AUNQUE EL GASTO ASISTENCIAL ES ALTO, ESTO ES UN PALIATIVO Y NO LA SOLUCIÓN PARA ERRADICAR LA POBREZA

por Valeriano COLQUE

 

La pobreza en el primer semestre de 2022 marcó 36,5 %, según el Indec.

El dato se mantiene dentro de los valores que se registraron en la segunda parte del año pasado (37,3 %) y notablemente por debajo del primer semestre anterior (40,6 %).

En cantidad de gente, se trata de 10,6 millones de pobres que viven en los 31 principales centros urbanos de la Argentina.

Si bien el registro se muestra como levemente positivo, son malas las perspectivas para el futuro inmediato.

El fuerte rebote de la inflación en julio (7,4 %) y agosto (7 %) y el freno en la actividad que advierten prácticamente todas las mediciones privadas impactará, sin dudas, en la tasa de pobreza del segundo semestre.

Si bien el dato oficial de pobreza de la segunda mitad de 2022 se conocerá recién en marzo de 2023, la aceleración del aumento en el valor de la canasta básica total (CBT) y la canasta básica alimentaria (CBA) en julio y agosto adelantan un pronunciado desmejoramiento en las condiciones de vida.

Esto es porque estas canastas de gastos mensuales ponderados determinan los límites debajo de los cuales las familias son consideradas pobres o indigentes.

Esos umbrales se comparan con los ingresos de las familias, que son relevados trimestralmente y que también se están debilitando a medida que se deteriora el salario real y, en paralelo, avanza el empleo de muy baja calidad.

La suma de los ingresos de quienes integran los hogares, en cotejo con aquellas líneas, definen quiénes engrosarán las filas de los que son considerados pobres o indigentes en la Argentina.

Sólo entre julio y agosto, la CBA aumentó 12,9 %.

Una familia formada por cuatro integrantes (dos adultos y dos niños), para no ser considerada indigente, necesita 52.989 pesos mensuales, un 81,4 % más que un año antes.

El caso de la CBT es similar: subió 13,9 % en los dos primeros meses del segundo semestre. Para no caer en la pobreza, una familia necesita 119.756 pesos, un 75,2 % más que en agosto de 2021.

El aumento de ambas canastas se vio impactado por el fuerte incremento de la comida.

Sólo en agosto, el costo de los alimentos y bebidas subió 7,7 %, con tasas mensuales arriba del 12 % para el caso de productos básicos como las frutas, las verduras y el azúcar.

Además, en el caso de la CBT (que incluye, además de alimentos, vivienda, transporte y vestimenta), favorecerá el aumento en los meses que faltan hasta fin de año el proceso de desregulación de las tarifas de los servicios públicos que lleva adelante el Gobierno para bajar el nivel de subsidios y lograr reducir el déficit fiscal.

Mientras sube la inflación, avanza el empleo precario y cae el salario real, parece debilitarse el dato de actividad, que hasta ahora ha sido la estadística más alentadora que tiene para mostrar el Gobierno de Alberto Fernández.

El último informe (Indice Líder) del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) dice que la probabilidad de que Argentina entre en recesión en los próximos seis meses es del 71,5 %. El valor (al mes de agosto) es más de 20 puntos por encima de lo que calculó en mayo (50,7 %).

Respecto del avance de la pobreza que se espera para el segundo semestre,  la UTDT calificó como “malos” los datos de distribución del ingreso del segundo trimestre publicados por el Indec.

El aumento interanual de los ingresos totales familiares (ITF) fue del 51 %, casi 15 puntos menos que el crecimiento de la CBT”. Y que el ITF de los cuatro deciles más bajos “creció casi siete puntos menos que la CBT.

Estos datos sugieren que “la tasa de pobreza del segundo trimestre ya corre al 40 % (o más).

Explicado de otra forma: la tasa de pobreza publicada por el Indec es el promedio de los seis meses entre enero y junio, pero ese dato está traccionado hacia abajo por los “buenos números” del primer trimestre del año y hacia arriba por el segundo, lo que invita a pensar que la tendencia es a que las condiciones de vida se continúen deteriorando en los meses que quedan hasta fin de 2022.

La suba de la inflación en los primeros meses del segundo semestre, más las perspectivas para el resto del año, harán que la pobreza aumente. Sobre finales de año la inflación es probable que se ubique en el 100 % por lo cual será difícil que el salario informal crezca en esos valores.

En relación con los planes sociales y su potencial impacto en morigerar los datos de pobreza, no son suficientes.

Aunque el gasto asistencial es alto, esto es un paliativo y no la solución para erradicar la pobreza. En este punto, el asistencialismo ya no basta y es necesario enfocarse en mejorar los fundamentos de la economía, es decir la productividad. Hace prácticamente 10 años que la economía argentina no crece.

El plan “vamos viendo” puede agudizar el desquicio en todos los ámbitos. Hay un desorden político que, de una forma u otra, impacta en la marcha de los asuntos económicos.

Las violentas protestas de los gremios del neumático y del transporte; las acciones criminales de supuestos grupos mapuches en el sur, y la toma intempestiva de colegios por parte de agrupaciones juveniles kirchneristas conforman un marco preocupante. Detrás de todos esos reclamos, pueden subyacer razones justas, pero la metodología elegida–alentada por grupos partidarios–no contribuye a generar un clima de entendimiento para la solución de los problemas.

La Argentina es incapaz de discutir sus dilemas, lo que revela la dificultad para construir consensos mínimos. El principal indicador económico que muestra esas desavenencias es la inversión privada, que para ser atractiva necesita de marcos legales perdurables.

El Gobierno nacional demuestra inacción y prejuicios para encauzar el desorden político. A ello se agrega el desquicio económico, a partir de una alta inflación y varios tipos de cambio, todo lo cual conduce a que el país no tenga un sistema de precios referencial.

El Ministerio de Economía usó un “dólar soja” para facilitar la liquidación de esos granos por un valor alrededor de los 6.000 millones de dólares. La mitad fue a reforzar las escasas reservas del Banco Central. Como el dólar mayorista, que sirve de referencia para la exportación, no es atractivo, distintos sectores solicitan ahora tener un tipo de cambio diferente para las ventas al exterior.

Así, los productores de vinos insisten en un “dólar malbec”, mientras que los productores del norte piden un “dólar limón”. Hasta la Secretaria de Minería, dijo que un tipo de cambio específico para la actividad “es algo que podemos ir conversando”.

El desorden se completa con el “dólar Qatar”, que regiría desde octubre para la venta de pasajes y para las compras en el exterior con tarjeta.

El problema radica en que los distintos tipos de dólar oficial quedaron desfasados respecto de la inflación, que este año podría alcanzar el 100 %. Las perspectivas para 2023 también son de una suba de precios por encima del 60 %.

Por temor al impacto social, el Gobierno evita devaluar y sincerar las diferentes cotizaciones. La solución es disponer un parche para cada sector de la economía. Este esquema no hace más que agravar el desquicio en que se han convertido los precios en cada actividad, lo cual profundiza la desconfianza hacia la moneda nacional. Los argentinos no confían en el peso como reserva de valor, ante lo cual intentan colocar sus ahorros y sus inversiones en dólares.

La conducción tripartita de los asuntos gubernamentales contribuye a profundizar la desconfianza sobre la marcha de la economía.

La caída del empleo registrado y el aumento de la pobreza continuarán si no hay acuerdos políticos mínimos y un plan de estabilización coherente.

Por contrapartida, el plan “vamos viendo” puede agudizar el desquicio en todos los ámbitos.