Frente a las violencias de género, a los femicidios en Salta que han alcanzado la cifra de 13 mujeres en lo que va del año, frente a la violencia de género por parte de agentes policiales estatales encargados de la seguridad de las personas, es necesario pensar cómo solucionar el problema de la violencia contra las mujeres y yerran quienes solamente lo ven como un problema de seguridad y que la solución es eminentemente punitivista, aunque hay que recalcar que la ley está para cumplirla.
Por Dra. Natalia Buira (*)
El Iceberg de la violencia de género:
Las distintas formas de violencia de género se pueden representar como un iceberg, algunas manifestaciones serán visibles y otras invisibles, algunas son explícitas y otras son sutiles.
Entre las primeras que son las que quedan sobre la superficie están el femicidio, la violencia física, el abuso sexual; entre las segundas sumergidas bajo la superficie están el humor sexista, los comportamientos controladores, las agresiones verbales, las agresiones gestuales, las manifestaciones de machismo cotidiano que se ven por ejemplo en las publicidades y los medios de comunicación.
Pero es fácil advertir que hay una conexión entre las formas explícitas y las sutiles de violencia, siendo estas últimas las que contribuyen a reforzar el orden político del patriarcado y son las que permiten luego que las manifestaciones o formas de violencia más explícitas ocurran.
Desmontar el mandato de masculindad:
Rita Segato, doctora en antropología y especialista en la temática de violencia de género explica que solamente tocando todo lo que está por debajo de la superficie del iceberg es lo que finalmente permitirá reducir las violencias explícitas, las que están por arriba de la superficie, es decir las violaciones, los abusos sexuales, las violencias físicas y los femicidios.
Para que esto ocurra, y llegar a la solución de las violencias de género, es necesario desmontar el mandato de masculinidad.
La Dra. Segato trabajó en Brasilia, allí en condiciones inmejorables y a pedido del Secretario de Seguridad de Brasilia realizó un estudio sobre los condenados por violación. Ese estudio develó que la violación es un acto que puede ser estudiado y comprendido como un crimen EXPRESIVO y no como un crimen instrumental, como el robo por ejemplo, del cual se obtiene algo.
La violación no debe pensarse como un crimen realizado por un deseo sexual irrefrenable del hombre o los hombres por el cual se obtiene un servicio sino como un crimen expresivo, comunicativo, que comunica algo en dos ejes, un eje vertical y otro eje horizontal.
En el eje vertical, que se da entre el abusador y su víctima, el violador se presenta a sí mismo como el sujeto moral por excelencia o sujeto moralizador que disciplina mediante el acto a su víctima.
En el eje horizontal, que se da entre el abusador y los otros hombres presentes físicamente o presentes “en las sombras” pero siempre presentes, el abusador cumple con el mandato de masculindad, que primeramente Rita Segato había llamado “mandato de violación” y que luego lo hizo extensivo para todas las violencias de género como mandato de masculindad. El mandato de masculinidad implica que los hombres deben probar que son hombres frente a los otros hombres para constituirse como tales.
En ese eje horizontal está la fratría masculina, que fue llamada así en un primer momento y que luego llamó la corporación masculina. Esta corporación masculina tiene dos características: la obediencia corporativa, valor central que no se puede infringir, ya que si no se es excluido de la corporación y la segunda característica es que es claramente jerárquica.
En esta corporación masculina es donde se asientan la corporación mafiosa, la corporación política, la corporación judicial, la corporación académica y la corporación policial- militar.
El mandato de masculinidad se expresa por medio de siete potencias; la sexual que es la más frágil, la física que está dada por la envergadura del cuerpo masculino, sus músculos; la económica, la política, la intelectual, la bélica, y la moral donde aparecen el juez y el legislador.
Rita Segato nos explica que ante la violencia de género las mujeres golpeamos a la puerta de la Justicia y no podemos entrar simplemente porque nos han convencido de una falacia que es que las mujeres somos sujetos plenos de ciudadanía, de la política y esto no es verdad. Todo lo que nos pasa a las mujeres ha sido y es empujado a la libidinización y es empujado también a los bordes.
La premisa y la acción de desmontar el patriarcado y el mandato de masculindad debe estar en el centro, no en los bordes, no en la periferia de la politicidad y esta es la vía para construir una sociedad más justa, más igualitaria, más inclusiva, más benevolente.
*Master en Derechos Fundamentales