles o, al menos, gritando bronca desde las redes sociales.

Muchos hablan de racionalidad y de mesura, pero no son los que llevan su mano al bolsillo el 20 de cada mes y se encuentran con la nada misma para brindar a sus familias. Hay quienes ya no saben qué vender ni a dónde se fueron todos los compradores. La gente se enfrenta a la imposibilidad de alimentar a su familia y algunos deben optar entre cargar nafta o comer. De eso, poco saben algunos políticos. O lo saben, pero les da igual.

Llevamos mucho de caída libre y para las elecciones falta un tiempo todavía. El mientras tanto agobia. Pero parecen no darse cuenta la mayor parte de los funcionarios, legisladores y jueces, que habitan un universo paralelo, pletórico de cajeros automáticos, privilegios, viajes en avión, secretarias/os y choferes.

Dormidos, resignados, cansados, abatidos o confundidos, la mayoría de los argentinos pone el lomo y aguanta los latigazos. Algunos les echan la culpa a los empresarios, otros a la oligarquía, otros al neoliberalismo y unos cuantos a Macri o, más lejanos en el tiempo, a Roca o Sarmiento. Tenemos un presidente que es el campeón de las excusas. No importa de qué se trate, la pandemia, la guerra o los heterosexuales; siempre encuentra alguien para echarle la culpa.

Sin capacidad de reacción, el pueblo transita el camino de su miseria y de su interminable cuesta abajo, en silencio y con la cabeza gacha. No parece haber héroes. No aparecen líderes representativos y que convoquen a la esperanza. Apenas algunos con los que quizás, solo quizás, estemos un poquito mejor. Es poco.

Recobremos la fuerza y la esperanza. Lavémonos la cara con agua fría y pensemos si no es ya hora de exigir un país mejor. Millones estamos necesitando que Argentina recupere su grandeza, y nosotros y nuestros hijos la alegría de vivir y de formar parte de un verdadero proyecto de país. Basta de atajos. Basta del sálvese quien pueda. Terminemos con la resignación y el abatimiento. Nuestros gobernantes tienen que dar respuestas valederas a nuestros pedidos. Nuestros dirigentes partidarios tienen la obligación de representar ante quien corresponda nuestra descontento y angustia. No nos convirtamos en un pueblo pusilánime, indigno de su historia y resignado a aguantar el mal trato.

Lo hagamos por nosotros y por nuestros hijos. A ellos les están robando el futuro. Si no somos capaces de defender nuestra vida con la frente alta, al menos trabajemos para que no terminen con los retazos del país que deben heredar los que nos sucedan. Muchos ya nos cansamos de los atropellos.

Queremos a nuestra Argentina. La salida no es Ezeiza. Es este maravilloso suelo que hicieron grande nuestros abuelos. Pongamos a nuestro país de pie. Unidos y con alegría. Recuperemos la senda del crecimiento y la dignidad. Es hora de decir basta.