El agua dejó en evidencia la falta de obras para prevenir o mitigar los efectos de las inundaciones. También dejó en claro la pereza para reaccionar de los funcionarios para ayudar a los afectados, que quedaron a la buena de Dios.
Por: Lucas Sorrentino
Es una prueba que no falla: los temporales siempre son la mejor vara para medir una gestión de gobierno. Las lluvias que azotaron a La Merced dejaron en evidencia la inacción del intendente Walter Wayar: las obras necesarias para proteger a los mercedeños no se hicieron. Esas obras eran necesarias para evitar o mitigar el impacto de las tormentas. Quizá hoy centenares de familias no habrían perdido todo. El agua también mostró la falta de capacidad de reacción de los funcionarios municipales: la ayuda desplegada ante los damnificados por la tragedia fue lenta, ineficiente. Casi como si a Javier Wayar no le importaran las personas que perdieron todo por el agua.
«Después de los estragos que causó el agua en La Merced, los vecinos pensábamos que el municipio estaba preparado para este tipo de desastre , no sólo logísticamente sino también financieramente, ya que recibe una coparticipación más elevada que otros municipios , pero hoy nos damos cuenta que no es así», dijo un vecino a CUARTO PODER.
Esa falta de reacción fue traducida en palabras por Mary Vilte, una de las funcionarias de la gestión Wayar, intentó explicar en una emisora local que no estaban llegando con la asistencia a todos lados porque los vehículos de la Muni se arriesgaban a quedarse en el barro. Donde sí conseguían llegar, iban con las manos vacías: de no ser por unos generosos vecinos que donaron ropas y zapatillas, quienes perdieron todo no habrían recibido nada.
«Ahora estamos llegando para estos lugares, porque el camino está muy complicado: hay que entrar despacio», dijo Vilte.
A decir verdad, la única manera que han encontrado los vecinos de romper el aislamiento fue mediante los tractores de las fincas.
Vilte ni siquiera pudo precisar cuánta gente había sido afectada por las 12 horas de lluvia torrencial.
Otra frase brutal: «una familia perdió totalmente todo: cama, heladera, cocina, ropa, calzados para niños, todo eso… el gobierno salió a pedir donaciones… como llegaba la ropa, se iba para la gente… le damos gracias a los vecinos, en estos momentos tenemos que estar unidos, gracias a Dios hay gente que estaba atenta».
¿Por qué un Municipio depende de la generosidad de los vecinos? ¿Cómo puede ser que la única reacción de un municipio sea salir a pedir donaciones? Qué alguien le explique a Wayar que él no es Santi Maratea. Que alguien le diga que él maneja la lapicera y millonarios fondos y esa plata debería estar para ayudar a esta gente.
«Cuando el estado debería ayudar , sale a pedir al pueblo para que colabore, mientras se despilfarró millones el domingo anterior en un baile que solo lo aprovecharon los jóvenes y mucha gente de otras localidades», se quejó uno de los vecinos.
A favor de Vilte hay que decir que no es más que la secretaria, de la secretaria, de la secretaria de Desarrollo Social, Romina Cruz (ex del intendente) . Ante un caso así el que debería salir a dar la cara es el mismo intendente, que en estos casos opta por esconderse.
Una corrección: Wayar salió unos segundos para posar con cara de semi preocupación al lado de una casa destruída y después volvió a esconderse. Era más fácil que un ciego encuentre a Wally en un libro que un mercedeño halle a su intendente.
Los disparates y tontas prioridades
Hace unas semanas, CUARTO PODER detalló el dineral que el Municipio de La Merced gastó en obras. Tratamos de escribir esa nota con cierto humor, ante las medidas de un intendente que parecía sacado de un libro de García Márquez.
Pero esa inutilidad, la estupidez también son peligrosas. Y eso ha quedado ahora más claro que nunca: la plata despilfarrada es plata que no se usó como se debía.
La fuente de los deseos, que nadie desea
Un mes y medio atrás, cuando ya se sabía que se venía la temporada de lluvia, Wayar optó por inaugurar una fuente, que le costó a La Municipalidad más de $700.000. Descolorida, carente de estética, ni siquiera funcionó bien: se echó a perder a los tres días después de inaugurada. Desde entonces parece un basural o un lugar donde los mosquitos que transmiten el dengue podrían armar una orgía. Ya ni los pecesitos se encuentran. Ni las luces. Para tratar de subsanar este último desperfecto, Wayar manda a un empleado para que coloque dos reflectores arriba. La luz ilumina el agua estancada.
El pórtico que nadie quiere
Otra plata que podría haber ayudado a los vecinos que padecieron la inundación es que la Wayar gastó en un «Pórtico». Salió $800.000 y más que «pórtico», es un letrero caro.
La obra no estaba presupuestada y sorprendió a muchos. El día de la inauguración, La coordinadora municipal, Noelia Bianchi, anunció con bombos y platillos el costo de la obra. «Las letras se realizaron en El Carril, las piedras fueron traídas de Chicoana», dijo, como si de esta manera se pudiera explicar semerendo costo. Además, dijo Carril y Chicoana, como si fueran de una galaxia muy muy lejana y no dos municipios vecinos.
Además de feo y oneroso, lo ubicaron mal. Un pórtico debería estar en el ingreso a un lugar. Pero las neuronas de Wayar decidieron ubicarlo en la plaza de San Agustín, en medio del pueblo.
Wayar no es más que un bufón. Eso es evidente. Pero ya no causa risa. Y ha dejado en evidencia, que no hay nada más peligroso que un bufón inepto e indiferente en un lugar de poder.